Separados

capitulo 3

Los nervios me querían arrancar el alma con cada segundo que pasaba ¿Por qué estoy tan alterada? Me la pase del balcón a mi cama, caminando de un lado a otro.

Marcos se fue en busca de uno de sus mejores vinos a la bodega; El vino era algo que le apasionaba y gracias a eso también pudo tener su viñedo y ser un exportador de los mismos.

Me acerqué a al balcón y pude ver que algunos invitados comenzaron a llegar.

– ¿Señora?– Rosa María abrió la puerta.

– ¿Llegó él? – pronuncié temerosa.

Ella solo sonrió débilmente, con una mirada enternecida y preocupada me dice:

– ¿Todavía tiene esperanza de que venga? ¿Acaso quiere usted que se presente esta noche?

En realidad no sabía que decir, ni yo he podido responderme esa pregunta. Caminé de un lado a otro tratando de pensar y ponerle fin a mí interrogante.

En mi mente y corazón había ensayado cientos de veces las reacciones que tendría si llegara aparecer y solo en una de esas escenas podía ser fuerte y no doblegarme ante él.

Aunque me costará aceptarlo, mi mente todavía creía en él y en  cada una de sus palabras mientras acariciaba mi piel.

Rosa Maria lo sabía, sabía que era difícil que yo lo tuviera cerca y pudiera sobrevivir a su mirada, su mirada color olivo  Y de sólo pensar en él mirándome me estremecí, como lo vengo haciendo desde los dieciseis años, desde el día que lo vi cerca de los establos de mi tío.

Era molesto verlo actuar con tanta frialdad cada vez que le dirigía la palabra.

Por un momento recordé todo eso y comencé a sonreír como quinceañera en su primer baile.

El ruido de una puerta abriendose y la sonrisa de oreja a oreja de Marcos hizo que mis pensamientos se escabulleran como la oscuridad cuando se abre una ventana.

–Amor, amor, amor, mira lo que tengo para ti– se acercó rápidamente–Sidra, no sé como, pero tenia un par de botellas en la bodega y cuando las vi pensé en lo mucho que te gusta.

Me tomó entre su mano libre y besó. Yo solo sonreía.

–Rosa Maria, mujer, debes estar recibiendo a los invitados– le sonrió amable – Tuve que entrar por la puerta trasera y a escondidas para que nadie me viera. Cuando baje debe ser de la mano de mi esposa.

Me miró como se mira a un bebé mientras duerme, como se mira a una estrella fugaz, como se mira a la persona que amas.

Yo solo podía verlo e intentar ser lo más recíproca con él que podía. Era más que obvio que Marcos  se estaba adueñando de mi mente poco a poco, como una medicina , pero la infección se resistía a ser exterminado.

–Iré a revisar que en la cocina esté todo en orden, niño Marcos.

Mi esposo le pasó la botella a Rosa antes de que saliera y se quedó observandome nuevamente.

–¡Seré la envidia de todos en el salón! Tú me haces tan feliz ¿Que tienen tus labios que hacen perder la cabeza? ¿Que le pones a tus palabras para que mis oídos solo rueguen por sentirlas? Y ¿Qué tiene tú piel para que mi mano solo quiera permanecer acariciandola?

El ardor en mis  mejillas se hacían presentes y no saben como me sentía al escuchar todo eso.

–¿Vas a responder a mis preguntas o prefieres que la duda sea siempre mi compañera?

–No sé qué decirte. Solo sé que exageras mucho.

Sonreí apenada. 

–¿Exagerar? Soy la envidia de mis amigos.

Sus expresiones eran finas y dulces.

–Y yo la envidia de todas las chicas del pueblo.

Fue lo único que pude decir.

Él sólo se dedicó a sonreírme mientras se acercaba lentamente.

–Nunca imaginé que terminaría tan enamorado de ti...–tomó mis manos entre las suyas– admitiré que cuando pude entender lo que significaba el compromiso me aterré un poco, pero después de ver esa mirada soñadora  llena de alegría, cualquier duda o miedo  que mi ser albergaba fueron disueltas, me enamoré de ti, lo hice sin pensarlo, fuiste como agua; arrasaste con todo dentro de mi. 

Admitiré que cuando me enteré del compromiso mi mente no sabia su significado, Admitiré que cuando supe lo que tendría que hacer me asusté, pero sabía que era mi deber, también Admitiré que cuando lo conocí a él lo único que pensé fue en lo detestable que era, Admitiré que después del primer beso la palabra casamiento en mi mente no tenía cabida, porque mi ser comenzó a tener dueño y aunque me costará decirlo no era Marcos. 




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