Será... que te puedes volver a enamorar?

Guerrera

Tiempo atrás
conocí a una mujer fuerte
de la que mi admiración se llenaba,
pues era ella la del carisma,
la que con una sonrisa alegraba toda la jornada,
y es que en esa sonrisa franca
demostraba ser una de esas mujeres sin temor a nada.

***

Hoy he vuelto a ver a aquella dama
que fuera flor delicada.
Ella es la misma flor,
mas revestida por el halo de valentía
que se ha ganado en cada batalla.

Es cierto que las heridas de una guerra
no marchitan a la flor,
sino que demuestran
que la flor que ha sido bella
es aún más bella cuando,
a pesar de la desolación,
se transforma
en una guerrera
para enfrentar amenazas
con cada una de sus fuerzas.

Te dedico estos versos,
flor valerosa,
a ti que eres fuerte
y que no te has dejado vencer
sin importar el miedo ni nada,
pues en tu fortaleza vive
la belleza de tu alma.

Lucha, guerrera,
tú que demuestras
que la flor que ha sido bella
lo sigue siendo en la lucha,
en la búsqueda,
en la tormenta,
mi guerrera invencible,
tú, hoy y siempre, guerrera bella.

 

Ya habían pasado las fiestas y si bien sentí nostalgia y anhelo de no tener a mi familia en momentos como ese, tenía a la persona más especial en mi vida.

Estábamos en pleno verano, aunque no parecía ser febrero por las lluvias torrenciales y porque había refrescado eso no nos limitaría el irnos de vacaciones. Nos habíamos ido para Paysandú, si bien el calor era más insoportable en el norte no evitaría visitar a mi Nona Teresa. Ya estaba anciana y hacía más de un año que no la veía. Pasamos dos semanas increíbles y sin preocupaciones, sobre todo comiendo mucho. Luciara balbuceaba y miraba todo, era una niña muy despierta, le interesaba todo a su alrededor nada se le escapaba y sonreía por cualquier payasada. Si ella sonreía yo era más feliz por el solo hecho de verla así. Cuando quisimos ver ya teníamos que volver, yo a estudiar y a trabajar. 

Y cuando quisimos acordar el tiempo había volado Luly como le decíamos con Natalia iba a cumplir el año. El tiempo no perdonaba, decía muchas palabras y tenía varios dientitos. Unos días antes de su cumple se había largado a caminar, manoteba y tiraba todo lo que estaba a su alcance. Así fue que tuvimos que poner todo más alto que ella y algunos cajones no los podíamos usar. Nos conocía a ambas y sabía cuándo hacer algún berrinche porque la íbamos a consolar.

Un día antes de su cumple, un 22 de octubre me sorprendió recibir una llamada. Mi mamá me llamo llorando que mi padre había tenido un ataque al corazón y que estaba internado. Obvio que no lo pensé dos veces y fui a verlo al sanatorio. No me importaba que él no me quisiera ver, iría a darle apoyo a mi madre si bien no había sabido nada de ellos en un año era mi familia. Cuando llegue me ví en la situación de que mi hermano abrazaba y consolaba a mi madre mientras ella lloraba y secaba sus lágrimas con un pañuelo blanco. Cuando me vió ella corrió hacía mi diciendo: - Mi niña!!!. Me abrazo fuertemente mientras me acariciaba los cabellos. No pude evitar llorar. Las lágrimas bañaban mis mejillas. La había extrañado tanto, desde sus mimos y rezongos hasta su aroma especial y único. Al principio Dante se quedó estático. No sabía que hacer, se debatía entre acercarse y o salir huyendo en dirección contraria. Sus ojos brillaban, pero era tan duro que no demostró nada, silenciosamente se acercó y nos envolvió en un gran abrazo a ambas. 

Decidimos pasar un rato juntos mientras no se permitían las visitas. Sabíamos que don Daniel estaba estable y no corría peligro alguno, lo peor ya había sucedido. Los tres hablamos de todo, si bien cada uno pidió perdón por lo sucedido, uno era más orgulloso que el otro y por eso habíamos perdido contacto. Me llenaron a preguntas sobre Lu. Mostré muchas fotos que tenía en mi móvil. Me felicitaron por como era ella y por el buen trabajo que había hecho. Le ofrecí a mamá quedarse en casa así descansaba pero era testaruda y no dejaría el hospital. 

Dante se ofreció llevarme a casa y no desaproveche la oportunidad, ya había caído la noche y debía tomar dos buses. Igual sabía que él quería hablar.

-Ay pequeña cuánto has crecido.- mientras me despeinaba con la mano izquierda y la derecha seguía en el volante. Hablamos de muchas cosas, cada cual se hizo cargo de sus errores y dejamos las cosas pasar. Rogaba que no tocará un tema pero como todo está contra mi se dió: - Has sabido algo de Gabriel?-

Lo quedé mirando helada mente: - la verdad que no, no he sabido de él, el mismo tiempo que no he sabido de ti. Así que imagínate como es la situación.

-Pero tu nunca le dijistes que estabas embarazada? Que tuvistes una hija de él? 

-Cómo podría hacerlo si perdí todo rastro de él, el único que me podía haber ayudado eras tú y no me querías ni ver- y ahí comencé a llorar nuevamente. Los recuerdos siempre me afectaban.

Dante tomo el volante con fuerza, hasta que sus nudillos quedaron blancos por la rabia, impotencia y supongo que en realidad era  culpa. 




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