Querida autora,
Agradecemos su interés al querer formar parte de nuestra editorial. Lamentablemente, en estos momentos su obra no entra dentro de nuestros planes editoriales.
Aun así, le deseamos suerte para lo próxima vez y quizás en un futuro podamos llegar a colaborar juntos.
Un saludo.
Leí el mensaje varías veces, como si haciéndolo fuese a cambiar alguna frase, como si leyéndolo por décima vez aquel rechazo fuera a convertirse en lo contrario. Quizás creía que iba a doler menos al hacerlo, pero lo cierto era que cuantas más veces lo leía, más dolía. Ni si quiera recordaba cuando había enviado aquel manuscrito; probablemente hubiese sido un año atrás cuando aun creía que tenía potencial, cuando aun tenía ilusión y pensaba que podría cumplir todos los sueños que me propusiese.
Aquel mensaje, aquel rechazo me hizo sentir como si me hubiesen dado un gran golpe; era exactamente lo que menos necesitaba mi vida en aquel momento. Supuse que así eran las cosas para algunas personas,que había veces que no importaba lo mucho que lucharas por algo; simplemente no era para ti, simplemente no valías para ello. Y no había nada que hacer. Tan solo tenía que aceptarlo.
Noté las lagrimas corriendo por mis mejillas, a pesar de que no sabía en que momento estas habían comenzado a caer. Lagrimas de frustración, decepción y sobre todo de impotencia, de impotencia por sentir que ni en lo que más me apasionaba llegaba a ser lo suficientemente buena.
Quizás Santi tenía razón cuando decía que todo aquello de escribir era simplemente una bonita fantasía; un entretenimiento bonito, agradable y con el que podía pasar un buen rato, pero una fantasía al fin y al cabo, algo que nunca podría llegar a suceder. Una tontería como alguna vez había dicho el.
Y entonces, mientras lloraba cada vez con más ganas, miré la hora en el reloj del ordenador y tuve que pegar un pequeño brinco, sabiendo que debía de salir ya por la puerta si quería llegar a tiempo al trabajo.
Ni si quiera tenía tiempo para derramar unas cuantas lágrimas.
Cuando entré de nuevo en la cafetería, ya tenía los ojos secos, algo maquillados para disimular el llanto anterior y con ganas de volver a liberarlo al ser consciente de las cuatro horas que aun me quedaban por delante.
-¿Todo bien, chica? -Preguntó Martha cuando me vio, de forma algo despreocupada pero con cierto interés tras su voz.
-Si, todo bien. -Contesté algo cortante, mucho más de lo que había pretendido en un primer momento. -Simplemente ha sido una semana algo larga. -Añadí, esa vez de forma algo más suave.
Noté como Martha me miró con cierta extrañeza.
-Vaya, eso que estamos aun a martes. A este paso, no se si llegarás viva al viernes. -Gruñó, aunque noté un cierto toque divertido en su voz.
-¿Es eso una especie de broma, Martha? -Pregunté, alzando ambas cejas, claramente sorprendida pero también agradecida pues estábamos intercambiado más de unos simples gruñidos.
-¿Es que no se puede estar de buen humor? -Preguntó ella, volviendo a su semblante serio pero aun con el fantasma de la sonrisa anterior. Al menos alguna de las dos si que estaba contenta. -Pero no te acostumbres, chica.
-¿Y se puede saber a que se debe ese buen humor? -Le pregunté, aun sabiendo cual iba a ser la respuesta. La mujer me dirigió una rápida mirada de advertencia.
-No, no se puede. -Contestó. -Y ahora basta de tanta cháchara, es momento de trabajar.
Y reprimiendo las ganas de reír, hice lo que me pidió.
Cuando volví por la tarde a la cafetería, lo hice aun con menos ganas que por la mañana. Lo único que había hecho al llegar a casa fue tumbarme en el sofá y lamentarme, aun pensando en el rechazo, en que Santi seguía sin venir a visitarme por las mañanas ya que todavía no habíamos intercambiado palabra desde lo sucedido el miércoles anterior. Y a todo esto, se sumaba el rechazo que había recibido por la mañana, el cual había conseguido que dejase el ordenador a un lado, sin querer mirarlo si quiera. Las ganas de sentarme frente a el y escribir habían pasado por mi cabeza pero entonces, no había podido evitar preguntarme el para qué, si al fin y al cabo no iba a valer para nada, si al final del día tan solo acababa siendo una perdida de tiempo.
La primera hora pasó algo lenta debido a que apenas había gente en la sala y lo único que me dediqué a hacer fue limpiar una y otra vez los mismos cubiertos, las mesas y los suelos los cuales ya se encontraban lo suficientemente limpios. Revisé la hora al menos diez veces en el mismo minuto y me frustré al ver que el tiempo parecía no querer pasar. Martha a mi lado parecía igual de aburrida que yo pero aun así ninguna de las dos intercambiamos demasiadas palabras y pasamos el resto de la jornada intentando buscar algo con lo que entretenernos, atendiendo a los pocos clientes que recibimos esa tarde y echando numerosas miradas al reloj, mientras esperábamos a que las horas pasaran.
Me encontré con Nora en el restaurante al que estábamos acostumbradas a ir, cuando las cosas eran mucho mejor, cuando nos veíamos todos los días y creíamos ser las mejores amigas posibles.
Llevábamos una media hora juntas pero en realidad no habíamos hablado demasiado, esperando a que nuestra comida viniera, sumergidas en un extraño silencio; de esos que podían llegar a ser incómodos a pesar de que la persona con la que lo compartías suponía ser una de tus más queridas.
Aunque habíamos conversado, no habíamos dicho nada en realidad; como si las dos personas que se encontraban sentadas en esa mesa no fueran realmente tan unidas como creían; como si entre ambas hubiese un gran muro, miles de kilómetros de distancia la una de la otra.
-Hacía tanto que no nos veíamos. -Comenté, tan solo para romper aquel silencio, deseando que la comida no tardase mucho en llegar pues de ese modo nos mantendríamos ocupadas comiendo. Había estado deseando verla durante esas últimas semanas, pero en aquel entonces después de hacerlo, me encontraba contando los minutos para que el encuentro terminase en cuanto antes.