Serena: El torpe ángel aprendiz

14. Confusiones de un torpe ángel

Todo este tiempo he intentado hacer que Jeremías se canse de mí, provocar que se vaya de una maldita vez, todo este tiempo he anhelado una vida tranquila, sin obligaciones, he aspirado a ser el mejor ángel de sangre que cualquier otro, sin embargo, ahora me doy cuenta de la realidad de las cosas: Necesito a Jeremías a mi lado para lograrlo, necesito de su ayuda para así superar a mis padres y, sobre todas las cosas, salvar a mi madre y mi hermana.

¿Por qué Jeremías no me ha contado nada de esto antes? ¿Es que acaso quería protegerme de esta terrible verdad? Mi madre puede ser castigada por mi culpa, de hecho, conforme pasa el tiempo y yo no mejoro en los entrenamientos, ella sufre las consecuencias. Tengo miedo, me aterra pisar el cielo, pero ya no hay vuelta atrás, una vez que mi halo ha aparecido, debo de purificar mi cuerpo y mi espíritu para así completar mi santidad, pero aún mi segundo par de alas no ha nacido, no creo que eso pueda ser posible, tampoco sé que hacer al respecto, Dylan me ha comentado que una vez te encuentras, no vuelves a ser el mismo, el cielo ahora es tu hogar y, por más que anheles una vida en la tierra, una vez cumplas tus tareas, tendrás que volver, dejando atrás tu familia, tu vida.

¿Podre equilibrar ambas vidas? ¿Qué debo hacer? Mi yo angelical me asusta, nunca antes he contactado con él, pero de algo está segura mi consciencia: es mejor que la Serena actual.

Dividida entre dos mundos, sin saber qué rumbo tomar, cambiando físicamente y desconociendo a la personas que alguna vez fui, por momentos deseo escapar, irme de aquí, nunca más regresar, olvidar quien fui alguna vez, olvidar quien puedo ser, olvidar el mundo angelical, solo deseo paz.

El tema de mi cabello rubio lo veía como un gran problema, pero ahora, sabiendo la carga que llevo sobre mis hombros, ese problema es nada con lo que se avecina, debo madurar, debo aprender a ser un ángel, si bien quiero a Jeremías lejos, intentaré sacarlo de encima mío de otra forma, es lo menos importante ahora que la vida de mi familia corre peligro.

Respira, Serena, respira por favor y enfrenta tus problemas.

Me repetía una y otra vez mientras colocaba la falda de la escuela y la abotonaba, sí, la escuela debe dejar de ser un problema, no soy una adolescente normal, por ende, no deben afectarme las cosas humanas tanto, enfócate en tu yo angelical.

Miro mi reflejo a medio vestir en el espejo de mi cuarto, el cabello es largo, más de lo que me gusta usar, sin embargo no puedo cortarlo, las tijeras se rompen. Los bucles en las puntas me molestan. El reglamento de la escuela obliga a las mujeres a llevar el cabello atado, tendré que ingeniármelas con unas trenzas cocidas o una cola.

Me doy la vuelta exponiendo las cicatrices de mis alas, bajo estas noto pequeñas ronchas, señalando el lugar donde nacerá las siguientes. Pican, arden, es extraño, paso con delicadeza mis dedos por esa zona, los granos explotan y comienzan a sangrar, oh no, no ahora.

Busco entre mis cosas el agua oxigenada y algodón para parar el sangrado, pero poco a poco todos los granos explotan, tengo que vendar la herida.

Es diferente a la otra vez, pero eso no quiere decir que sea igual de doloroso y asqueroso. Envuelvo mi espalda baja con vendas, cuidadosamentente. Tal vez no sea buena idea ir vestida con la camisa, creo que lo mejor será ponerme la remera de deportes de la escuela, por ahora no le daré aviso a Jeremías de esto, mis alas tardaron semanas en salir, supongo que estas también tardarán lo mismo.

¿Qué más puede pasare minutos antes de entrar a la escuela? ¿Perder el colectivo? ¿Manchar mi camisa? ¡O un examen sorpresa de los arcángeles!

Mejor ni pensar eso último, tal vez caigan a molestar en cualquier momento, el examen está cerca, debo aprender a volar, demostrar que soy digna de un gran puesto en el coro angelical. Tomo de mi armario una gorra y me la coloco escondiendo mi cabello en ella, hoy no deseo problemas, guardo mi cartuchera de carboncillos y tomo entonces la enorme carpeta de arte.

La casa está vacía, mamá está con Rosa, no he visto a mi padre desde que he vuelto y Alastor... la puerta de su cuarto permanece cerrada desde el incidente. No me atrevo a entrar, tampoco a pensar en él, tengo medio de mi propio hermano, de lo que podría llegar a hacerme, se ha dejado influenciar mucho por su yo demonio, a tal punto de herir a nuestra familia.

Nos hemos separado bastante desde aquello... extraño cuando mi hermano y yo éramos inseparables, la adolescencia nos cambió hasta el punto de no reconocerlo más. Extraño aquellas épocas donde jugábamos con los dos con Rosa y la llevábamos a la escuela, añoro los momentos en familia que teníamos los viernes a la noche, nuestra madre cocinaba, preparaba alguna película, cantábamos canciones de la iglesia y nos divertíamos.

Cierro la puerta del edificio y suspiro, la mañana está nublada, pronto comenzará a llover, no hay rastros de Jeremías por ninguna parte, generalmente me espera en la esquina. Tal vez se encuentre preparando nuestra visita al cielo, aún no tengo idea de cuándo será mucho menos que haré allí arriba, papá ha dicho que debo purificar mi cuerpo, pero no entiendo cómo, esto es tan difícil, lo necesito a mi lado, pero ha sido un demonio tanto tiempo, ha cometido tantos pecados que jamás será aceptado nuevamente.



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En el texto hay: angeles, angelesydemonios

Editado: 13.03.2020

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