MADDIE
Diez años después
–Vuelve a sonar y juro por los santos que te lanzo por la ventana– susurre hacía mi despertador. Uno, dos, tres segundos y…, empezó la melodía. Me levanté de la cama a la vez que cogía el reloj de mi mesita y lo lanzaba por mi ventana. Bien, ya no fastidiaría.
–¡¿En serio?! ¿Eso haces ahora? ¿Aventar tus relojes por la ventana? – preguntó una voz. Ethan. Sin si quiera arreglarme me acerqué hasta mi ventana y le saqué el dedo corazón a mi mejor amigo; quien su habitación daba frente a la mía, o al menos nuestras ventanas.
–Vaya humor, es el primer día aún– me recordó llevándose la taza de porcelana a la boca.
Miré hasta el suelo de mi casa y sentí pena por mi despertador. Vale, no era la primera vez que lo hacía. Pero es que no soy tolerante ante los ruidos que interrumpen mi sueño y mucho menos a las siete de la mañana; ok, puede que no sea tan temprano.
–¿Piensas si quiera recogerlo? – volvió hablar aquella voz.
Ups, había olvidado que mi mejor amigo estaba mirando. Levanté la mirada y lo vi apoyado en el marco de su ventana.
–¿Qué haces despierto tan temprano? – pregunté con el ceño fruncido. Él también frunció el suyo.
–Quedan treinta cuarenta y cinco minutos para las siete, ¿Cuál temprano? Mejor dime, ¿qué haces aún en pijama? ¿Es el de Mickey?
¿Cuánto dijo que faltaba? ¿Treinta minutos? Ostia, eso quiere decir que mi despertador estuvo sonando desde las seis y cero minutos. Me dispuse a entrar cuando escuché su última pregunta.
–¡Es de Patricio! – respondí entrando y buscando mi móvil.
–¡¿El que te regale?! – preguntó levantando la voz. Asentí sin ser consciente de que no me veía. Cogí mi toalla y corrí hasta el baño. Mientras me duchaba una pequeña punzada llegó a mi corazón, echaba de menos a mamá. Asimilar su muerte no fue fácil. Era increíble los cambios que habíamos tenido, hace años atrás tenía una familia completa, pero, hoy no. Perdí a mi mamá en un accidente de esquí que tuvo hace seis años atrás. Todos entramos en crisis, sobre todo yo. Tenía once años para cuando ella murió. Desde aquella vez cambié radicalmente, me aislé al completo, me centré en estudiar, ser la mejor, pero siempre pasando desapercibida.
Negué con la cabeza e hice el intento de no recordar aquello, al menos no hoy
Salí veloz a buscar el uniforme. Jalé de la blusa blanca y me abotoné a la velocidad del rayo McQueen. Hice lo mismo con la falda de tablero en color azul.
Mis zapatos…, mis zapatos. No estaban, ay no. Anoche los deje aquí…
Corrí con las medias azules puestas hasta dar con estos. Me los puse y volví a mi armario. <<La corbata>> recordé. La dichosa y estúpida corbata. Llevaba años usándola, sin embargo, hasta ahora no captaba bien como hacer el nudo.
Como es el primer día decidí hacerme una coleta alta, no quería que mis cabellos estén cayendo por mi cara mientras escribía. Mientras terminaba de coger mi mochila y ponérmela al hombro, escuché el timbre de la casa. Seguro era Ethan.
A pasos lentos empecé a bajar las escaleras y escuché su voz.
–¡Buenos días señor Higgins!
–Buen día Ethan, Maddie aún no baja, pero supongo que
–Pa, Buenos días– llamé su atención, este se giró y me sonrió.
–Bueno lo que dije es mentira, aquí está– agregó sonriendo–. El desayuno ya está, quedan pocos minutos, Ethan comerás con nosotros, ¿no es así? – preguntó desde la cocina. Sonreí cuando mi mejor amigo cerró los ojos con fuerza y asintió. Su mamá era enfermera y cada que se quedaba en el hospital venía por desayuno aquí.
Terminé de bajar las escaleras y lo miré.
–Tú papá ya sabe por qué vengo a su casa a estas horas, no me gusta la idea– susurro solo para mí.
–Sabes que no hay problema en eso, Ethan– respondí poniéndome de puntillas y depositando un beso en su mejilla. Mi mejor amigo había tenido cambios muy notorios en su adolescencia. Creció de manera descontrolada, ahora tenía que levantar la mirada para verlo a los ojos.
–En fin, quiero probar su comida, ¿te he dicho que es riquísima? – preguntó caminando hacía la cocina. No tenía que indicarle por donde es, conocía esta casa tanto como la suya. Y era cierto, papá era nutricionista, y aunque no era chef, se hacía unas comidas deliciosas.
Pero hoy no, cuatro platos con zanahorias cocidas, brócoli, papas y un poco de carne reposaban en la mesa.
–Ough– dije bajito.
–Te escuché Madd– advirtió papá con una amplia sonrisa.
–Ummm, delicioso– agregó Ethan con burla.
–Delicioso, ¿no es así? – preguntó papá burlándose a nuestra costa.
No protestamos ni un poco, hacíamos de todo para sonreír y tragar las verduras que ni siquiera quería masticar. Nos sumergimos en una platica muy animada con papá respecto al ultimo año, nos aconsejó y también nos advirtió de muchas cosas. En fin, papás. Se me hizo extraño que Melody no haya bajado a desayunar con nosotros, pero bueno, ella era rara.
Terminamos de desayunar y cogimos nuestros platos, los llevamos al lavabo.