Maddie
–Oh, mamma mia, oh ma, ma-ma-mamma mia, ah– cantábamos todos a la vez dentro del coche de papá de camino al colegio. La dirección había indicado que nos presentemos con nuestro uniforme de educación física, nuestros consentimientos firmados por nuestros padres, nuestro equipaje, nuestro portátil y algunos cuadernos básicos. El campamento consistía en ocho semanas, tendríamos charlas motivacionales, vocacionales y sexuales. Así como algunos temas de economía y política. Teníamos que hacer apuntes y demás para cuando volvamos a las aulas.
–¡Y llegaron! – gritó papá en medio de la bulla. Estaba segura que la música se escuchaba hasta fuera del carro. Bajamos y vimos que fuera del colegio ya había unos cinco buses escolares.
–Tus italianos sí que la ponen a las siete de la mañana– decía Ethan acercándose con su maleta y tendiéndome la mía–. Iré avanzando, el entrenador nos ha citado antes de irnos, me guardas un lugar, ¿de acuerdo?
–No te preocupes, ¿al lado de Blake?
–Púdrete– respondió poniendo los ojos en blanco y alejándose.
–Debería de haber pensado antes de traer dos maletas, ¿verdad? – preguntó mi mejor amiga acercándose.
–¿Pesa mucho?
–Ni te imaginas, solo espero que el lugar no sea tan aburrido y básico como para poner mi ropa por ahí.
Ayudé a Laurie y esperé que papá cerrará el maletero.
–Bueno, será un poco triste estar en casa, solo. Ya sabes, me gusta llegar del trabajo y ver que…, olvidaste descongelar el pollo o cosas así.
Reí y le abracé.
–Te voy a extrañar papá.
–Yo también, Maddie, yo también– sentí un beso en lo alto de la cabeza y suspiré.
–Volveré en ocho semanas, ¿de acuerdo?
–Tienes que hacerme videollamadas cuando puedas, ¿de acuerdo? No estaré tranquilo sin saber mucho tiempo de mi princesa.
–No te preocupes papá. Te quiero.
–Yo te amo, hija. No cambies mucho, ¿de acuerdo? Ya sabes, si encuentras a tu gemela, no intercambien vidas.
Ambos reímos y me separé de su cuerpo.
–Promesa, te quiero– le di un beso en la mejilla y le desacomodé los lentes para ver. Mi papá me llevaba por una cabeza, o dos, era tan alto como todos los de mi alrededor.
–Te quiero– me susurro y luego levantó la mirada hacía la chica rubia que se había empezado alejar de mi lado– ¡Cuídate Laurie, tu papá dijo que te comportes muy bien!
–¡Ese señor no confía en mí! Pero descuide, me portaré bien– gritó ella detrás. Papá levantó sus pulgares y luego subió a su coche.
Me giré para acercarme a mi amiga y juntas despedimos a papá-
–Prometo usar condón cada que folle…– murmuró Laurie a mi lado. Cuando el coche ya estaba saliendo del plantel.
–¡Oye! – le dije y ella río.
–¡Dijo que me cuide!
–¡Puerca! – dije riendo.
Tardamos como media hora hasta que nuestro tutor nos explicará las normas durante el viaje, iba a durar una hora y además íbamos a compartir bus con la sección B, ya que aquel vehículo tenía capacidad para cuarenta y siete personas. Nos había amenazado de todas las formas posibles, para poder comportarse. Ethan ya estaba cerca de mí y a su lado iban sus ahora amigos. Carter y Cody. Al primero, no pude verlo a la cara de la vergüenza que tuve ayer, cuando dijo que yo le gustaba. Vio mi cara de asombro, para luego estallar en carcajadas diciendo que fue divertido hacer esa broma. Quise golpearlo en ese instante.
–¡Hola, chicos! Les voy a pedir de favor que me tiendan sus consentimientos para poder dárselos al tutor– nos decía Peige.
–Oh mierda, casi te doy el mío y tú no eres mi delegada– dijo Ethan riendo. Le tendí lo que había pedido y miró a mi mejor amigo.
–Pero bien y podría serlo. Soy Peige, ¿tú eres?
–Atrevida, eh. Pero soy Ethan, Ethan Murphy para ser exactos– respondió guiñándole.
En ese momento alguien puso música en su móvil y una de las músicas de Justin Bieber se escuchó.
–Oh por Dios, esa es mi canción favorita– dijo emocionada Peige mirando a todos lados, buscando a quien había puesto la canción.
Inmediatamente el rostro de Ethan se iluminó y la miró con una gran sonrisa.
–¿Te gusta Justin Bieber? – preguntó.
–¡Claro! Pero no se lo digas a nadie, muchos no lo aprecian como cantante.
–Oh si, no saben lo que se pierden.
–¿Me parece o a ti también te gusta?
–¿Gustarme? Bah, ahora me gustas tú.
Peige soltó una carcajada nerviosa y negó con la cabeza.
–Los veo luego, Adiós Ethan– se alejó de los dos y entrecerré los ojos.
–¿Me parece o te ha flechado?
–¿Quién se ha flechado? – preguntó Laurie apareciendo de repente.