Hemos crecido viendo películas, escuchando historias o leyendo cuentos acerca de princesas: con hermosos vestidos, largos cabellos y zapatillas de cristal; y príncipes encantadores cuyo objetivo es rescatar a las doncellas del peligro que las asecha. Y seamos sinceros, todos en algún momento hemos soñado con el cuento de hadas perfecto.
Y qué perfecto sería todo si lo que leyéramos se hiciera tangible, o sea, ¿te imaginas a Cristian Grey en tú cama? ¡Ay, Santa Naranja! O cazando dementores con Harry ¡Si, quiero! Sin embargo, la realidad es muy distinta a la ficción y toca conformarse con el patán que te roba el sueño y que acosas desde que tienes memoria, o él que viste en el autobús y de quién te gustaría saber el nombre aún sabiendo que no volverás a ver o el chico de la tienda que te sonrió aquella vez y ya planeaste la boda, los nombres de los hijos y el color del perro.
Y lo entiendo, porque desde pequeña quise conseguir al hombre perfecto, el que de un solo baile ya se haya enamorado de mí y me busque por todo el mundo con un zapato para que me case con él, es decir, ¿quién no sueña con eso? Pero a medida que he ido creciendo (en edad, claro, porque Dios conmigo se esmeró haciendo un minion) me he dado cuenta que hay más sapos que príncipes, y si los hay, son de todos los colores, menos azules.
Estamos tan estereotipados, que creemos en la perfección y la buscamos sin darnos cuenta que estamos llenos de imperfecciones, ya que ni somos princesas, ni ellos príncipes; sólo queremos pensar que así es para no esforzarnos mucho y cuando todo sale mal, desanimarnos y no seguir intentándolo, con la excusa de que no era lo que esperábamos, pero ¿qué creen? nada lo es.
Por ello, ahora lo que quiero es un sapo, y no, no el animal, y tampoco ese que al besar se convierta en príncipe, ya que para ello necesitaría ser una princesa y a este punto creo que ya se dieron cuenta que no lo soy. Sólo aspiro a algo real ¿ustedes no? Ya estoy harta de máscaras, etiquetas y perfección, sólo espero que un viscoso y verde sapo se robe mi corazón.
Ahora bien, llegó la hora de adueñarnos de nuestra historia y dejar de ver las cosas como son, pero como si fueran. Así que... ¿Serías mi sapo?