Sevenadur

Geyh

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Esta tarde he tenido una visión. Vi a esa desconocida y en sus profundos ojos negros me pareció ver el cielo abierto, tal como dice Arkelt cuando habla de Lihra. El viento soplaba ligeramente dando movimiento a su largo cabello negro que le llegaba a media espalda. Su piel clara me pareció mucho más lisa que el mármol y, seguramente, será más suave al tacto que la más cara de las telas finas. Se acercó a Sihpu caminando tan ligera que parecía flotar en el aire. Salí de mi ensoñación cuando Sihpu señaló hacia mí y ella vino a verme.

 

- ¿General Veou? -preguntó ella.

- Para servirle... - dije, tratando de que no notara mi nerviosismo.

- Soy Geyh de Ideopi. Busco a Nayu de Sevenadur. Me dijeron que usted debe autorizar las visitas -me explicó.

- ¿Podría saber la razón de su visita? Es solo cuestión de seguridad -inquirí.

- Entiendo, General. -dijo- Mi visita es de índole personal pero, si no le molesta, los detalles puede conocerlos después por el mismo señor Nayu. Realmente es algo muy personal y no quisiera revelarlo si el señor Nayu no lo desea.

- Mmm... Comprendo. Si usted gusta puedo acompañarla a que realice su visita. De cualquier modo, estaba por dirigirme al Palacio Real. -mentí.

- Claro que sí. Digo, si no lo importuno -respondió.

- Por supuesto que no importuna -contesté y nos dirigimos al Palacio Real.

 

Un carruaje nos llevó a Palacio, con lo que disfruté de tan grata compañía. Nos fuimos en silencio, pero yo nunca me había sentido como entonces... me parecía estar soñando. Cuando llegamos, mandé a avisar a Nayu, quien era ahora Capitán de la Guardia del Salón de las Espadas, para que se entrevistara con su visita en la explanada de Palacio Real.

 

Geyh se despidió de mí con un delicado gesto de su mano y fue a ver a Nayu. Yo estuve coordinando las visitas reales que estaban por realizarse en los siguientes días. Estos asuntos me quitaban algo de tiempo, pero debía agilizarlas para que no hubiera conflictos con algún Rey que se sintiera desairado por el aplazamiento indefinido de su visita.

 

En esos momentos vino a mí Nayu. Su semblante, endurecido por el combate, ahora parecía sombrío y sus ojos habían enrojecido.

 

- Señor, necesito un permiso -afirmó con voz baja, algo inusual en él.

- ¿Que pasa, Nayu? ¿Te encuentras bien? -dije, preocupado. Se trataba de uno de mis hombres de mayor confianza, fuerte en la batalla, aunque ya su pelo dejaba entrever algunas canas.

- Acabo de recibir una noticia muy amarga, Señor. -dijo tristemente- Una dama de Ideopi muy querida por mí acaba de fallecer.

- Lo siento mucho, Nayu. -respondí- Ve a tu casa y descansa. Pediré a tu relevo que se encargue de la guardia el resto del día.

- Le agradezco, Señor. -fue su respuesta- Pero Rondio, mi relevo, viene llegando de un encargo de Arkelt. De cualquier modo, yo puedo cubrir mi turno, solo quiero un poco de tiempo para instalar a mi hija en mi casa.

- ¿Tu hija? -dije sorprendido, pues Nayu vivía solo.

- Sí, Señor. -contestó con una sonrisa agridulce en sus labios- Acaba usted de conocerla. Geyh de Ideopi, desde hoy, Geyh de Sevenadur.



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En el texto hay: aventura, magia, intriga

Editado: 18.01.2019

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