Shadow

Prólogo

El demonio del mal es uno de los instintos primeros del corazón humano. 
Edgar Allan Poe 
 

Tuve la desgracia de comprobar la crueldad humana con mis propios ojos cuando fui separada de mis padres a la edad de seis o siete años. No recuerdo mucho antes de aquello; vivíamos en la ciudad de San Petesburgo, donde había nacido. No tenía mas familia que ellos, tampoco recuerdo sus rostros o sus nombres; pero a decir verdad, eso ahora no me afecta en absoluto. Son espejismos en mi memoria, sonidos e imágenes sin sentido censuradas por múltiples interferencias. Supongo que aquellos que borraron mi memoria hicieron un trabajo eficiente. 
 


 

A veces resuenan en mi cabeza los gritos de la multitud que caminaba por las calles cuando la primera de las bombas estalló, a partir de ahí todo está confuso y difuminado. Recuerdo haberme desmayado tras recibir un golpe en la cabeza. Mis padres habían sido sorprendidos por el derrumbamiento de un edificio, mi padre había muerto sepultado y mi madre luchaba por salir de entre los escombros cuando un hombre vestido de negro se había acercado a nosotras, y le había disparado entre los ojos. Pero yo no tuve tanta suerte. 

Desperté en una habitación completamente blanca, el aire estaba cargado de olor a desinfectante y yo estaba sobre una camilla de hospital. Llevaba puesto un amplio camisón del mismo insípido color con un número en su parte frontal ‹‹002››. Aquel momento fue el último que pude pasar como yo misma; pues cuando la única puerta que adornaba la sala finalmente se abrió y aquel hombre de rostro afilado me miró con la sonrisa más falsa que jamás había visto, mi cuerpo y mi alma se tornaron oscuros.

Me convertí en una sombra. 

Éramos trece niñas en total; de edad y complexión similar además de huérfanas, personas a las que nadie echaría de menos y de las que nadie se acordaría después. Vivimos juntas diez años de entrenamiento, éramos llamadas mediante el número que a cada una se nos había asignado y el simbolo alfa no permitiéndonos el tener un nombre hasta que hubiésemos demostrado ser dignas de ello. 

Los experimentos empezaron tres semanas antes del último examen. La primera en entrar en aquel laboratorio fue 010, la mayor de todas nosotras; fuerte, valiente e inteligente como ninguna; nos había ayudado a deshacernos del temor cuando apenas éramos una crías. Al día siguiente de la intervención murió en su habitación por un paro cardíaco. Le siguieron 004 y 007; la primera por un fallo respiratorio y la segunda tras fracturarse el cuello en una de las múltiples convulsiones que había sufrido. Tras estos intentos fallidos lo volvieron a intentar; 005, 009 y 012 fueron recluidas en celdas para la investigación de su estado tras demostrar signos de inestabilidad mental y mas tarde, fueron asesinadas. 

Quedábamos siete supervivientes, las que habíamos completado el proceso de modificación genética con vida. Los días siguientes fueron complicados tanto para mí como para el resto de mis compañeras y apenas se nos había dado información. 001 comenzó a experimentar una fuerza superior, 003 desarrolló una gran resistencia térmica y la mayor parte de ellas comenzaron a presentar cambios. Yo no cambié en ese entonces, el objetivo que a todas se nos había implantado el día que fuimos reclutadas en nustto primer lavado cerebral había sido el de ser la más fuerte. Y ni un momento pude siquiera plantearme el quedarme atrás, no podía darme ese lujo. 

Aprendí  de forma básica nuevos idiomas además de matemáticas, estrategia y codificación. Desarrollé los ya amplios conocimientos sobre artes marciales que en aquellos años se me habían grabado a fuego; aprendiendo de cada esguince, fractura o contusión que mis oponentes me causaban. No me detuve a recobrar el aliento ni una sola vez, creo que en el fondo sabía lo que estaba por venir. Y debía estar preparada. 

Hasta una mañana tres días antes del último examen; cuando desperté y mis sentidos se desempañaron, pude sentirlo absolutamente todo. 

[...] 

Y aquí estoy ahora, siendo alguien que realmente no soy; tratando de completar mi mapa cerebral esclareciendo aquellas zonas que ellos decidieron borrar. 

Soy una sombra, pero a día de hoy no sé lo que eso significa. 
 


 




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