— ¿Y apostaron por ello? —Interpretó Ariadna cuando nos bajamos del coche azul marino hacia una casa de fraternidad—. No lo sé, Sel, prefiero que vayas a tu ritmo, ¡de acuerdo? Lisa y Ross me hablaron de él, y en taller lo vi abrazando a una chica rubia con demasiado cariño —explicó luego con una nota de rechazo.
—Estoy tomándolo con calma —me defendí—. Y se trata de su mejor amiga, Sibila. Aunque hay mucha polémica en esa relación, al menos por lo que he oído.
— ¿Y te gusta? Me refiero a... estamos aquí en una fiesta de su fraternidad... ¿es por alguna razón en particular o sólo por la apuesta? —Me detuvo a medio camino dejando que pasaran un grupo de chicos al interior con cervezas en lata—. Sabes a lo que me refiero. Tú entiendes. Las cosas podrían complicarse como...
—Ey, ya. Estamos aquí porque perdí una apuesta y porque nunca hemos salido a divertirnos desde que te conozco —le aseguré. No hacía falta que lo remarcara todo el tiempo. Demasiado tenía con mi memoria saboteadora. Ariadna no parecía convencerse.
»Además, existe una razón particular, porque hasta el día de hoy jamás había oído de un tal Logan en ninguna conversación. Y lo supe gracias a Axel. ¿Desde cuándo no me dices de los chicos que conoces, Ari?
Ella intentó aplacar la sonrisa que se había formado en sus labios torpemente.
—Es un chico agradable —explicó—, nada del otro mundo. He estado yendo a ver sus entrenamientos... como hobbie... ya sabes. Se le da bastante bien.
— ¿No me digas? ¿Acosar a las personas se ha vuelto un hobbie?
—No estoy acosándolo —se defendió mi compañera—. Escucha, hablaremos de Logan después. Lo único que quiero saber, es si te sientes cómoda con Axel. Es que lo veo muy confiado contigo y no me gusta. Sólo puedo pensar en Jenks y...
―No ―la detuve. Sentí mis ojos cristalizarse al instante. Su recuerdo estaba tan cercano a mis emociones aún―, nada será igual.
―Nunca lo hemos hablado bien, ¿no quieres volver y...? Tú sabes que puedes confiarme lo que sea.
―Estoy bien. No te preocupes.
― ¿Segura? ―Ella insistió nuevamente. Respiré profundo y asentí.
―Perfectamente. Anda vamos, necesito algo para beber, muero de sed ―la empujé suavemente hacia el interior y la música y el calor envolvente nos cortó la respiración.
Las luces colgaban desde el techo y las escaleras de la casa. Los jugadores y sus fans estaban repartidos por todo el salón con sus cuerpos pegados uno al lado del otro y vibrando con las ondas de la pista de DJ improvisada.
Ariadna me arrastró hacia la cocina y de la nevera extrajo dos latas de Samuel Adams, antes de volver a reunirse con los demás en la pista de baile de la sala.
Un chico de cabello castaño rizado abrazó a Ariadna por detrás y ésta se sobresaltó en una sonrisa juguetona.
Fruncí el ceño. Recordando hace un momento su perturbación por la exaltación que Axel demostraba conmigo. Logan parecía tratarla de la misma forma.
Claro que ella no era yo; y ella no había huido de su cuarto a medianoche para cometer el error más grande de su vida que nos obligaría, horas después a huir de forma permanente.
―Sel, él es Logan ―chilló mi amiga tomando del brazo al aludido. Sonreí forzada―. Tomamos algunas clases juntos en el insti. Me hace compañía cuando no estás.
Fruncí el ceño sin entender mientras él daba un paso y sonreí galante.
―Hola Sel.
―Hola ―imité su gesto porque no sabía qué más decir.
―Axel me ha hablado de ti ―asentí―. Dice que continuamente lo rechazas y le sugerí proponerte una apuesta.
Asentí, comprendiendo el comportamiento de Axel.
»Se le dan bastante bien las apuestas, ¿no? —Me sonrió a modo de juego y sólo pude imitarlo.
— ¿Lo has visto?
Ariadna enredaba sus dedos alrededor de los de él con impaciencia. Noté aquel gesto, con sorpresa, de hecho. Preguntándome desde cuándo esto funcionaba.
Logan se encogió de hombros observando a su alrededor.
—Estaba buscándote hace un momento. Tal vez este del otro lado. Ven, te acompañamos a buscarlo.
Me negué, consciente del mal tercio que estaba haciendo entre ellos e insistí en que lo encontraría sola. Los dejé retirarse hacia la pista de baile y sonreí a mi compañera por ver una grata sonrisa en su semblante.
Sólo hasta esos momentos pude comprender a qué había estado abstrayéndome por tanto tiempo, de qué mantenía alejada también a Ariadna; y la culpa me invadió.
Siempre había valorado su amistad porque no había nada que no pudiese confiarle. Pero realmente había sido muy egoísta al apartarla de las costumbres de tantos jóvenes. Ella había necesitado esto.
Me aparté de la multitud a mi alrededor que se me había antojado asfixiante y abrí las puertas del exterior.
La temperatura había descendido algunos grados. Una brisa fresca atravesó mi rostro limpiando las gotas de sudor de mi frente. El puerto de Ventura en el noroeste de la planicie de Oxnard podía divisarse desde el pórtico del barrio. Las luces de la costa centelleaban también a lo lejos con menos frecuencia que las del interior. Y sentí la necesidad de acercarme a deslumbrarme con ellas.
Me acercó apenas unos metros por encima de los escalones para tener mayor altitud cuando oí la voz de Axel susurrar cerca.
Lo busqué a mi alrededor, rodeando la casa de arbustos y luces tenues apuntando hacia la entrada y lo hallé apoyado sobre un Honda Civic rojo impoluto fregando su sien con rudeza. Una joven de cabello alisado platinado estaba con él con semblante inexpresivo.
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Editado: 16.05.2020