Un grito estrangulado surgió de mis cuerdas vocales y su aullido laceró mi interior. Caí envuelta entre sábanas a la moqueta de la habitación con el sudor frío corriéndome por la espalda. El aire se escapaba de mis pulmones sin poder retenerlo mientras intentaba controlar los frenéticos latidos de mi corazón exaltado.
La luz se encendió en la habitación y una Ariadna preocupada se precipitó sobre mi cuerpo completamente tenso por la situación anterior. Intentó abrazarme, pero aun no me sentía a gusto con lo que veía a mi alrededor. Todo se veía tan diferente.
—Selene... Ey... Sel —Ariadna no conciliaba calmarme—. Basta, tranquila. Sólo fue una pesadilla.
Pero no podía creérselo, no podía concentrarme en la cruda realidad que nos rodeaba, cuando los latidos precipitados de mi corazón me advertían que no era cierto.
—Sólo fue un sueño, calma.
—Ari... —Musité apenas antes de romper en llanto dejándome abrazar finalmente. La inquietud que sucumbía en mi pecho se esparcía el resto del cuerpo, drenándome de aquella adictiva adrenalina—... Fue muy real, no podía despertar...
Ariadna me cubrió con sus manos, acunándome contra su pecho para calmar el miedo. Aquella escena se había repetido tantas veces en mi vida; había pasado por tanto con ella a su lado que no podía sentirme de mejor manera con otra persona.
Sollocé bajo su abrazo sintiéndome tan torpe y asustada por convencerme de esas pesadillas. La vergüenza era una costumbre que sucumbía demasiadas veces a mi rostro.
Me hacía sentir una niña, débil que necesitaba protección. Pero no podía sentirme de otra forma, le temía a las sombras, le temía a los sueños, a dormir...
— ¿Estás bien? ¿Qué viste? —Ella instó y no pude más que respirar e intentar invocar esas imágenes.
—Las vi... me rodearon. Estaban por todas partes, ahogándome... Y estaba Seth...
— ¿Seth?
—Sí, quería hacerme caer... él me empujaba.
—Aguarda, ¿soñaste con Seth? ¿A dónde te empujaba?
Finalmente me aparté de su abrazo cuando sentí mi cuerpo recuperarse. Imágenes perturbadoras sucumbían a mi memoria pero ya no podían hacerme daño.
Recapitulé el momento en que había aparecido al otro lado de la calle, el momento en que me condujo hasta el acantilado y me lanzó. No era consciente del momento en que regresé al departamento y me dormí.
¿O había sido todo parte de la misma pesadilla? No estaba segura y no podía pensarlo en frío en esos momentos. El filo de las rocas se sentía ardiendo en mi piel aún.
—Caímos a un acantilado de rocas, al noroeste de aquí. Estaba muy alto... Sentí... el aire golpeaba mis ojos... las rocas filosas me atravesaron —me detuve a medio relato, un nuevo recuerdo—. Pero él nunca cayó, parecía como si... flotara.
Ariadna alzó las cejas.
—Flotaba —repitió. Asentí confundida—. Es el sueño más raro que has tenido hasta ahora; y es la primera vez que sueñas con personas que conoces, lo que lo hace aún más extraño.
»No me gusta. Nada. Este tipo de cosas es lo que dejabas atrás. Todo esto tiene que terminar, Selene. No habrá más excusas tú... tú no puedes continuar así. Tenemos que hacer algo que te aísle de todo eso —resopló incorporándose—. ¿Viste a Seth ayer por la noche?
—No —respondí confundida—, o tal vez sí —me incorporé bruscamente caminando hacia la ventana—. Es que no recuerdo quedarme dormida. Axel me trajo a casa y Seth apareció después... ¿O fue en mi sueño?
—Demasiado alcohol por una noche —apuntó la morocha—, ¿por qué no vuelves a dormir? —Bostezó—. Tal vez así te aclaras la cabeza.
—No creo que pueda volver a dormir —afirmé, sintiéndome completamente despabilada. Busqué el horario en mi móvil y me sobresalté—. ¡Pero si apenas falta una hora para ir a clases!
Ariadna volvió a bostezar.
—Gracias, ahora tendré que madrugar.
Decidí tomar una ducha caliente para apartar los pensamientos y el mal sabor de boca que me había dejado la pesadilla. Las últimas imágenes de mi caída eran perturbadoras. Estaba segura que Seth había caído conmigo pero a mi alrededor todo se veía confuso.
Aún no podía establecer el broche de la realidad entre el momento con Seth y mi caída entre las sábanas. Pero podía sentir sus manos sobre mí, sosteniendo mis caderas, su aliento golpeándome el cuello sensiblemente, todo su cuerpo tenso y vibrando tras de mí.
La oscuridad aplastante de sus ojos escrutándome; el peso de su cercanía enviándome escalofríos.
Bebí apenas un café durante la ducha de Ariadna y encendí la televisión, lista para partir en cuanto Ari estuviese lista.
En la KTVU, una fotografía familiar llamó mi atención y subí el volumen a la nota periodística.
—Esta madrugada, el cuerpo sin vida de Natalie Newmann, una joven desaparecida desde el pasado sábado fue hallado en el este del puerto de Ventura. Sus padres evitaron hablar acerca del trágico hecho pero los forenses nos han proporcionado algunos detalles de su fallecimiento —explicó la locutora.
Contuve el aliento al ver las crudas imágenes y detalles de su muerte.
— ¡Qué horrible! —Ariadna emergió del pasillo—. ¿Te imaginas a sus compañeros? Hoy no será un día normal en el insti —acomodó su cabello húmedo a un costado para trenzarlo—. ¿Crees que saltó?
—No. No me imagino a alguien pensando en suicidarse de esa forma.
Instantáneamente visualicé el puerto; el vértigo de la imponente altura, el aire asfixiante al caer, las lágrimas cubriéndole los ojos y las rocas filosas atravesándola por completo.
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Editado: 16.05.2020