Ariadna llevaba hora y media en mi habitación, hablando de su noche con Logan. La sonrisa de su semblante se mantenía intacta al mencionarlo en algunos argumentos y explicaba con detalles las conversaciones que habían tenido como si le fuese imposible borrársela.
Apenas tuve oportunidad de hablar acerca de mi descubrimiento con Axel y la gráfica escena de lo que era capaz de hacer Seth con una mujer que le gustaba.
Aquello aún me removía los pensamientos. La forma en que sus brazos fuertes habían tomado a la joven hasta la altura de su cintura; la opulencia masculina cerniéndose sobre el cuerpo débil de su presa; el increíble fanatismo de los gemidos impacientes de la morena.
En mis sueños, había deseado ser ella.
Nunca ningún chico me había tomado de la forma en la que Seth lo había hecho la noche anterior. Me sentía avergonzada por mis sueños.
Ariadna levantó la vista hacia mí en cuanto acabó de escribir un texto en el móvil y añadió a su argumento:
—Lo que yo creo, es que estás dando demasiada atención a un chico que no tiene nada que ver contigo.
—No le doy atención, no sé cómo explicarlo pero... él es tan extraño. No puedo explicártelo, pero...
—Es extraño, bien, ¿qué hay con eso? A ti no te influye en lo absoluto —objetó la morocha.
—Siempre hace preguntas extrañas —decidí ignorarla, sin oír sus argumentos—, parece interesarse por cosas sin sentido y, escucha, es el único estudiante capaz de regresar del bosque sano y salvo, según Ross. ¿No se te hace raro? Y ni hablar de Viola.
Ariadna se encogió de hombros.
Medité unos instantes. En la conversación que había oído de Axel y Sibila ellos lo habían mencionado también. Dijeron que lo había notado raro.
Pero según mi criterio él ya formaba parte de lista de los chicos más raros que fuera a conocer en mí vida. No le veía el lado curioso a la situación. Tal vez Sibila hablaba de algo más, pero no podía resolverlo.
—Escucha, sé lo que quieres decir —continuó Ariadna—, necesitas mis habilidades detectivescas para este tipo de situaciones y lo entiendo a la perfección. Te ayudaré.
Solté una risita divertida.
—Pero tú me pagas el combustible.
— ¿A dónde quieres ir? —Indagué. Ariadna sonrió con astucia.
—Bueno, es sábado por la noche, y por lo que viste ayer, a Seth le fue de maravilla en la caza nocturna, por lo que deberá regresar entusiasmado a por una nueva presa.
— ¿Una qué? ¿De qué estás hablando?
Casi no podía hablar coherentemente. La risa se me hacía forzosa y entorpecía mis modulaciones.
—Hablamos de hombres, cariño, eso hacen. Seth quería una chica fácil que aceptara tener sexo con él en un lugar oscuro como el callejón y lo consiguió. Apostaría un batido de fresa a que volverá a ese bar.
—Aún mejor, el dinero para el combustible —presioné intentando librarme de esa parte.
Ariadna aceptó entusiasta.
Al acercar se la hora acordada nos vestimos para regresar al bar y Ariadna aparcó en el estacionamiento entre una fila de coches oscuros que le diesen cierto ambiente camuflado.
—Espera, espera —una llamada a su móvil acabó por enfadarme—. Es Logan.
—No contestes.
—Tengo qué...
—No, Ari, prometiste ayudarme.
—Sólo entra para ver si está ahora te alcanzo —masculló ella y en el momento en que quise añadir algo más ella atendió a la llamada.
Maldita Ari y su estupidez de Logan.
No quería enojarme con ella todo el tiempo pero ese día había tenido suficiente de él y sus cosas románticas. Necesitaba a mi compañera a mi lado para esto. Era importante para mí.
El mismo ambiente tétrico, las mismas luces tenues y el aroma a tabaco volvieron a impactarme con ferocidad.
El plan de Ariadna era muy infantil, sabía de antemano que Seth no estaría allí y que seguir a una persona para obtener pistas acerca de su vida era una idea que sólo podía dar resultado en las películas de Sherlock.
A mí no se me daban esa clase de actuaciones. Y las películas de Sherlock me resultaban enormemente aburridas.
Recorrí el salón y las pistas de baile donde había mayor aglomeración pero no lo hallé de ninguna forma.
El callejón donde lo había visto la última vez, tampoco resultó alentador, entonces me ofusqué aún más. No sólo porque no podía dar con él, sino porque Ariadna no me acompañaba en esta situación. Hubiese sido mucho más divertido con ella haciendo poses dramáticas de espías y tarareando la música de la canción Mission Impossible de la película.
¿Por qué, de todas formas, quería hallarlo? De antemano sabía lo que podía causarme estando en medio del instituto; debía estar preocupada por la poca visibilidad y desinterés colectivo en que correría peligro si lo encontraba y las sombras reaparecieran.
Además, no tenía por qué saber cosas acerca de su vida, me bastaba con ignorarlo y mantener una prudente distancia para estar a salvo. Pero la curiosidad picaba demasiado en mí acerca de su vida y deseaba llegar al fondo del asunto que esos tres personajes parecían entrañar.
Me giré nuevamente al interior del lugar y tuve que retroceder al finalmente hallarlo, justo frente a mí.
Llevaba una camisa oscura ajustada que acompasaba la rigidez y opulencia de su cuerpo. Una mirada salvaje, malicia dominaba su semblante y le daba un aspecto de incitante misterio.
Tragué saliva, duro. No importaba si instantes antes me había rendido del asunto, verlo reaparecer de esa forma tan atractiva y subyugante me bastó para olvidarme de todo lo anterior.
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Editado: 16.05.2020