Sus manos eran una enredadera encima de su presa, sus labios acaparaban cada minúscula porción de su boca, ahogando jadeos, gemidos, disparos de su rasgada voz pidiendo ayuda. Él no la oía, o fingía no hacerlo, bebiendo de su cuerpo la vida como si fuese su elixir, sediento de ella.
Lo observé embelesada, cómo sus manos expertas la tomaban por la fuerza y enviaban disparos eléctricos hacia su víctima, inmovilizándola bajo su poder.
Mi cuerpo casi podía sentir aquella electricidad, era estática en el tiempo.
Pude oír el desgarrador aullido de su voz desvaneciéndose entre el susurro del viento, mientras que en su último aliento, tomaba algunas hojas secas que lo rodeaban y, lentamente, las liberaba.
Retrocedí incrédula a la conducta, omnisciente en aquella escena de la pareja, y sentí una punzada en el brazo que mandó a encender la alarma en mis sistemas y aceleró mi pulso. Una figura, deslizó sus dedos por encima de mi brazo y el pánico me llevó a desgarrar mi garganta en un grito antes de despertar.
Nuevamente a mitad de la noche, jadeando, sudando y con la piel erizada ante la escena del acto, me despertaba. me despertaba.
Pero en el impacto de la situación y el súbito despertar, no atendí a mi habitación hasta el momento en que una figura oscura y siniestra, saltaba por mi ventana a mitad de la noche con una velocidad que la lucidez de ese momento no me permitió comprender.
Mi cuerpo se tensó de inmediato y sentí vibrar mis músculos adormecidos en protesta. Al instante siguiente estaba petrificada frente a la ventana abierta de mi habitación, intentando entrever entre las tinieblas y mi razón que me gritaba que era una locura lo que hacía.
Nadie había estado en mi habitación. Nadie había saltado de la ventana. El shock del momento me había arrebatado la poca cordura que me quedaba sobre mi instinto de supervivencia.
Me forcé a pensar en las sombras, en lo volubles que eran, lo ligero de su peso y deduje que su forma humana había sido una invención mía luego de aterradora pesadilla.
Sin embargo, esa reflexión no me devolvió los ánimos para volver a descansar en mi recámara, como tampoco concilié recuperarme de las escenas que me habían atormentado durante la noche, con la figura distorsionada de la mujer del bar nocturno con Seth devorando sus labios.
En el instituto mis ánimos no cambiaron, y un aura sombría y tenue embadurnó las paredes y la escasa luz del nublado día de septiembre. Los estudiantes del Ventura se comportaban uniformemente a sus actuaciones diarias. Nada cambiaba a mi alrededor, a excepción de la oscuridad de mis pensamientos alterados a la escena de las pesadillas.
En clase de deporte, Ariadna y yo nos distanciamos un poco. Si bien era cierto que disfrutaba de su relación con Logan, me inquietaba un poco la forma en que la nuestra se veía afectada. Era la primera vez desde que la conocía que sentía que algo más importante que yo, ocupaba sus pensamientos y no sabía cómo reaccionar.
Pero lo cierto era que en esos momentos la necesitaba, necesitaba de su voz y su compañía. A mi alrededor las cosas comenzaban a ensombrecerse al transcurrir los días.
Las sombras continuaban reapareciendo ante mí como si realmente no pudiesen mantenerse alejadas; algunas veces se presentaban como una neblina oscura y volátil, otras, tomaban forma de aquel ente que se asemejaba a un hombre y me paralizaba su presencia.
Había huido de Nevada por esas circunstancias ―además―, y porque sentía que estaba perdiendo el control con las sombras que me acechaban. Pero no tenía sentido huir, no tenía sentido intentar sobreponerme a ellas, porque siempre me encontraban a su merced.
Durante el primer receso busqué a Ross para continuar con nuestra conversación de tira y afloja pero no lo hallé. Sospechaba que se había ausentado del insti. Realmente no lo había visto esa mañana.
Acercándose a la hora de las duchas, decidí tomarme un descanso para llenar mi botella y alejarme del resto por unos momentos. Las imágenes de la pesadilla y el ente con forma humana que había visto luego, no se disolvían de mis pensamientos. Estaba aterrada.
Me dejé caer unos minutos sobre una de las gradas y el peso de un par de ojos observándome me llevó a hallar a Seth a unos metros de distancia.
La última conversación entre nosotros también latía en mi mente. Él sabía mucho más de lo que hablaba. Tomé mi bolso con la intención de ir a buscarlo pero su opulencia física apreció a mi lado antes de que pudiese siquiera incorporarme.
Fruncí el ceño, pero no dije nada acerca de su increíble velocidad.
— ¿Día complicado, Luz?
—Si te lo dijera, no lo creerías.
Seth se sentó junto a mí y enarcó las cejas en un modo siniestro. La oscuridad de su escrutinio mandó a recorrer escalofríos a mi cuerpo y presioné mis piernas juntas para evitar que viese el efecto que tenía sobre mí.
—Pruébame —sugirió él, pero después su semblante cambió insinuadoramente—, muero de ganas porque lo hagas.
Pasé saliva pero no le di la satisfacción de verme nerviosa o agitada. Intenté fallidamente controlar mis temblores pero concentré su atención en algo más afilado que sus palabras.
―Lo único que pondrás a prueba, Seth es mi paciencia. Lo pienso cada vez que estás cerca, en serio.
—Es una lástima. Pienso que sería estimulante un poco de atención de tu parte, ¿sabes? ―Acarició su mentón sin dejar de observarme―. A veces no le hallo el atractivo a las negativas. Pero siempre puedo intentar hacerte cambiar de opinión.
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Editado: 16.05.2020