La conmoción tras el suicidio público de Mark Thompson ocupó cada pensamiento, discurso y conversación durante el siguiente día de clases. La asesoría pedagógica del instituto contrató manos extras que aportaran su ayuda a los jóvenes que sintieran que la necesitaran e insistieron en los aportes a la policía de quienes recordasen algo más de los hechos.
La mayoría de las clases se hicieron densas y sobrecargadas con discursos de aliento y preocupación por la parte docente, que buscaba enmendar el daño moral entre los estudiantes y prevenir futuros semejantes.
Pero la comunidad estudiantil estaba deshecha. Podía observarse en los semblantes desganados de quienes recorrían los pasillos para asistir a clases, y en los silencios de dolor durante los recesos. Los estudiantes atravesaban un dolor colectivo que parecía aumentar en zancadas sin explicación. Aquello era descomunal, porque no tenían forma de comprender qué le sucedía a sus compañeros instantes antes de quitarse la vida.
Desde que había llegado al condado sólo había presenciado muertes y asistido a velorios que —aunque no conciliaba relación con el difunto—, me causaba una pena irremediable.
A mi alrededor la gente moría. Los jóvenes se quitaban la vida y nadie entendía el por qué.
Intenté apegarme a mis propias preocupaciones para pasar desapercibida a la sensación de muerte que se instalaba en las congregaciones y hallé a Lisa en los jardines del campus con un cigarrillo en la mano y una lágrima seca sobre su mejilla.
Me senté junto a ella, recordando la relación que llevaba con Mark y su llanto tras el incidente en el campo de futbol. Ella no pareció notarme. Su expresión continuaba discerniendo con lo que la rodeaba.
—Hola, estaba buscándote. Te saltaste la clase de bio hoy y pensé que tal vez necesites de mis apuntes en la siguiente.
—No estoy pensando en eso ahora, Selene.
—Lo sé —una obstrucción en mi garganta produjo un silencio incómodo—. Oye tú... Tú sabes que si necesitas algo, o si quieres simplemente charlar...
Lisa sorbió su nariz y los cristalizados ojos brillaron al sol.
—Nos sentábamos juntos en historia del arte. Él siempre usaba mi rostro para sus proyectos, aunque a la profesora McQuency no le gustaba —sorbió su nariz una vez más—. Veíamos series por las tardes y asistíamos al mismo club de teatro cada jueves por la tarde tan sólo para reírnos de los que se lo tomaban en serio.
—Lisa yo...
—Mark me invitó a salir una vez y me resultó tan estúpida su petición que lo rechacé. Desde entonces nunca más lo intentó pero... Es que me hubiese gustado salir con él.
—A veces hacemos cosas sin pensar...
—Era un buen chico —lágrimas rodearon su rostro contraído—. Hacía ejercicio por las noches y practicaba deportes. Quería entrar en el equipo aunque aún no se sentía listo y leía mangas sobre demonios y seres místicos por diversión. Tenía un buen promedio, siempre estaba por encima de los demás aunque eso no lo tuviese en cuenta y...
Sentí la angustia también y acaricié su hombro.
—Lo siento mucho.
Lisa se echó sobre mí, enterrando su rostro en la melena suelta de esa mañana que alcanzaba mi cintura. Los sollozos se hicieron más fuertes, más sentidos, más desgarradores a medida que las lágrimas mojaban la camisola que traía puesta.
— ¿Cómo es que...? —Sollozó Lisa en un hilo de voz, antes de quebrarse—. ¿Por qué?
No respondí. Atendí al dolor de Lisa con el silencio y la compañía que creía que necesitaba y la dejé desahogarse sobre mi hombro hasta que se sintió lista para calmarse.
No era la primera vez que oía el argumento de un amigo de las víctimas, pero sí era la primera vez que oía a Lisa luego de dos pérdidas en menos de un mes.
—Nadie se esperó algo como eso, Selene, ¿lo entiendes? —Sus ojos desorbitados en lágrimas y pocas horas de dormir.
—Lo entiendo, Lisa. Has pasado por dos pérdidas en poco tiempo, e imagino cómo debes sentirte después de lo que viste. Lo que todos vimos en esa cancha.
Ella cerró los ojos, como si el mártir se repitiera en su cabeza una vez más.
—Con Ross sí —ella asintió—. No te imaginas cómo ha sido todo después de que él... Pero a Mark... Mark estaba... bien... Yo... Lo vi esa mañana como cualquier otra y... Tenía estas pesadillas...
— ¿Pesadillas?
—Ah, sí. Últimamente no dormía bien... Estaba exhausto todo el tiempo. Siempre parecía cansado.
Recordé el rostro desorientado de Mark cuando lo conocí. Su expresión desorbitada, casi como en trance.
— ¿Por qué no dormía bien? ¿Qué le sucedía? ¿Estrés?
—No, no, no era estrés. Había dejado de hacer muchas actividades luego de que esto le sucediera, ¿sabes? Era como si realmente lo perturbara algo.
— ¿Te dijo qué clase de pesadillas?
—No, no realmente no mencionó mucho de ellas, tan sólo que... lo asustaban —Lisa secó sus lágrimas—. Pero eso no importa ahora yo... estoy segura que no era importante porque... Bueno, nadie hace una locura como esa por sueños, ¿verdad? —Enfrentó mis ojos, buscando apoyo. Pero esos ojos, habían presenciado los últimos minutos de Mark con vida y no estaban realmente seguros de nada—. Gracias por estar aquí, Sel. Gracias por escuchar. Eres una buena amiga.
—Si me necesitas, tienes mi número, Lisa.
Ella asintió, apagando el cigarrillo casi intacto de sus dedos e incorporándose del césped.
»Lisa, ¿recuerdas mi libro de dibujos que viste la primera vez que hablamos? ―Ella estaba desconcertada, pero asintió―. Dijiste que te gustaba uno de entre todos los demonios que dibujé. ¿Lo habías visto antes?
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Editado: 16.05.2020