Shira: La joven guerrera

Capítulo ⅠⅩ

Desde los ojos de Dirzan:

Cada tarde ordenaba buscar a Adelaida y que comiera conmigo. Durante más de diecisiete años estuve buscando a esa hechicera, para poder absorber sus poderes. He destruido y absorbido el poder de muchos seres, pero ninguno se comparara a la magia que oculta esta mujer. Y ahora que la tengo, sólo queda esperar la Luna Azul, y seré inquebrantable.

Esta tarde aquella mujer se resistió a comer conmigo, lo cual me enfureció bastante.

Tráiganla —dije sereno. Ocultando la furia.

Los híbridos de monstruos obedecieron y la trajeron. Al colocarla a unos metros de mí, obligaron que se arrodillara, pero al resistirse ésta chocó contra el suelo, levantó su cabeza, dobló sus rodillas, sentándose sobre sus pies e inclinó su rostro, el cual cubría su cabello. Me puse de pie del comedor, me acerqué a ella, que se encontraba al final del asiento del otro lado del comedor.

—Adelaida... —traté de ponerla en pie pero esta me evadió, dándome un codazo en el estómago. Unos de los híbridos golpeó su rostro, provocando que sangrara de la nariz, al mismo tiempo sosteniéndola fuertemente.— Las cosas hubieran sido tan diferentes si no me hubieras rechazado durante nuestra juventud. Yo en verdad te amaba. Ahora veo un gran beneficio en ti y no puedo dudar en aprovecharlo.

Segundos después, decidió mirarme y lo hizo con tal repugnancia que me llenó de ira, casi soy capaz de pegarle, pero me detuve.

—Siempre supe que eras un monstruo.

—Te busqué bastante tiempo Adelaida, pero eres poderosa. —no respondió y con sólo un gesto de mi rostro los híbridos apretaron sus manos provocándole dolor.

—Siempre estuve aquí, imbécil.

—Buen método para protegerte a ti y a tu querida hija. —dije dando vueltas alrededor de ella— Tu querida hija... La necesito para el conjuro de la Luna Azul —sostuve su mentón pero esta me escupió en la cara, riéndome saqué un paño y me limpié.

—Me alegra tener tu saliva en mí.

—¡Me quitaste a mis padres, me quitaste a mi esposo, me quitaste a mi hermano, me quitaste a mi pueblo! —Decía con una voz estruendosa— Pero te juro que no me quitarás a mi hija aunque tenga que morir en el intento.

—Y morirás querida. —reí. Su rostro de rabia cambió completamente, sus ojos se abrieron y su temblor recorría su sangre.

—Absorberás mi poderes —dijo, entrando en razón—, para eso la Luna Azul y para eso mi hija.

—Oh, ¿Recién entras en razón?

—No lo lograrás —rió a carcajadas y entré en confusión. Se inclinó hacia adelante para decir algo pero los híbridos la detuvieron sosteniéndola en ambos brazos, apretando fuertemente.

—¿Por qué ocultas tus poderes, ¿A caso el hombre que te abandonó te hizo prometer que los ocultaras?

—Él no me abandonó —susurró— ¡tú lo mataste!

— ¡Silencio! —Grité— ¡llévensela a la celda! —ordené estando de espaldas a ella. Obedecieron rápidamente, arrastrándola contra el suelo y esta no hizo movimiento alguno.

—No comerás.
—los híbridos volvieron.

—Señor, ¿Por qué no la asesina de una vez?

—Porque espero la Luna Azul. —caminé hacia una mesa que se encontraba frente a la ventana y abrí el mapa que estaba en él. En el mapa está dibujado los nueve estados de la Luna, la Luna Azul llegaba en 21 días— Es la única forma de absorber sus poderes, porque sé que los tiene.

—¿Para qué insiste tanto en absorber sus poderes? —giré sobre mi eje para decirle algo, pero en ese mismo instante entró la bruja Leah, más rejuvenecida de lo normal, seguro devoró varios bebés del pueblo.

—Dirzan, —dijo con su voz altanera de siempre— usted me llamó. —me coloqué frente a ella, quedando en una distancia considerada.

—No te di permiso de matar niños.

—Lo necesitaba y usted me lo debía.

—Necesito que, me traigas a Shira y destruyas todos los que están con ella.

—No haré nada si no me entrega el diamante de la Reina Zhatara, prometió que lo haría. —los tatuajes en su piel se iluminaron en un color naranja oscuro, indicando que no le puso de buen humor.

—Tendrás tu regalo si lo haces, Jenay, un joven que viene con Shira, lo tiene.

—Sí, hace unas semanas dijo que lo traería para mí con el diamante.

—Y así iba a ser, pero huyó, envíe soldados para que lo destruyeran pero él y Shira lo vencieron.

—Al parecer son fuertes.

—Sí, por eso te envío a ti, es fácil encontrarlos. La sangre de Jenay atrae seres oscuros y, bueno, por esta misma razón es que los conjuros de Adelaida se deshicieron cuando él entró a su casa. Pero no entiendo porqué no se detuvo cuando Shira lo introdujo al campo de protección, pero eso no importa, lo bueno es que gracias a eso al instante mandé a buscar a Adelaida, y a destruir el lugar para que no tuvieran donde ocultarse. Sé que Jenay está con Shira y puedo saber a dónde se dirigen, pero no puedo ver con quien más está.




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