Enora Becker
Dos semanas han pasado desde que James llegó misteriosamente a la casa y Tammy lo defendió, lo que también significa que estamos a dos semanas –bueno tres- de la feria, ya empecé a pintar.
Claro que si pintar todo negro se puede tomar como pintar... Pinté.
16 de abril, sábado y tengo una cita con James.
Eso es bueno, me gustan nuestras citas, siempre son de noche y al menos por esta vez eligió un día normal para salir de noche, ya que normalmente se le antojaba salir un día en el cual tenía clases al día siguiente.
Pero aún falta mucho para la noche, apenas son las 12 y voy saliendo de mi clase de piano, me gusta, cada vez voy más avanzada, aunque estuviera mucho más si pudiera practicar en casa, pero no tengo un piano –o un teclado- para practicar, así que debo esperar una semana para volver a tocar.
Llegué a casa en el Audi...
Oh si, Tiago me presta el Audi para ir a mis clases los sábados y aún mantenemos el acuerdo de que yo conduzco en la mañana para ir a clases y él en la tarde de regreso.
—Hooooola. –dije y mi voz resonó ante el silencio sepulcral. –¿Samantha? ¿Eres tú? –dije con un hilo de voz.
Debo admitir que me dio miedo tanto silencio en esta casa un sábado al medio día, a esta hora solían estar quemando –digo cocinando- la comida, pero nada. Además de eso, había visto Frozen II con Tiago la semana pasada y adoro a Olaf, mi personaje favorito sin duda.
Me causó mucha gracia cuando estaba solo en el bosque llamando a sus amigos y nombró a "Samantha" pero obvio que nadie se llama Samantha, así que cuando siguió caminando y se abrió la tierra, pensó que era Samantha, ando jugando con eso desde la semana pasada cada vez que algo se mueve solo o hay ecos como estos en la casa.
Aunque si alguien me llega a responder voy a salir corriendo.
—No conoces ninguna Samantha. –la voz de Tiago hizo que me exaltara- ¿Tan feo soy solecito? –dijo haciendo un mohín.
—No tonto, es que estaba distraída. –en mis pensamientos claro- ¿Dónde están los Aiken?
—Salieron. –y una sonrisa perversa se dibujó en sus labios.
—Es decir, ¿que estamos solos en casa? –asintió y me mordí el labio inferior.
—¿Alguna idea? –dijo sugerente.
—Podemos cocinar algo. –dije y reí ante su ceño fruncido.
—No era lo que tenía en mente, pero si es lo que quieres... -¡esa voz! Así no se puede vivir sin tener calorones cada dos segundos.
—Tú mismo lo dijiste James. –pronuncié cada letra suavemente y lo miré fijamente- No podemos hacer nada hasta que tu decidas hacerlo oficial. –me dirigí a la cocina.
Me siguió, obviamente.
—Pero podemos hacer la excepción, las reglas están para romperse. –dijo mientras me agarraba por detrás y me apretaba la cintura.
Sé fuerte Nora, no caigas ante la tentación, el hambre puede más.
¿Hambre de comida o de James?
Co-mi-da.
Ja-mes.
No voy a escucharme, debo comer comida.
Técnicamente James es...
Cállate.
Cata –mi conciencia- fingió hacer un cierre sobre sus labios para quedarse callada.
—Tengo hambre. –dije después de dos segundos los cuales sentí una eternidad hablando conmigo misma.
—¿Qué vamos a comer?
—Pues... -abrí la nevera y nada- Aquí no hay nada Tiago.
—¿Por qué crees que siempre pedimos delivery? –dijo obvio.
Puse los ojos en blanco y se acerco a mí.
—Pero si quieres podemos dejar la comida y...
—Ir al supermercado, que buena idea. –le dije dándole un corto beso en los labios y buscando mi bolso.
—Eso no era lo que yo tenía en mente. –refunfuñó.
—Vístete, ¡vamos de compras al súper! –dije emocionada.
—Uy si, que emoción. –dijo con sarcasmo.
No es lo que él quería, pero debíamos dejar la comida chatarra y los delivery.
Fue y se cambió, se colocó un jean negro, con una camisa –que se ceñía a su cuerpo con la cual se le marcaba todo- de color blanco y zapatos blancos.
—Vamos combinados. –dije notando que yo estaba igual.
La diferencia es que el jean negro de él tenía unos rotos y yo llevaba un top blanco con chaqueta negra.
—Eso parece. –dijo cómplice.
—Vámonos.
Tomé las llaves del Audi y conduje al súper.
—Creí que en las tardes me tocaba conducir a mí.
—Pues hoy es un día especial y conduzco yo.
—¿Especial? –sonrió.
—Sí, iremos de compras juntos por primera vez. –no sé porqué pero la idea me hacía mucha ilusión.