Su nombre es Castiel Eyheralde y con él había vivido muchas cosas.
Había reído y había llorado.
Había caído y me ayudó a levantarme.
Con él había tenido el primero de muchos besos.
Pero como todo, se acabó. Dejamos de hablar, dejamos de frecuentarnos, dejamos de convivir. Nos convertimos en dos seres que solo compartieron un tiempo juntos.
Después, como todo adolescente, él había metido la pata y en grande. Abandonó a su familia, a sus amigos, a mí. Aunque no le puedo recriminar nada: para ese tiempo yo ya era solo un extraño, uno con el que tuvo buen entretenimiento.
Creí que no volvería a verlo, aunque en lo más recóndito de mi mente había imaginado ese reencuentro un millón de veces, todos con distintos finales. Pero si me hubiesen dado a elegir, desearía que nunca hubiera pasado.
La realidad distaba muchísimo de la ficción.
—¿Qué jodidos estás haciendo aquí?
¿Recuerdan cuando les hablé de mi primer amor? ¡Claro que lo recuerdan si eso fue el principio de esta patética historia! Pues bien, mi primer amor era (y por lo visto aún lo es) un completo imbécil.
Lo peor de todo es que ese patán es este mismo patán que tengo frente a mí: Un "rockstar" (no sé ni qué demonios significa eso) pelirrojo-teñido que me está matando con la mirada. No es el mejor reencuentro de la historia. Es más, aún tengo la vaga esperanza de que esto sea un sueño –pesadilla– y me vi tentado a pellizcarme para comprobarlo. Pero eso se vería muy estúpido.
No respondí ante su pregunta, y no porque no quisiera. Más bien, Maxwell no me dio tiempo de hacerlo.
—¡Oh! ¿Ya se conocían? —Maxwell habló con un interés más que fingido, pero tanto Castiel como yo evitamos decir un comentario—. ¡Eso facilitará mucho las cosas!
—Contesta, ¿qué haces aquí? —su voz sonaba mucho más fría ahora, y debo añadir que temblé ligeramente al escucharle. Esto estaba afectándome más de lo previsto. ¿Qué debería responder?
—Hey Cassy ¡así no se trata a las personas!
—A la mierda los modales. Responde, ¿qué haces aquí?
Presionó sin apartar su mirada, pero ya no hubo tiempo de decir nada más porque yo… patéticamente salí corriendo de aquella pesadilla.
–showtime–
Mi decepción, mi frustración, mi enojo, todo se había multiplicado por dos al dar con el pequeño apartamento que había adquirido para mi estancia en NY.
Era un simple departamento dentro de un edificio modesto; que según las fotografías que vi por internet, consta de una habitación, un sencillo baño, y la cocina con suficiente espacio para colocar una mesita a modo de comedor.
Pero nada de esa burda descripción formaba parte de mi enojo. No, lo que me tenía realmente cabreado… ¡era la estratosférica suma que aquel desalmado taxista había cobrado!
Una vez que dejé las instalaciones de TRE, en mi desesperación por huir, tomé el primer taxi que se cruzó por la avenida. Me pareció escuchar la voz de Castiel a mis espaldas (aquella que no había oído en años) gritando que me detuviera, pero supongo que fue imaginación mía. ¿Para qué haría eso?
Ahora, meditando en mis acciones… ¡Por Dios, Nathaniel! Esa no es la manera de resolver las cosas. Soy un adulto de 26 años ahora, no un adolescente de 15. ¿Por qué tuve que salir de esa manera tan infantil?
Definitivamente no lo sabía. Solo quería mantenerme alejado de Castiel lo más que pudiera. Y por eso mismo, al subirme a aquel taxi y dar la dirección de mi departamento, no noté que el contador ya marcaba una cantidad elevada.
Tampoco me di cuenta que tomó un rumbo totalmente sin sentido. Y solo cuando llegué al edificio, recordé que escogí aquel apartamento por su ubicación: tan solo unas estaciones utilizando el subterráneo más cercano a TRE, no más de diez minutos… ¡No casi los 40 minutos por lugares totalmente alejados!
Ese hombre me quitó prácticamente todo lo que llevaba encima de efectivo.
Normalmente soy precavido con estas cosas, pero tenía muchísimas emociones a flor de piel que me impidieron pensar adecuadamente. Como sea, mañana tendré que ir al banco. Por lo menos tenía ahorros hasta que me comenzaran a pagar apropiadamente.
Así es, no por ser el representante de una estrella de fama internacional, ya tendría la vida resuelta. Ni siquiera aquellas personas famosas podrían contar con ello.
El sistema bajo el que trabaja TRE es el siguiente: Normalmente todos los que trabajamos como representantes artísticos tenemos un sueldo base, nada extraordinario; lo suficiente para pagar las cuentas. Sin embargo, cada que conseguimos un contrato para nuestro representado, ya sea un concierto, una telenovela, una entrevista, o un evento particular, cobramos cierta comisión. Tampoco es un porcentaje elevado, suele ser del 15% de las ganancias. Así que nuestras estrellas se quedan con la mayor parte del dinero y por eso mismo hay nombres muy famosos bajo TRE.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Depende mucho del representante hacer que su estrella brille, pero sin llegar a los extremos. No sobreexigirles, cuidar de su imagen, lidiar con los problemas que puedan surgir…
En general, debemos mantenerlos contentos. Y ese será mi trabajo con Castiel de ahora en adelante.
Qué patético.
–showtime–
El apartamento que alquilé para mi estancia, como lo preví, no era la gran cosa. No tuve problemas en contactar a la administración del edificio, la señora Campbell, con quién había intercambiado palabra mediante llamadas telefónicas. Mujer amable de unos 60 años con un esposo cascarrabias que me ignoró todo el tiempo. Menos mal.
Apartamento pequeño y acogedor, ubicado en el tercer piso, ningún elevador. Con anticipación había contratado un paquete de Internet –indispensable en mi trabajo– así que la red Wi-Fi estaba lista para usarse. Revisé mi correo, y encontré un mensaje de Maxwell. Reunión mañana, 9:00 am.