El director de la DGSE (Dirección General de la Seguridad Exterior), Pierre Cousseran, cerró, con algo de inquietud, la carpeta que contenía el reporte de inteligencia, este hacía mención de una operación contra el terrorismo en el suburbio parisino de Saint Denis; dos días atrás, el GIGN (Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional) allanó un pequeño departamento, justo arriba de una panadería, en la Rue Gabriel Péri. En la operación, tres sujetos de origen argelino habían sido dados de baja, el objetivo inicial era su detención para ser interrogados; sin embargo, estos respondieron con disparos y fue inevitable su eliminación, la operación hubiera podido tener una consecuencia funesta para los hombres del GIGN, puesto que uno de los terroristas por poco activa un chaleco explosivo; en su interior, además de un completo arsenal de armamento y explosivos, se encontraron planos del metro de París con dos estaciones encerradas en círculos rojos, La Défense y Nation, dos potenciales atentados mortales habían sido, por fortuna, desactivados; pero no era ello lo que preocupaba esa brumosa tarde de invierno a Cousseran; un archivo de correo electrónico había sido hallado en un computador portátil, su remitente se identificaba con el alias de Valiente, el texto estaba escrito en Dariya, un dialecto marroquí, allí se hablaba de un evento especial al que el remitente denominaba Naqma, cuyo significado en este dialecto era venganza, el corto mensaje terminaba expresando que «Alá es grande, el mundo sabrá pronto de su poder». El director se levantó de la silla, pensativo, caminó hacía la gruesa ventana de su oficina, metió con preocupación sus manos en los bolsillos del pantalón, en su mente comenzaron a dispararse varias preguntas: ¿Quién remitió este mensaje? ¿Qué demonios estarán tramando estos locos de ISIS? ¿Un atentado? ¿Dónde piensan hacerlo? Pensativo, Cousseran retrocedió un par de pasos y tomó el teléfono de su escritorio, digitó el número de una extensión.
El vuelo AF429 de Air France, procedente de Bogotá, aterrizó suavemente en la pista 09R del aeropuerto Charles de Gaulle, luego de carretear por unos minutos, se detuvo en una de las mangas de la terminal 2E. Tomás Cruz aprovechó para levantarse del cómodo sillón de clase ejecutiva y estiró las piernas mientras la puerta del avión se abría, tomó luego su morral del depósito superior y esperó pacientemente la instrucción de la azafata para salir; había sido un largo vuelo, sin embargo, Cruz se sentía feliz, comenzaba sus tan ansiadas vacaciones, después de cuatro largos años sin disfrutar de un descanso. Serían dos meses en Paris, una ciudad en la que él se sentía como en casa y que él decidió sería la base desde donde visitaría varios países de Europa; además, se alojaría en el departamento de su viejo amigo, Jean Claude Lebel, a quien había conocido, algunos años atrás, en un curso de ciberinteligencia del IHEDN (Institut des Hautes Études de Défense Nationale), desde el inicio del curso, hubo química entre ambos, Lebel prácticamente adoptó esas ocho semanas a Cruz; con vocación de guías turísticos, él y Carole, su bella esposa, se dedicaron, varios fines de semana, a enseñarle París y la campiña francesa, Cruz extrajo de su memoria algunas imágenes del fantástico apartamento que sus amigos tenían en un hausmannian building en Ile de la Cité, sus recuerdos se vieron interrumpidos cuando la delicada voz de la esbelta azafata le indicó que ya podía salir del Boeing 787; después del tedioso trámite de migración, Cruz recogió la valija e hizo el último trámite de aduana, al salir reconoció a lo lejos el rostro sonriente de su amigo francés.
El BMW frenó para virar a la derecha y tomar la Prospekt Leninsky, cincuenta metros más adelante, el vehículo cruzó el puente sobre el río Pregolya, avanzó unos cuatrocientos metros; a mano izquierda los ocupantes del automóvil observaron un museo, una enorme pancarta anunciaba la exhibición de arte de un joven pintor ruso; el BMW avanzó a toda velocidad unos cincuenta metros, luego, una tremenda explosión sacudió la tranquilidad de esa tarde, pedazos del vehículo, y de sus ocupantes, quedaron esparcidos alrededor, incluso restos fueron hallados en el apacible parque adyacente a la avenida, a cien metros de distancia.
El individuo escuchó la voz pausada de la presentadora de televisión; el canal de televisión Aljazeera estaba transmitiendo una noticia de última hora; la mujer narraba, en inglés, con rostro grave, la ocurrencia de un atentado en Vilna, la capital de Lituania, contra su presidente, Valdas Skvernelis; el auto en el que se desplazaba el primer mandatario de los lituanos fue impactado por un proyectil de alto poder explosivo, al parecer, disparado desde un lanzacohetes, el vehículo había quedado destruido, sus ocupantes habían fallecido, entre ellos, el presidente lituano; dos sospechosos fueron detenidos minutos después a pocas cuadras del lugar del atentado y estaban siendo interrogados bajo estrictas medidas de seguridad. En la residencia oficial del primer ministro lituano, se celebraba a esas horas un consejo de seguridad para evaluar la delicada situación por la que atravesaba el país en esos momentos, la presentadora hizo conexión vía Skype con un analista político inglés, ella formuló una pregunta respecto de quién o quiénes podrían estar involucrados en la realización de este atentado, su invitado respondió que era aún muy temprano para poder determinar responsables, pero, sin duda, agregó, las miradas estaban puestas sobre Rusia; el sujeto que veía el noticiero bajó el volumen, luego sonrió.
—¡Salut, Tom, qué gusto verte!
Lebel se aproximó a Cruz para darle los consabidos besos de saludo, cosa a la cual Tomás aún no terminaba de acostumbrarse; su amigo francés notó la cara de asombro, sonriendo, exclamó:
—Vamos, Tom. ¡Ya sé que prefieres este tipo de saludos con las mujeres!
Editado: 18.10.2022