Estoy loca, sí, eso es. Me siento fatal. No entiendo cómo pude hacerlo. ¿Cómo pude escapar de la iglesia? Acabo de dejar todo, absolutamente todo. Mi madre debe estar odiándome en este preciso momento, ya me la imagino tratando de explicar lo sucedido, excusándome del porque huí, explicaciones como ‘ella estaba muy nerviosa’.
¡Paolo! Su rostro era un dilema, se lo merece, nunca me agradó. Ahora nadie hablará de lo buen organizador de bodas que es, se quedó con las ganas de salir en los periódicos.
Oh, por Dios, la prensa… mañana seré primera portada en las revistas y periódicos, estoy segura, seré el hazmerreír de toda la ciudad de New York.
—¿te dejo aquí?
He olvidado a este hombre que tengo al lado. Si él no hubiese abierto la puerta de este auto, mi novio me hubiese logrado alcanzar y obligado a regresar a la iglesia
—¿entonces? —dice sin mirarme
Me encojo de hombros. ¿Qué voy hacer ahora? Miro a través de la ventana que tengo en frente y estamos en plena calle.
—¿piensas dejarme aquí?— lo miro con la boca abierta. No se atrevería
Despega la mirada de en frente y me observa —oye, yo no te dije que te subieras— me contesta evidente— ahora dime, ¿dónde te dejo?— vuelve a ver el tráfico de la ciudad
—no lo sé, no quiero volver..— susurro muy bajito, creo que no me ha escuchado, ya que no me dice nada— ¿dónde vives?— me atrevo a preguntar esta vez, en voz alta
—¿eso a ti qué te importa?
—¡eres un grosero!— me quejo, este hombre solo sabe contestarme de mala gana—quiero hablar bien contigo pero tú eres muy brusco—
Cruzo mis brazos y hago un ligero movimiento en mi asiento dándole la espalda, me concentro en las calles que puedo ver por la ventana
Hoy empieza una nueva vida para mí, dejo de ser el títere de mi madre, de aceptar todo lo que me impone. No pienso regresar. ¿Para qué lo haría? ¿para oír un sinfín de reclamos? ¿qué clase de vida tengo?.
Ahora seré libre, nadie me dirá lo que puedo o no hacer. Sé que me estoy aventurando a algo muy difícil, sin ayuda de absolutamente nadie, pero debo hacerlo. Pero ¿cómo?
—oye— volteo a ver al bicho raro. Primero, se niega a ayudarme, luego, lo hace, pero me trata mal, me quiere dejar en plena calle, algo que no voy a permitir, me quedaré en este auto hasta que me sienta totalmente segura. Y ahora, me habla, ¿quién lo entiende?
—¿qué quieres?— ajusto mis brazos sobre mi pecho y frunzo aún más mi ceño
—ahora eres tú quien contesta feo— ¡esto es el colmo! él sigue mirando al frente, puedo ver un rastro de sonrisa, que está siendo reprimida.
Y es hora, donde me detengo a observarlo con detalle. Sus ojos no son verdes como pensé, son de un color que nunca he visto y es más, creo que pueden ser lentes de contacto, son grisáceos azulados ¡Son hermosísimos! quiero acercarme más para verlos con detalle, pero guardo la compostura.
Sus cejas son pobladas; su cabello alborotado que cubre parte de su oreja derecha es de color castaño claro, a este chico le hace falta un corte; una ligera pero notoria barba se expande en su rostro. Es tan atractivo y sensual. Y por último, sus labios ¡qué labios! delgados y de color rosa carmín. Veo como se muerde el inferior y luego lo suelta con una total lentitud.
No sé si es apropósito o yo me lo estoy imaginando, pero está provocándome.
—no me digas ¿ya te enamoraste de mí?— despierto del trance al escuchar su voz
¿Quién rayos cree que es?
—te crees la gran cosa— respondo con desdén, pero la verdad es una, y es que nunca me había detenido a ver a un hombre de esta forma, ni si quiera cuando conocí a mi novio.
Ahora si sonríe ampliamente, dejándome ver su perfecta dentadura— Brooklyn— frunzo el ceño al no entender lo que me dice— vivo en Brooklyn— responde la pregunta que le hecho hace minutos
Parpadeo. Él vive a kilómetros lejos de aquí. Entonces caigo en cuenta que si quiero un nuevo comienzo, necesito desaparecer de Manhattan. Si me quedo, me encontrarán muy pronto. Brooklyn, sería un buen lugar para comenzar.
—llévame a Brooklyn— mi voz autoritaria hace que él se gire a verme, sus ojos se entrecierran y su mirada se agudiza, pero no me dice nada
Regresa la mirada al frente. Después de unos segundos, ladea la cabeza a un lado y al otro, como si pensara algo y realmente me frustra no tener el poder de leer mentes.
—dime donde te voy a dejar— vuelve a hablarme
—ya te dije, a Brooklyn— reafirmo mi pedido
—hablo en serio— me dice con una voz ronca, que hace segundos no tenía.
Detiene el auto. Me acomodo en el asiento, subo mis piernas y las rodeo con mis brazos. Este hombre intimida a veces
—ahora mismo me voy a Brooklyn, solo estaba en Manhattan de paso
Me atrevo a mirar fijamente sus ojos, son desafiantes y me hacen sentir insignificante ante él. Aclaro mi garganta y hablo
—no estoy bromeando, por favor… solo te pido eso
Sus manos presionan con más fuerza el volante, tanto que sus nudillos se ponen blancos
—¡te he dicho que no!— doy un saltito en mi asiento. Que horrible carácter.
Niega con la cabeza, se quita el cinturón de seguridad y me mira
— además… ¿qué vas hacer tú en Brooklyn?
¿Qué le importa? Es mi vida.
—necesito irme de Manhattan, no puedo volver
—¿vas a huir?— pregunta un tanto sorprendido y no convencido. Asiento tímidamente. ¿Qué me pasa? Nadie intimida a Bouquet Hamilton, sin embargo con este hombre, tengo vergüenza —¿no tienes amigos o amigas?— hago una mueca. Mi madre sería la primera en buscarme en casa de ellos —¿familiares?— arqueo una ceja, solo tengo a mi abuelo aparte de mi mamá— ¿te obligaron a casarte?— no digo nada–ya entendí