—es mi apartamento— contesta sonriendo — te quedarás conmigo esta noche
¡Esto debe ser una broma! Tan solo de ver la apariencia de este edificio me dan ganas de salir corriendo. Miro asustada al hombre de ojitos sublimes. ¿Cómo le dije? Debe ser la presión, eso ha sido.
—no lo dices en serio…
—no que va—sonrío. ¡Lo sabía! Fue una broma—apúrate que no tengo tu tiempo—camina hasta el edificio, sube los pequeños escalones de la entrada y antes de empujar la puerta, se gira a verme
—no quiero entrar— me cruzo de brazos. Yo no pienso quedarme allí. Estoy acostumbrada a otro estilo de vida. Sinceramente, yo esperaba un loft o una habitación de hotel de cinco estrellas. Miro a los lados y veo uno que otro auto estacionado en frente de las casas de este vecindario.
—bien, quédate ahí, entonces— lo veo entrar y cerrar la puerta
¡Este hombre! Pensé que ya nos llevaríamos bien, pero por lo visto me equivoqué. Suspiro cansada y frustrada, debo entrar, además, solo será por una noche, mañana puedo irme… ¿a dónde?
Regresa y me toma de la mano.
—me importa un demonio si no quieres—lo miro con los ojos muy abiertos
Me arrastra con él hacia el interior. Es un pasillo largo, llegamos a donde se divide, un camino a la derecha y otro a la izquierda. Vamos a la izquierda. No digo nada. Éste hombre sigue sujetando mi mano y a la vez arrastrándome.
Mis zapatos hacen ruido al caminar y es lo único que se escucha. Veo un ascensor, pasamos por él y llegamos a… ¿las escaleras?
—oye…— intento hablar, pero no me hace caso — oye, amigo… oye….— lo samaqueo de la mano.
Nada.
—¡oye!— levanto la voz
Se gira a verme con esos ojitos tan bonitos, debe dejar de hacer eso, de mirarme de una manera tan seductora. Trago saliva.
¡Concéntrate, Bouquet!
— mira— señalo el ascensor con mi otra mano— allí hay un ascensor
—lo sé, vivo aquí — me contesta obvio
—¿entonces?
—iremos por las escaleras, punto — vuelve a caminar conmigo de la mano
—¡hey!— me suelto de su agarre— vamos por el ascensor
Escucho un suspiro por parte de él. Se gira a verme
—es tu problema
—pero…— miro las escaleras ¿en qué piso vivirá? ¡Y si vive en el último, oh no! Parpadeo varias veces— son muchas…
—entonces vete — se cruza de brazos y sonríe. ¿Qué de divertido hay en esto?
—¡no seas odioso!
—camina de una vez
—tremenda bestia—murmuro mirando a otro lado
—¿Qué dijiste? —entrecierra sus ojos hacia mí
A regañadientes, lo sigo. Él no sabe tratar a una mujer, para nada, es testarudo, insoportable. Una clara comparación, él… la bestia y yo la Bella. Es irónico, hasta tengo puesto un vestido, solo falta que fuese amarillo y allí el cuento de hadas hecho realidad.
A pesar de todo y de los malos tratos de este hombre, él causa algo en mí, que aún no logro descifrar que es, ni si quiera sé si es positivo o negativo.
Pierdo la cuenta de cuantos escalones he subido. Lo juro. No soy de hacer ejercicio, pero juro que siento que he hecho ejercicio ahora para toda mi vida.
—llegamos, piso ocho— lo miro con antipatía
¡Ocho pisos! ¡ocho! Me desplomo en frente de la puerta, ya no puedo más. Se inclina a verme
—¿qué pasa princesita, te cansaste? — en otra situación quizá me alagaría que un hombre me dijera de ese modo. Sí… pero este idiota y su sonrisa burlona me hace enojar más
Trato de normalizar mi respiración, siento que me falta el aire. Él, sigue sonriendo
—¿por qué no fuimos por el ascensor? — logro pronunciar
Se levanta y saca un llavero de su bolsillo. Ya se le está haciendo costumbre no responderme. Pone la llave en la cerradura, gira y abre la puerta. Espero a que se dé vuelta y me tienda la mano para levantarme, pero otra vez, me equivoco. Lo hago yo misma.
Con suma cautela entro al apartamento, siguiéndolo. Bien, no es lo que esperaba pero no me quejo. Lo primero que ven mis ojos es la pequeña sala, un par de sofás color negro, una mesita en el centro color blanco, encima puedo ver unas revistas y en frente unas largas cortinas color verde agua cubren una ventana. Camino hasta ella, aparto ligeramente uno de los lados de la cortina, es el pequeño balconcito, no puedo ver mucho ya que todo está oscuro. Solo la luna está brillando.
—¿aquí vives?— acomodo la cortina en su lugar
—sí, es sencilla y cómoda, es preciso para mí
—así que vives…— me giro a verlo— en un apartamento
—ajá, ¿y tú qué?
—¿qué de qué?— finjo no entender, seguro va a preguntarme dónde vivo, no puedo decirle nada de mi ahora ‘pasado’
—¿dónde vives?— maldición
—por ahí…— susurro
Sonríe divertido, debería hacerlo más seguido, se le ve extremadamente atractivo. Aunque, viéndolo bien, ¿por qué me parece que está burlándose de mí?
— pareces un cachorrito en su casa nueva, olfateando por aquí y por allá— hizo un ademán con su mano señalando la casa
Me cruzo de brazos y frunzo el ceño. ¡Acaba de decirme que soy un perro!
—ponte cómoda— lo veo irse a un lado del apartamento
A la derecha hay una separación de la sala y la cocina, en forma de arco; camino hasta encontrar un pequeño corredor. Vuelvo a la sala, y me dejo caer en el sofá. Estoy tan cansada. Suspiro y cierro los ojos ¿Qué estará pasando en este momento con mi mamá y mi abuelo? ¿y… mi novio? Mi mamá y él deben estar odiándome ¿estarán buscándome?