Bouquet.
Es extraño estar durmiendo al lado de alguien. Nunca lo había hecho. Rob está a mi lado y eso hace que los pelitos de mis brazos se ericen. Todo lo que ha pasado durante estos días ha sido… realmente nuevo para mí. Emocionante y extremadamente genial.
¿Qué estás pensando tú, Bouquet? Mi conciencia quien es una yo diminuta se cruza de brazos.
Cierro una vez más mis ojos, intentando conciliar el sueño.
—¿estás bien?—la mano de Rob toca mi hombro y allí se queda unos segundos. ¿Cómo sabe que estoy despierta? ¡No puedo ser tan obvia! ¿O sí? —¿Viviana?—y otra vez ese nombre…
Si no te gusta dile la verdad ¡de una vez!
Maldita conciencia.
Giro sobre el colchón. Está sentado, con la espalda pegada en el respaldar de la cama y sobre sus piernas sigue el libro abierto que ha estado leyendo durante ¿cuánto? ¿una hora?—estoy bien
—no parece—pone su mano derecha sobre mi frente—estás caliente—ahora, toca mis mejillas—y colorada—frunce el ceño
¿Colorada? ¿El profesor, te pone nerviosa, Bouquet? ¿En serio?
—es que tengo hambre—¿no se me pudo ocurrir algo mejor?
Rob sonríe al agarrar su libro, lo coloca en la mesita de noche que está a su lado—¿un vaso de yogurt?—me pregunta. Antes de poder responderle, habla—Line, creo que se llama
Levanta las sábanas y se sienta, dándome la espalda.
—aceptaría medio vaso de yogurt, profesor. Gracias
Me mira por sobre su hombro al escuchar cómo le he dicho. Las comisuras de sus labios se elevan hasta formar una sonrisa divertida. Le ha gustado que lo llame así.
Y de un segundo a otro me siento totalmente avergonzada. Me siento en la cama, aun cubriéndome con las sábanas y el edredón.
Sonriendo y a la vez negando con la cabeza, Rob, sale de la habitación. Oh, demonios… me he pasado ¿A qué estoy jugando? No debo… no debo. ¿Qué no debo? Oh si… pensar en Rob como algo más. Eso.
Sí, claro. Repítete eso hasta creértelo.
—aquí tienes—levanto la vista y veo a Rob entrar con dos vasos de yogurt, ambos llenos. Es tan guapo… maldita sea.
¡Esa boca, Bouquet!
Sus pantalones grises, holgados y esa remera blanca que le remarca su torso… es… ¡guou!
—gracias—acepto el vaso que me extiende. Nuestros dedos se rozan al contacto y otra vez esa corriente eléctrica repasa mi brazo
—espero que no te moleste—me enseña su vaso de yogurt—tenía sed y no quería agua—me sonríe
Niego con la cabeza. Ahora estamos ambos sentados, uno al lado del otro, en la misma cama. Ayer también me fue difícil conciliar el sueño, aunque él, creo que ni si quiera se dio cuenta.
—¿qué lees?—pregunto después de dar un sorbo a mi vaso
Sus ojos grisáceos azulados saltan con emoción, como si fuese navidad. Con su mano libre agarra el libro de la mesa de noche—Orgullo y Prejuicio—pone el libro sobre sus piernas cubiertas por la sábana azul oscura
Lo he escuchado… ese título lo he escuchado ¿pero en dónde? Frunzo el ceño al no poder recordar.
—es mi libro favorito—me dice hojeando, a la vez que bebe de su vaso
Rob, es profesor de literatura inglesa y de historia. Debí imaginarme que le gusta la lectura, eso explica el estante lleno de libros que tiene aquí en la habitación.
—¿por qué eres profesor?—indago
Sonríe sin poder evitarlo—desde pequeño siempre me gustó la lectura; Shakespeare, Edmund Spenser, John Keats… puedo seguir toda la noche—sonríe lo que hace que yo sonría también—por eso estudie literatura inglesa, y luego Educación
—también eres profesor de Historia—me apego más a él para ver el libro que sostiene en su mano ¿de qué tratará?
—como te digo, al leer también me gustaba averiguar… es decir, ¿cómo te explico?—piensa buscando que decir—si leía un libro donde toda la trama ocurría en España, averiguaba del país, sus costumbres, su historia, todo ¿entiendes?—asiento y bebo otro trago—la historia y la literatura, se complementan muy bien
—y ¿cómo así te enamoraste de la literatura inglesa?
—Jane Austen. Ella fue la culpable—sonrío embobada por este hombre que tengo en frente. Nunca he conocido a un hombre que ame tanto lo que hace—¿por qué me sonríes de esa manera?
—¿yo?—trato de fruncir el ceño
—sí, tú
—es que… me dieron ganas de leer el libro—no sería mala idea
—cuando quieras te lo presto—sonríe de manera dulce y angelical—es más… veremos la película—oh ¿veremos? ¿los dos? ¿juntos?
Me remuevo en mi lugar—eso suena bien
—bien
Termino de beber mi yogurt y coloco el vaso en la mesita de noche de mi lado. Giro a ver a Rob y él hace lo mismo con la mesita de noche de su lado.
—a dormir—me dice y apaga su lámpara. La mía aún sigue prendida, por alguna razón no quiero apagarla todavía… me gusta hablar con Rob, pero él está cansado y mañana va a trabajar. Oh, ¡algo que yo también haré muy pronto!
Extiendo mi brazo y apago la lámpara—buenas noches
—buenas noches
~*~
Oh si… esto no es tan malo. Si soy sincera, Rob hoy iba a desayunar huevos revueltos de nuevo. Pero, por obra divina y por el programa de televisión ‘El Gourmet’, he aprendido a hacer… ¡Hotcakes! Adoro a Osvaldo Gross, y los rápidos desayunos que hace.
Los hotcakes me han salido más gorditos que en la receta ¿eso es bueno, no? Creo que me excedí en el polvo para hornear. Por último, en la cima, coloco unos frutos rojos que le dan color al plato. Qué bueno es tener comida en la despensa.
Bebo de mi café ya preparado. ¿Cuántas cucharitas de azúcar le echa, Rob? Lleno la taza de él con agua caliente que he puesto a hervir en la cocina. ¿Quién lo diría? Bouquet Hamilton, cocinando. ¡Mira, madre!
—¡oh, por Dios!—bien, no esperaba que el profesor se despertara de ese humor—¡Viviana!—grita desde la habitación