Mi nombre. El vaso se desliza de mis manos y hace un estruendoso ruido al caer al piso. Miro a Phill, quien se ha puesto de pie, asustado al ver mi reacción. Él lo sabe…
—Dios mío… no quería…
Me siento mareada y fuera de lugar. Phill sabe mi nombre, ¿cómo lo sabe?. Mi cuerpo se apoya contra la pared de la entrada. Mi mano pasa desde mi frente hasta mi cabello. Empiezo a sudar.
—tranquila. Bouquet—trata de acercarse. Y por algún motivo me siento indefensa, descubierta, acorralada—ven—me extiende su mano
¡Corre! No ahora conciencia.
Agarro su mano. Phill es un hombre ya mayor, y desde el momento en que lo vi supe que es alguien en quien se puede confiar. Pero… ¿puedo hacerlo yo? Rob lo trata con cariño y dulzura, se deben conocer desde tiempo. Oh, no. Le dirá la verdad.
Phill me conduce al sofá y me siento, él hace lo mismo pero en el sofá de en frente. También se ve nervioso. ¿Qué va a decirme? ¿Qué me vaya? ¿Qué le estoy mintiendo a Rob y por ello debo alejarme de él? No… no.
—¿sabes quién soy?—logro pronunciar
Asiente con la mirada baja—Bouquet Hamilton, hija de la famosa diseñadora de modas Elizabeth Rosas y del afamado arquitecto Chris Hamilton.
—mi papá está retirado…—susurro
—lo sé. Tus padres están divorciados—me dice cautelosamente. Me pongo de pie y voy hacia las puertas del balcón cerradas pero descubiertas por las cortinas.
—eso todo lo mundo lo sabe Phill—respondo con tristeza. A pesar de que ellos estén divorciados nunca se han llevado bien. Mi padre no soporta a mi madre, es por ello que se fue de Manhattan y vive con su nueva esposa.
—lo lamento… no quería hacerte sentir mal—suena dolido y culpable
Me pongo muy sentimental al hablar de papá. Lo extraño mucho.
—él ni si quiera estaba en tu boda…—cierro los ojos reteniendo las lágrimas, no voy a llorar.
—¿de dónde has sacado tanta información?—pregunto, aún de espaldas
—hace unas semanas, unos clientes me pidieron que vendiera revistas de espectáculos, me pareció buena idea y… llegaron hoy por la mañana—eso temía. La prensa—estás en la portada de todas
Abro los ojos. Mi madre… oh, por Dios. Muerdo mi labio—¿aún las tienes?—me volteo
—guardé unas por si quieres verlas… Bouquet ¿por qué estás aquí?
—escapé—murmuro bajito
Asiente pero no dice nada. Habla después de unos minutos—no quiero… no voy a preguntarte más—sonríe débilmente
—Phill—me acerco nuevamente—¿puedo preguntarte algo?
—puedes confiar en mí, Bouquet
—tú… tú no sabías que vivo aquí—el rostro de Phill se enrojece lo cual me hace sonreír—venías, venías a ¿desenmascararme?—es horrible el término que acabas de usar he. En serio.
Basta conciencia.
—¡no! ¡claro que no!—Phill está sorprendido por ese término y ligeramente ofendido—¿cómo puedes pensar eso? Soy todo lo que quieras Bouquet, menos un chismoso, no es propio de mi edad—se remueve en su asiento al cruzarse de brazos
Río al escucharlo, se parece a mi abuelo. Es un anciano, pero parece un adolescente gruñón. Humm… puede que lo gruñón se lo haya pegado a Rob.
—¿entonces?
—quería preguntarle a Robert como se habían conocido, eres la primera chica que él me presenta
¿Qué?
—¿la primera?—no puedo ocultar mi sonrisa tímida
Sonríe feliz y asiente con orgullo de padre—lo conozco desde hace años. Desde que era un bebé, tan lindo él. Como te digo, ha tenido chicas…—mi ánimo decae ¿cuántas? ¿muchas? ¿quiénes son? ¿dónde están?—pero no me las ha presentado. Él sabe que soy muy estricto—hace puño su mano y golpea la palma de la otra. Vuelvo a sonreír
—Rob, es un gruñón—Phill me mira sorprendido ¿Qué dije?
—veo que tienen bastante confianza entre ustedes—arquea una ceja, divertido. Oh. ¡Llevas su ropa puesta y lo llamas Rob!
—Phill—susurro avergonzada
Se levanta y me da un abrazo—tranquila, tu secreto está guardado conmigo. Y si quieres hablar, ya sabes dónde buscarme—da un beso en mi mejilla—te espero mañana
Cuando Phill se va, me dedico a recoger los pedazos del vaso de cristal rotos. Los envuelvo en una hoja de periódico y lo boto a la basura.
—¡nos vamos!—Rob irradia felicidad y emoción cuando llega a casa
—¿por qué tan feliz?—a penas y es medio día. Vaya que ha terminado sus clases temprano, hoy
—salúdame, primero—señala su mejilla. Su ánimo me contagia. Camino hasta a él y beso su mejilla. Le ayudo a sacarse el saco. Dios mío… estuvo dando clases y debería estar cansado, pero todo lo contrario, de cansado no tiene nada. Está violable. Trae su traje gris, camisa blanca con los dos primeros botones abiertos y sin corbata.
Me mira de arriba abajo. Estoy puesta su ropa—creo que estás bien—me agarra de la mano y tira de mi hacia afuera del apartamento
—espera, espera—trato de hablarle—¿por qué estás tan emocionado?
—creo que si… es buena idea… primero compramos y luego almorzamos, ¿llevamos el auto o no?—murmura mientras bajamos las escaleras.
No entiendo nada. Quiero protestar pero llegamos demasiado rápido al sótano, que es el estacionamiento. Me abre la puerta del copiloto y entro.
—¿a dónde vamos?—pregunto cuando ya estamos fuera del edificio
—de compras—me dice alegre
Un momento… ¿qué?—¿cómo?
—¿cómo que cómo? Ya sabes, es cuando las personas van a comprar ropa que les gusta—alardea
—¡Robert!—le pego en el hombro. Me mira fingiendo dolor en su brazo—¿por qué estás tan feliz? ¿qué pasó?
—hoy depositaron en mi cuenta la mensualidad por mi trabajo. Además, me pagaron extra por haber ido a Manhattan
¿Le pagaron por ir a Manhattan? ¿Qué fue a hacer allá?
—estoy muy feliz—agarra mi mano izquierda y da un casto beso en mis nudillos. Me alegra que esté así de emocionado
—felicidades—asiente con una sonrisa—¿y qué vas a comprarte?—estaciona frente a una boutique. Las letras doradas sobre el fondo negro resaltan »OMEGA« en el escaparate puedo ver los maniquíes, todos de mujeres.