- ¿Crees que terminemos así de viejitos? – Pregunto por mientras que como galletas choco cream y avena. Ahí estaba el, a mi lado acostado jugando y hablándole a las dos pequeñas que estaban adentro de mí.
- Terminaremos siendo unos abuelitos amargados pero amorosos con nuestros nietos, no hay duda de que será así. –
- Porque de amargados. – Digo dándole una palmadita en la cabeza haciendo que me prestara atención, sonríe y niego. – No quiero que seamos así de amargados, nunca lo hemos sido. - Digo suspirando tranquila, acaricio mi pancita parecía un tomate relleno, pero me gustaba demasiado. – Contigo aprendí a tener más calma y paciencia, antes de conocerte tenía más dolores de cabeza que ni yo misma sabia manejarlas, estoy agradecida. –
- Estaremos juntos en todo momento amor. –
La pasaba casi todos los días en casa escribiendo, comiendo y durmiendo, por otro lado, Laurie trabajaba en la librería, aunque eso ya cambiaria.
- Amor te tengo una sorpresa, será increíble. – Me levanto del sillón con dificultad y me siento nuevamente al verlo sentarse a mi lado, estaba realmente contento. – Esto merece unas copas de vino y una taza de chocolate caliente. – Me rio y asiento.
- Pero cuéntame amor, quiero saber... -
- Llego un profesor de arte a la Librería buscándome, le habían contado de mí, algunos chicos que habían llegado a leer y le contaron de lo que hacía. – Dice por mientras que venía de regreso al sillón, me entrega mi taza de chocolate por mineras que se sentaba con su copa, en el fondo sonaba The Cinematic Orchesta, me acomodo y lo escuchó atentamente. – Y me ofreció ser profesor en su escuela. –
- ¿Y aceptaste? – Preguntó emocionada y asiente, de la emoción lo abrase y lo bese tanto, hasta que siento los dolores de parto. – Amor, creo que se me rompió la fuente. – Lo agarro fuerte del brazo y de la felicidad nos fuimos directo al hospital.
Recuerdo que era una noche hermosa llegando aquel invierno de diciembre cuando nació Beatriz y Stela dos hermosas pequeñas que llegaron a nuestras vidas con unas hermas sonrisas, robándose aquella energía y magia cuando él las tuvo en sus brazos desde ese momento supe que el daría todo por ellas sin importar el que, sabía que eran ellas y el contra el mundo, veo que sonríe por mientras que las carga fue la imagen que guarde por siempre en mi memoria aquella noche donde todo el mundo cambio a nuestro alrededor.
Nuestra primera navidad con las pequeñas fue increíble, Alice estaba contenta igual que el pequeño Jonás que había cumplido apenas un añito, habían conocido a las gemelas, mi hermana estaba realmente contenta, mi padre no dudo en llorar cuando las vio igual que la madre de Laurie grito que por fin ya era abuela.
En el momento en que el padre de Laurie las vio no supo que decir, al cargarlas dijo que ellas serían algo increíbles en esta familia, sonreí porque en el fondo sabía que tenía razón. Los años pasaron volando, las pequeñas comenzaron a caminar, a hablar, a correr por la casa. A tener curiosidades de todo, hasta de porque la luna brillaba tanto en aquellas noches.
Laurie estaba feliz trabajando como profesor de arte, le iba muy bien, estábamos muy contentos de como habíamos crecido, las pequeñas eran las pequeñas estrellas de la librería, Claris se había enamorado de ellas, al llegar se quedaron encantadas de conocer el lugar, eran muy curiosas con tan solo tres añitos eso me sorprendía.
Beatriz era tranquila se quedaba conmigo por mientras que yo escribía, sonreía cuando me veía tan concentrada en la computadora, le gustaba el chocolate caliente igual que a mí, por otro lado, Stela era más activa, se la pasaba jugando, buscando que hacer, al final de la noche me ayudaba a hacer la cena de seguro su talento seria la cocina.
- Papa ya llego, donde están los pétalos de esta hermosa casa. – Lo escucho decir y ahí van las pequeñas corriendo a recibirlo, por mientras que pongo la mesa.
- Hola amor, ¿Cómo te fue? – Me acerco a él y le doy un beso, hasta escuchamos risitas por parte de ellas, haciendo que nosotras nos riamos.
- Fue un día increíble, los chicos hicieron unas pinturas que tendrías que ir a verlas, tienen demasiado talento. –
- Quiero ser una pintora como tu papi. – Veo a Stela imitándola, sonrió y la carga haciéndola reír.
- No amor, tú serás lo que quieras ser, una pintora, una chef o una escritora como tu mama. –
- ¿Igual yo? –
- Claro mi pequeña, sin duda ustedes serán increíbles con talentos mágicos. – Beatriz corre y lo abraza.
- Bueno niñas, vamos a lavarnos las manos que hoy cenaremos espagueti. – Digo extendiendo mi mano para que ellas se agarren de mí, caminamos al baño a lavarnos la mano. Por mientras que nos lavábamos las manos Stela me pregunto algo que me hizo querer llorar.
- ¿Mami como supiste que serias una escritora? Papi dijo que lo eras. – Su mirada de curiosidad me hizo querer abrazarla, era hermosa, su melena y su lindo ojos, esos ojos.
- Al terminar de cenar les contare de una persona muy especial que estuvo en nuestras vidas, sí. – Veo que asienten y se van feliz a la mesa.
Cenamos tranquilamente, por mientras que Laurie les contaba cosas a las niñas, por mientras que ellas comían y le ponían atención a su padre, al terminar ellas iban a ayudarme a limpiar, eran ordenadas y se ofrecían a ayudarme, a veces regañaban a su padre por dejar algo sucio y él lo limpiaba. Aquella noche las bañé, peine y las vestí, le había prometido contarle de aquella señora que nos cambio la vida por completo y si Nona, nuestra querida Nona.
- ¿Nona? Me encanta su nombre, es bonito. – Dice Stela sentándose en mis piernas por mientras que Beatriz estaba al lado de su padre, estábamos sentados en el césped viendo aquel cielo que todas las noches nos acompañaban.
- ¿Y dónde está? – Pregunta Beatriz, Laurie le acaricia el pelo y le da un bezo en la cabeza por mientras que ella sonríe.