Sí me quisieras...
Capítulo 29
Aquella noche...
El frío era inquietante al igual que el agotamiento y la fatiga de Axel. Sentado en su computador terminaba de revisar los balances de cuenta que no se registraban ni mucho menos revisaban desde hace mucho. Se removió de su asiento cuando sus ojos comenzaron a cerrarse súbitamente, por más que quería luchar para mantenerse despierto, su anatomía le exigía descanso, a pesar de que había trabajado por casi todo un mes sin reposar.
Recostó su espalda de aquel asiento cómodo y por un momento observó el techo raso de su oficina. Miró el reloj con cautela y se dio cuenta que era muy tarde; por lo tanto, no dudo en aflojarse la corbata y quitarse los zapatos. Sin quererlo, pasaría la noche en la oficina. Cerró las largas cortinas del ventanal que vislumbraba la hermosa ciudad iluminada, dejando casi todo a oscura, solo con una lampara que irradiaba una opaca luz desde su escritorio. Preparó con esmero un sillón-cama y de una estantería sustrajo algunas sábanas para acobijar aquel colchón de cuero helado. Caminó con pasos lentos y atontados tropezándose con alguna y otras cosas que se obstaculizaban en su camino, en dirección a la puerta, revolviendo el bolsillo de su pantalón, buscó las llaves de aquella cerradura metalizada.
Una vez cumplió su objetivo en medio de la penumbra, se devolvió hacía aquel mueble que lo esperaba. Acostó su espalda en aquel témpano impávido cubriéndose de pies a cabeza. En medio del crepúsculo, se sintió solitario, vacío y acongojado. Echó mano al espacio desocupado que aún le restaba y revivió aquel día, esa noche que jamás olvidaría.
Sus labios que nunca se apartaban de su boca y sus manos sedientas se refrigeraban en aquella piel suave y sedosa. Su olor impregnó su cuerpo, de tal manera, que aún podía olfatearlo. Las sábanas blancas fueron la compañía perfecta para una noche de amor que, para Axel no fue cualquier anochecer. En todo ese tiempo que la había visto desde la sombra, su torpeza e inexperiencia creó en él un acto de admiración por ser como era, sencilla, sin fingimiento y apariencia, que poco a poco se convirtió en cariño, aunque quiso ocultarlo y negarlo en su mente muchas veces.
Él estaba consciente de algo, y lo sabía con toda exactitud desde que comenzó a dolerle, pero como toda herida, se la cubrió y se refugió en algunas más que otras jovencitas que le ofrecía unos brazos para desahogarse. Axel Smith sabía que, a su ángel, aquella torpe que quebraba los pocillos, y temblaba sin razón, le gustaba su mejor amigo, prácticamente su hermano.
Sin embargo, se mantenía en calma porque nadie más que él conoce el pasado de Azael, y en esa época, su relación ilícita con la chica de la bufanda lo tenía tan obsesionado que el mismo tuvo que intervenir en el asunto.
Axel era consciente de aquel carácter tan verás y posesivo de Azael, celoso, antipático, y encaprichado. Su primo estaba acostumbrado a conseguir lo que quisiese sin ningún esfuerzo, era su normalidad al ser formado como hombre. No podía negar que su pariente tenía un buen corazón, no era un mal tipo, a pesar de sus errores.
Se removió de la cama al imaginarse a Olivia en sus brazos, entregándole su cuerpo y su corazón. No era capaz ni siquiera de suponer una escena tan descabellada como esa. Él estaba seguro de algo, que Olivia le pertenecía.
Esa noche no solo marcó su vida, si no su cuerpo y reconfortó sentimientos por ella. Ese día, no solo hizo el amor, sino que se entregó en cuerpo y en alma a una mujer que no sospechaba absolutamente nada acerca de aquellas caricias tan preferencial.
Desde ese día, no pudo sacarla de su mente, de sus sueños, ni mucho menos de sus pensamientos. Fue en ese momento, en medio de su soledad, que Axel reconoció que ella era su más grande debilidad, sin embargo, se negó mil veces en su interior estar enamorado.
El chico sacudió su cabeza de un lado a otro, y miró su celular que le indicaba algunas llamadas perdidas de Benjamín. Era más de la 1:00 am.
Posicionó su cuerpo en una sola dirección, y cerró sus ojos. Esa noche soñó con ella, y en aquella sonrisa con la que tanto se había encariñado.
*********
Por otro lado, Olivia estaba cruzada de brazos al ver a Azael parado en su puerta y con flores. Echa un lío emocionalmente le invitó a pasar, aún con la duda y el recuerdo de aquellos ataques de celos inoportunos.
--¿Qué haces aquí? --interrogó la muchacha, mirándolo mal.
--Vengo a disculparme por lo de esta mañana--soltó, con su rostro enrojecido, y aquellas facciones llenas de arrepentimiento. Sus cejas se encontraban curveadas, parecía un perrito sumiso; esa actitud provocó que Olivia bajara la guardia.
--¿Me perdonas? --insistió. La chica sonrió y se lamió los labios sin dejar de mirar al hombre que le pedía exonerar aquel atrevimiento incongruente.
La pelinegra con una sonrisita se acercó a él, recibió el ramo de rosas rojas y las olfateó con agrado. Azael se maravilló al verla tan fresca, tan linda, y provocativa que no evitó buscar aquella boca que le incitaba a besarla con tanto esmero que Olivia dejó caer las rosas que sostenía en las manos, dejando unos cuantos pétalos esparcidos en el suelo.
Asombrada por aquel ímpetu, al librarse de aquella boca feroz que devoraba con tanta agilidad sus labios se aturdió, y no dejó de mirarlo con desconcierto.
--Olivia, no pude evitarlo, pero me gustas mucho.
--Creo que vamos muy rápido Azael--repuso conmocionada.
--Podemos conocernos mejor Olivia. Quisiera visitarte, besarte de vez en cuando, e incluso compartir contigo un gran número de tiempo, pero, no como tu amigo.
La chica no supo que decir, con los ojos exageradamente abiertos, no dejó de mirarlo, a pesar de que su corazón casi se le salía sobrenaturalmente del pecho.
--Olivia... ¿quieres ser mi novia?
#32174 en Novela romántica
#5354 en Chick lit
amor imposible, amor desilusion encuentros inesperados, amor celos amigos
Editado: 04.11.2020