Si me quisieras...

✔️No quiero tu lástima✔️(34)

Si me quisieras...

Capitulo 34

No quiero tu lastima 

La penumbra de la habitación no le provocaba ni el más mínimo sueño a Hanna. La noticia de Benjamín le impacto en gran manera, que no podía coincidir como el pelirrojo pudiera tener una enfermedad tan atroz, sin embargo, de algo estaba segura, de aquellos senderos y revolcones que da la vida misteriosamente. Acomodó su torso de un lado a otro, e incómodamente se giró un par de veces como si eso le haría conciliar el sueño. Benjamín se incrustó en su mente como un virus imposible de desechar. Sus ojos verdes, su pelo rojo le atormentaba como un malestar que abruma todo el cuerpo sin piedad.

Revivió un par de escenas cuando eran niños y amigos. Él era tímido, y cuando solía hablar tartamudeaba de gran manera que era como un martirio para la rubia. A veces tenía que sacarle las palabras porque sentía que se demoraba con cada frase que surgía de su pequeña boca. Siempre fue delgado, e excesivamente conservador. Su padre, radicaba en el ejército, eso hizo que el chico creciera en un ambiente lleno de exigencias y requerimientos innecesarios.

Recordó una noche parecida a esa, la cual no lograba conciliar el sueño por más que se obligaba a dormir. Escuchó ruido y sollozo en plena madrugada, no era nada usual oír voces al menos que sea de ladrones. Temblorosa, la rubia echó un vistazo por las cortinas de terciopelo que adornaban su alcoba, aquellas de color azul que al mirarla le hacía recordar el mar. Asimismo, se asombro cuando sus ojos percibieron al pelirrojo haciendo ejercicio.

——100 lagartijas más para irte a dormir... Así aprenderás a ser un hombre de verdad y no un maricon.

Evocar ese recuerdo provocó nostalgia. No se había dado cuenta cuando las lágrimas súbitamente surgieron asomándose hacía su boca con un sabor salado que podía degustarlo fácilmente, saboreó la tristeza, las noches de soledad, y sus padecimientos.

Esa noche, no pudo dormir absolutamente nada. No obstante, sin pensarlo dos veces, se levantó, se arregló, cepillando su cabello en una coleta con un buzo rojo y sus labios pintados del mismo color. Ojeó a un lado de la cama, e observó a Olivia dormir con la boca medio abierta y con una mano pegada en la frente, <<hasta para descansar tiene una posición melodramática>> pensó, sonriendo con su boca cerrada.

Esa mañana condujo hasta su viejo hogar, el vecindario que la observó crecer hasta que ella decidió volverse independiente. Su casa, quedaba cerca de la vivienda del pelirrojo y de Milena. Todo seguía luciendo igual. Un jardín admirable en la entrada, con todos tipos de lirios, rosas, y margaritas. Uno de los huertos más envidiado de todas las urbanizaciones; era obvio, donde alguna vez Hanna vivió, eran las residencias mas costosas.

Las casas eran de tres plantas, diseñadas en maderas y con una cantidad de ventanas que, en su momento, la rubia las consideró innecesarias. Sin embargo, el aspecto de las viviendas era honorable y vistosísima a simple vista. Así eran todas por fuera, ostentosas, pero vacías por dentro, tal cual como ella se sentía.

Hanna pacientemente caminó hasta llegar frente a su residencia, no había cambiado en absolutamente nada, la pintura blanca seguía intacta como hace dos años atrás. Sintió el impulso de ver a su padre, y de quizás saludarle un poco, idea que se esfumó de inmediato.

Siguió hasta la casa del pelirrojo y cuando estaba apunto de tocar el timbre, se arrepintió. ¿Qué le diría? Nada de lo que pudiera decir podía consolar y calmar la angustia de enfrentarse a una batalla donde tenía el 50% de ganar o perder.

<<Mierda>> dijo, al verse que sus manos temblaban.

<<Mierda infinita>> repitió, lamiendo sus labios y recobrando la compostura. Una vez más miró la puerta, y se dio cuenta lo absurda que se veía declarando palabras de consuelos, cuando Benjamín y ella ya no eran cercanos.

Sacudió su cabeza y apretó sus ojos con fuerza, respiró profundo dando medio vuelta y alejándose de aquella puerta fugazmente. Con la cabeza agachada y sus brazos pegados a su pecho caminó sutilmente, y una vez levantó la vista, se dio cuenta que Benjamín caminaba en dirección a ella.

De repente, sintió nervios, y un gran nudo se apoderaba de su garganta. Ya no podía huir, Benjamín ya la había visto desde la estancia de su camino.

Se quedó paralizada, tratando de ordenar sus pensamientos e ideas para conversar de una manera favorable. Ni tan distante, ni tan inoportuna, ni imprudente, tampoco quería sonar interesada, ni mucho menos afectuosa.

Cuando se acercaba, contaba hasta tres mentalmente, inhalaba y exhalaba como una loca, hasta darse cuenta que estaba totalmente desestabilizada, sin embargo, no tuvo tiempo de recobrar la compostura, el chico estaba frente a ella, mirándola con sus ojos verdes esmeralda que se encontraban más iluminados que nunca. Su pelo estaba echo un total desorden y su boca pálida se veía seca. Unas grandes ojeras violáceas vislumbraban su rostro. Parecía no haber dormido por años.

Sus parpados estaban caídos, y su piel más blanca que nunca. Su semblante era de sorpresa, aunque trataba de evitar que había llorado un poco por lo hinchado que se encontraba sus ojos.

No hablaba, solo la miraba a sus ojos con suplicas, un ruego que Hanna no pudo descifrar. Solo le bastó esa mirada para hacerla estremecer de pies a cabeza, sin embargo, ella no se atrevía a iniciar la conversación.

——¿Qué haces aquí? ——preguntó el chico con tanta frialdad que Hanna lo sintió.

——Quería ver a mi padre——mintió. Cuando su finalidad era verlo a él.

——¿Lograste hacerlo?

——No. Me arrepentí.

El chico bajó la cabeza y su mirada descayó drásticamente hacía el suelo.

——Fue un placer verte——concluyó la conversación y le pasó por un lado a la rubia. Sintió de todo, un sinfín de emociones que remolineaban como un tornado alborotando y desestabilizando todos sus sentimientos.




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