Si No Fuera Un Sueño

15 Capítulo

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15. ℕ𝕖𝕨 𝕐𝕠𝕣𝕜
 


 


 


 

Varias semanas después hicimos las maletas. 
 


Nos íbamos a New York.

Sentí un poco de tristeza al dejar nuestro hogar. Pero pensé en Matt; él tendría una vida mejor en los Estados Unidos. En un entorno en el que ya estaba acostumbrado su desempeño académico no se vería afectado.

—Deberías descansar —susurró mientras miraba por la ventanilla.

Viajamos en el avión familiar. Así que podía estar durmiendo como Matt en la habitación que tenía el yet, pero quería estar ahí con él.

Sonreí tomando su mano. —Quiero estar aquí, además no estoy cansada.

—Si tú lo dices, ven aquí mi ángel —palmeó su regazo.

Obedecí sentándome en sus piernas. Rodeé su cuello y sin decir una sola palabra le di un besito en los labios.

—Debo admitir que me da un poco de nervios lo que nos espera en la ciudad.

—No te preocupes. Será mucho mejor que París —rozó nuestras narices —. La casa te va a gustar mucho. Lejos de los suburbios, en un lugar de New York que es pacífico, ya sabes sin tanto ajetreo.

—No me molestaba el tráfico en París, pero estoy segura que me encantará. ¿Tiene suficiente espacio para que Matt juegue?

—Sí, he pensado en todo Emireth —alardeó.

—Muy listo, eh —acaricié su barba incipiente, apenas una sombra.

—¿Te gusta?

—Me fascina, te ves mucho más sexy.

—¿Lo dice mi ángel? —se sorprendió.

Rodé los ojos.

—Tonto.

—Ya te has sonrojado, eres adorable. No voy a afeitarme entonces.

—La verdad me gustas con barba o sin barba. Eres un hombre apuesto —apreté sus mejillas como hizo Emma.

Entrecerró la mirada. —Emma es una atrevida —bromeó.

Reí.

—Deberías haber visto tu cara, enrojeciste y ¿sabes qué? Te veías adorable.

—Te voy a besar Emireth Cooperfields —advirtió.

—Bésame, no pienso detenerte.

...

En enero empezaron las clases. Un nuevo año, un nuevo comienzo. Despedí a Matt, iba muy entusiasmado. Max lo dejaría en la escuela y luego se iría al trabajo.

Mi niño ya empezaría a cursar el quinto grado.

—Yo iré por él a la escuela, te amo.

—Yo más, ten un buen día.

—Tú también —me guiñó un ojo y salió de casa con Matthew.

Silencio y más silencio.

Ahora que estaba sola en casa reflexioné un poco. Di un paseo por el living, el lujoso living pulcro de punta a punta. Realmente me encantaba este lugar. Había paz, aunque en ocasiones la excesiva tranquilidad resultase tóxica.

Me tiré en el sofá en forma de "L" que estaba al frente de la chimenea. Elegí varios cojines blancos, para que combinase con el color gris de los sofás. Ya que la casa estaba limpia decidí ver televisión.

Una semana...

La misma rutina...

Tenía que hablarlo con Max. También quería, necesitaba sentirme útil en casa y no un mueble más. Me lo imaginaba ya negando con la cabeza.

Observé la pintura que compró en una reconocida galería en Francia. La colgamos allí porque lucía muy bien con el color pastel de las paredes.  Los cortinados eran de seda y los centros de mesa de cristal. El televisor pantalla plana era enorme, hasta me sentía en el mismísimo cine.

Mi estómago rugió fuerte y recordé que solo me tomé un café. Estiré las piernas y anduve con dirección a la cocina. Después del bonito jardín y la alberca, éste era otro de mis lugares favoritos. Pasé la semana pasada metida en YouTube, haciendo varias recetas que me parecieron interesantes.

Hoy la verdad no tenía ganas de ensuciar la cocina. Además Amanda, la mujer que Max contrató para que me ayudase con la limpieza, no llegaría sino hasta el viernes por motivos familiares.

Ella era reservada, atenta y cariñosa. Ya se había ganado nuestra confianza.

Abrí la nevera, tomé un yogurt. Sé que debía comer un poco más pero últimamente me decepcionaba un poco mi cuerpo, el espejo me torturaba reflejando mis kilos de más.

Me senté en el taburete. Tomé una cucharada y la llevé a mi boca. Umm,
que bien sabía en mi paladar. Recordé esa vez que Max y yo nos besamos en la cocina teniendo los dos helado en la boca. Lo que sentí provocó una descarga en todo mi cuerpo, hasta que Marie apareció.

La sonrisa despareció, pero rápidamente batí la cabeza. No permitiría que pensamientos negativos me devoraran.

Más tarde me puse a hacer el almuerzo. Conseguí preparar Magret de Carnad, carne de pato. Y sentí orgullo por eso.

Puse la mesa, y cuando todo estuvo listo solo me quedó esperar la llegada de los dos amores de mi vida.

—Amor, hemos llegado.

Su voz, esa voz hizo saltar de un brinco mi corazón.

Me levanté y caminé hacia ambos. Primero besé a Matt en la mejilla y después a Max. —¿Todo bien?

—Nada de que preocuparse.

—Mami, mira lo que hicimos en la escuela.

Desvié la atención de Max para escuchar a mi hijo.

Tenía en sus manos un hermoso dibujo de la familia. Algo que me hizo fruncir el ceño es que alguien más estaba en nuestro núcleo.

Miré a Max pero este solo se encogió de hombros sin poder ocultar una divertida sonrisa.

—Yo creo que él tiene razón —susurró a mi oído, enviando una descarga eléctrica por todo mi cuerpo.

—¿Qué?

—Matt, dile a mamá lo que me has dicho en el camino.

La sonrisa en mi hijo se ensanchó de oreja a oreja.

—Pues explícame Matt.

Señaló la hoja. —Aquí está papá, tú y yo.

—Ajá, ya eso lo sé ¿quién es la niña? —curioseé revolviendo su cabello.

—Mi hermanita, porque tú y papá me van a dar una ¿verdad?

Me quedé de piedra. Casi me atraganto con mi propia saliva.

Miré a Max. Volvió a encogerse de hombros.

—Ya le dije que podíamos ir practicando.

—¡Por Dios! —exclamé bajito, sonrojada.

Que dijera ese tipo de comentarios delante de Matt...

Se carcajeó.

Lo iba a matar.




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