Si no veo tus ojos

CAPITULO 26

Y no lo pensé, fue tan rápido como el se había enamorado de mi, tan rápido como se coló en mi vida, y tan rapido como las ganas que me dieron de besarle desde que atravesó esa puerta.

Fue tan sorpresivo hasta para mí, quién era la que realizó aquella acción, y no sabía cuánto lo había deseado hasta que sentí sus labios reaccionar al toque de los míos.

Mis ojos estaban cerrados dejándome llevar, sentí sus manos posarse una en mi cintura y la otra entre mi cuello y mandíbula, acariciaba una de mis mejillas con su pulgar, mientras solo moviamos los labios lenta y tortuosamente.

Ese fue el beso más dulce que había tenido en toda mi vida, sin decir que no es que haya tenido muchos a lo largo de ella.

Mis manos jugaron con el cabello que salía de su gorro en su nuca, envelecida por su forma de besarme, siguiéndole el ritmo de esos labios que me negaba a creer que antes no había querido probar.

Cuando nos íbamos parando, juntaba su frente con la mía sin dejar de dar cortos besos en la comisura de mis labios, y vaya que yo no quería que parara, pero tampoco podía mostrarme tan desesperada, por lo que solo le sonreí y me aferré a su cuello.

Duramos alrededor de dos y tres minutos arrodillados en la manta abrazados y sin decir ni una sola palabra, y una vez más no sabía que decirle, pero gracias a Dios el lo hizo primero.

— Te quiero hermosa Camila — oír eso de sus labios me hizo ensanchar una sonrisa muy grande que me dolieron las mejillas — Soy el primero en decir directamente te quiero, y no me importará ser el primero que diga TE AMO — No lo estaba viendo a los ojos, pero afianzaba mis brazos alrededor de su cuello al sentir como me llenaba de felicidad.

— Yo… yo también te quiero, y no sabes cuánto lamento no haberme dado cuenta antes y haberme comportado como una tonta — me separé y lo miré a los ojos.

— Hey no, tranquila — tomó mi cara — Es entendible todo, no cualquiera es capaz de enfrentar todo a tu modo — dió un cálido beso en mi frente.

— Quiero intentar estar bien, por mamá, por Marcus, tratar de que mis amigas puedan seguir su vida, y ahora quiero estar bien para ti — su sonrisa se ensanchó

— Todo pasó, ahora estamos acá — miraba a nuestro alrededor — Y no querría estar en otro lugar que no sea aquí contigo.

Era algo extraordinario lo que sentía, y me molestaba conmigo misma por el simple hecho de habermelo negado antes, solo por miedo, pero para mí no podía ser de otra manera. Por lo que estaba feliz de haberme dado la oportunidad de amar; de amarlo a él.

Nos acomodamos en la manta y los cojines junto a Ada. Estábamos tan cerca que podíamos sentir el calor del otro, y posiblemente por los nervios el podía oir mi corazón tan acelerado.

— ¿Y como es que has entrado? — recordé de repente

— La puerta estaba abierta, llamé pero nadie respondió, así que creí prudente entrar por si estaba pasando algo — me sonrió — Pero lo que me he encontrado es una muy linda sorpresa.

Le sonreí genuinamente, pero por dentro agradecía que no haya llegado antes porque sino todo hubiera sido un caos.

Me di cuenta que desde que llegó no había dejado de sonreir en ningún momento. El efecto que causaba en mi era increíble, todo denotaba que él podría ser lo mejor que pudiera tener en mi vida en esos momentos.

Mirábamos a la nada y le dije — ¿Puedo hacerte una pregunta?

— Si, por supuesto hermosa — aún mi mirada seguía fija en el frente, pero pude percibir como su mirada me taladró, buscando un atisbo de cualquier duda.

— ¿Tu aún y después de todo quieres seguir conmigo apesar de mi condición? — no quité ni un momento la mirada del frente.

Podía estar segura, muy segura de su amor, pero esa pregunta no salía de mi cabeza.

¿Podía el amarme a pesar de eso?
¿A pesar de todo?

— Yo me enamoré de ti por quién eres — Tomo mi mentón e hizo que volteara a mirarlo — ¿Por qué tú enfermedad tendría que cambiar eso?

Apesar de que mantenía su mano fija en mi mentón para que no pudiera voltear, por instinto bajé la mirada. Era algo obvio que no tenía una autoestima en el amor o la confianza muy alta.

— Es hora que dejes de ver tu enfermedad como un obstáculo hermosa — sentí una leve caricia donde su mano aún se mantenía.

— Me ha quitado mucho — fui valiente y enfrenté su mirada — ¿Como no verla de ese modo? Si ha sido una piedra que no he podido esquivar

— Porque es solo eso, una piedra que si muy bien no puedes esquivar, solo se toma impulso y se salta — su mirada era tan dulce

¿Como es que siempre tenía una frase o palabra para todo?

— La fuerza para saltar no la tengo, el camino es agotador que no he podido hacerlo — fui sincera.

— Pues te paso la mía, pero.. ¿De que la saltas? La saltas — tomo mi mano — Pero ahora tienes una mano más que te ayudará a impulsarte — miré nuestras manos unidad

— ¿Tú?

— ¡YO! — afirmó fuerte y claro.

Cada acción de él me hacía quererlo más, no podía evitarlo, daba un paso tirando de mi mano para que pudiera hacerlo también, avanzaba pero me llevaba a rastras, y aún no sabía si era bueno o malo.

— Gracias — lo abracé.

Porque había evitado hacerlo una vez más, pero me pareció la excusa perfecta.

¿Nunca han sentido la necesidad de no soltarse de alguien?
¿De siempre querer abrazarle?
Era como una comodidad diferente, en pocas palabras, era sentir seguridad.

Me sentía llena y completamente segura con él. Su amor me abrazaba, y renacía en sus brazos.

— No hay nada que agradecer, estoy aquí para eso ¿O no? — me preguntó.

— Hasta ahora me voy dando cuenta de las cosas, no me culpes — solté una pequeña risa.

— Ahora, quisiera escuchar esa canción una vez más — tomó la guitarra y me la pasó.

— Oh no, no, no, no — negué efusivamente pasándosela.

— Oh sí, si, si, si — la empujaba de regreso.

— No Mason — comencé a reír

— ¿Por qué no?




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