Si tan solo pudiera estar contigo

Nattedyr

8. Los Nattedyr.

No puede ser.

Esa sonrisa en su rostro, era diabólica, esos ojos negros gritaban peligro, ese bosque representaba riesgo, un riesgo que no podía correr. 

Sin pensarlo dos veces huyó de aquella figura que emanaba peligro, por suerte él no la siguió. Para cuando dejó de correr y estaba segura retomó su rumbo, había dejado de llover, pero la noche en aquel bosque seguía igual de oscura y silenciosa, caminaba a paso rápido buscando la base, un roble rojo con raíces negras era el indicativo para encontrarla, pero todos los arboles tenían el mismo color, con la oscura noche seria difícil.

Elainey estaba cansada, quería tirarse al suelo y dormir, el estrés la llevó a la furia, la furia hizo que golpeara un árbol, golpear le provocó dolor, y sin previo aviso una fuerte ráfaga de viento la lanzó al piso y lo vio, desde el suelo se notaba la punta de un roble de un tono diferente a los que lo rodeaban, se dirigió a él, tal cual como le habían dicho roble rojo con raíces negras, lo rodeó y detrás estaba una pequeña puerta metálica que antes no había visto.

Tocó la puerta, al instante un hueco se abrió debajo de ella y cayó con un golpe seco.

Paredes oscuras y barrotes de hierro era lo que la rodeaba en este momento, una "Jaula para tontos" así era llamado en Artemia, una cárcel para el extranjero y una casa para Artenianos, si intentas salir por la manera simple sin analizar que es una caja de la muerte, pues bueno lo más seguro es que no salgas de ahí vivo. 

Los Artenianos no gritan. 

Ni tratan de huir mientras todos se dan cuenta. 

Ellos analizan y luego atacan. 

Tal como el teniente hacia mientras miraba a Elainey desde una esquina oscura fuera de la jaula. 

Nada, Elainey no hizo nada, se sentó en el piso a esperar, hasta que los grandes barrotes se alzaron frente a ella. 

—Estás viva, otra vez.

Dijo una voz a lo lejos. 

     ***

Regla número 4.

Prohibido dejar evidencias. 

En la oscura noche fuera de la base se escuchaban los pasos de una docena de personas. La lluvia retomó su ritmo inicial y espesas gotas caían con rapidez en sus cuerpos, pero poco les importaba mojarse, buscaban algo. 

—Alto —ordenó una voz gruesa. 

Sus pasos cesaron y reinó el silencio, el dueño de aquella voz empezó a caminar lentamente hacia algo mientras los demás lo miraban, se detuvo frente a una flor y se agachó para observar más de cerca, los rostros confusos no se hicieron esperar. 

—¿Qué haces? —preguntó otra voz. No respondió. 

Observó con detenimiento el girasol que yacía frente a él, pétalos amarillos, hojas verdes brillantes y un tallo fuerte, lo único fuera de lugar era lo que se encontraba debajo de este. 

—Una huella —yacía atravesada justo debajo del tallo —, y no es de acá. 

La brisa comenzó a azotar fuertemente en medio del bosque, creando un panorama casi imposible de ver y borrando lo poco que quedaba de la huella. 

—Hay que encontrar al dueño —declaró. 

—Imposible —dijo alguien —, no con esta tormenta. 

—No es impedimento. 

—Hoy sí, observa a tu alrededor, los árboles se tambalean por la tormenta, sea donde esté la persona no saldrá de ahí, corremos peligro al buscarlo, nos vamos.

—No puedes ser tan..!

—Es una orden —lo interrumpió. 

No podía desobedecer, arrancó sin que nadie se diera cuenta semillas de la flor y los siguió sin decir una sola palabra en todo el camino. 

La oscuridad, los árboles y la tormenta de aquella noche los retrasó más de lo que esperaban, pero habían confirmado sus sospechas. 

Después de 12 años

"Ellos estaban aquí" 

Los Nattedyr. 




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