Es casi una ley que todos detesten los lunes y yo no soy la excepción optimista a la regla, ojalá todos tuviéramos tu carácter para no tener que aguantar la resignación de los compañeros y a los profesores que no tuvieron mucho que hacer más que planear como hacer nuestras vidas más aburridas que las suyas.
No creo necesario tener que describirte como llegan todos a contar con un alto porcentaje de exageración lo que hicieron en sus fines de semana. Quisiera ver si realmente salieron a tantos lados posibles y vieron a tantas personas como presumen o solo se quedaron frente a la pantalla de un celular buscando cualquier pretexto para distraerse en Facebook o subir fotos a Instagram llenas de filtros que terminan por borrar sus narices y hacernos creer que no tuvieron que tomarse cincuenta fotos para salir espectaculares e intocables.
—¿Tienes un lápiz?
El chico frente a mi parece tan aburrido como yo así que una vez que le presto uno más usado regreso a mis pensamientos mientras bostezo y espero sobrevivir a la primera hora.
Al menos parece ser un día tranquilo.
La verdad es que voy a continuar los siguientes cincuenta minutos sin hacer mucho, el profesor solo se dedica a pasar de diapositiva mientras habla solo y eso particularmente me hace divagar aún más y terminar por llenar de dibujos mi cuaderno. Y cuando finalmente pasa la clase es momento de tomar un respiro cerca de algunos árboles en los que acuden los que desean dormir e paz o poder concentrarse.
—¿Puedo sentarme?
—Claro Sandy.
—Acabo de recordar que tengo que entregar un reporte de una película y no hice mucho.
—Eso es rápido, si la película es demasiado mala burlarte sarcástica e irónicamente y si es buena evita idealizarla mucho.
—¿Ya saliste? —pregunta Sandy mientras saca su libreta con una pluma y se recarga en el tronco.
—Me quedan dos clases y soy libre.
—Debí meterlas en la mañana.
—Es que tienes más tiempo libre.
Sandy continuó con su película pidiéndome comentarios ocasionalmente y ahora que termina nuestro tiempo libre regresamos a las aulas. Yo pensaba verte por alguno de los pasillos del segundo piso pero supongo que este laberinto a veces no ayuda a que coincidamos pues este edificio tiene cuatro pisos con entramados de pasillos en donde los principales hay talleres a los lados y en los secundarios cubículos de algunos profesores.
Mi clase de apreciación estética tiene a chicos de tercer y cuarto semestre eso logra que la facultad no esté tan dividida debido que sus estudiantes cursan al menos una materia con su generación y parte de la que le sigue. Eso para ti siempre fue bueno, conocer a muchas personas pero para una persona más reservada como yo no era algo muy nuevo, aunque tampoco niego que me guste, de alguna forma no te limitan a ver las mismas caras por todo un semestre.
Como siempre elegí un lugar de la esquina y cercano a la ventana, así no parecía vampiro y podía tomar un respiro sin salir del salón.
—Chicos, tenemos una nueva compañera que se incorpora al curso —la profesora interrumpe su clase después de pasar lista.
Fue ahí cuanto retiré la mirada de los tenis que un compañero de mi izquierda movía nerviosa e insistentemente.
La chica que ocupaba mis pensamientos, como siempre, al fin apareció y los que ya nos ubicaban giraron sus cabezas a mí. Es demasiado hartante la increíble falta de discreción por parte de quienes nos "conocían".
—Puedes sentarte con...—La señorita Pieterse, al igual que yo, buscaba un asiento libre.
"Que sea detrás de mí por favor" pensaba en el asiento justo a mis espaldas.
—Hay un asiento aquí —solté de repente mientras retiraba la mochila con mi cámara, que ocupaba el asiento ahora vacío.
Algunos chicos soltaron risas por mi repentina urgencia de poder tenerte cerca y yo sentí que mi cara de tornaba más roja que aquella manzana que distraídamente mordía una de las chicas que se sentaban en las primeras filas.
—Hola —saludaste entusiasmada mientras tomabas tu lugar.
Yo trate de fingir que no había sido expuesta en público y te regalé mi sonrisa, algo apenada.
—No les hagas caso —continuaste mientras sacabas un pequeño cuaderno de tu mochila—, están celosos porque soy tu nueva amiga —sacaste la lengua de manera traviesa.
Mientras guiñabas y sonreías yo me relajaba un poco y la clase retomaba el tema haciendo que la atención de los demás fuera directamente a la pizarra.
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Editado: 25.07.2019