Si te recuerdo

Capítulo 8

El fin de semana transcurrió sin más y las pesadillas a pesar de ser recurrentes duran pocos segundos antes de empezar a tener el control para despertarme con mi cabello pegado a la frente. Después de intentar tranquilizarme y abrazar a ese tigre blanco me vuelvo a quedar dormida esta vez tratando de pasar el resto de la noche en lo deberían de ser mis sueños que a diferencia de los demás se ven inundados de un profundo y misterioso negro como si mi inconsciente no me permitiera saber todo lo que me ocurre y se cansara de recordarme mis deseos más profundos, como si fuera incapaz de traer nuevos recuerdos después del accidente.

Ahora estoy en el café de siempre y sentada frente a la protagonista que me persigue aún cuando cierro los ojos y que extrañamente mide apenas un metro con sesenta y seis centímetros de alto, no es una amenaza pero hasta este punto y sin quererlo sí que ha transformado lo que antes consideraba mi cotidianidad y a lo que estaba acostumbrada. Es lunes y me han dado el día por lo que decidí aprovechar para que termines de estar al corriente de la clase de apreciación estética.

Sigo pensando en que fue una estupenda idea que estudiaras diseño y yo arte, después de todo el programa hace que los que iniciamos en las carreras tomemos clases compartidas.

— ¿O sea que no habrá examen?

Hasta este punto ya solo pasas unas presentaciones de la clase a tu laptop mientras busco en mi libreta los criterios de evaluación para el final del curso.

—Bueno, es mejor. No creo que puedas evaluar objetivamente los pensamientos subjetivos de cada uno.

—Es mejor, ya me estaba desesperando con los exámenes escritos de "justifica tu respuesta". Al fin es algo más creativo —mencionas mientras observas a la pantalla de la computadora.

Tus expresiones neutras indican que la tarea no es precisamente entretenida, llevamos una hora así, tú en la computadora ordenando carpetas y trabajos mientras yo estoy transcribiendo algunos apuntes, porque después de todo prefiero ayudarte a escribir en tus cuadernos en lugar de sentarme frente a los míos y escuchar solo mis pensamiento. He insistido porque no puedo evitar notar durante las pocas clases que llevamos que tu mano tiembla aún. No expresas tu desesperación abiertamente pero puedo sentirla por la forma en que después de un rato tu mano tiembla más, aprietas el lápiz con una mirada tensa y derrotada para luego guardarlo y solo escuchar.

—Déjalo así, puedo grabar las clases.

—No creo que te funcione.

Y no es solo una excusa para verte después de clase y pasar los apuntes sino que en verdad nunca te han funcionado las grabadoras. Durante nuestros años escolares el sistema educativo ha sido injusto para nosotras porque mientras yo era la típica persona que podía conservar su cuaderno casi intacto; tú lo llenabas de dibujos. Por mi parte yo me grababa todo escuchando y tú dibujando, algo que a los profesores les desesperaba y de hecho eso me remonta a una situación divertida en la que justamente conocimos a nuestras mamás.

— ¿Y a ti por qué te trajeron aquí? —Establecía conversación con Jaimie que en ese entonces cursaba conmigo la preparatoria y con la que empezaba a llevarme más durante nuestro segundo año justo cuando ya no era la nueva en la escuela.

—Bueno, al parecer están desperdiciando a una dibujante en potencia ¿Y a ti?

—Desperdician a un próximo talento del arte.

—No puedo creer que sigan obligándome a transcribir todo lo que dictan.

—Apuesto que es lo más interesante que han de hacer en sus tristes vidas.

Pasamos unos minutos aburridas y olvidadas junto con otros chicos que habían grafiteado una de las paredes que recubrían la parte trasera de las canchas y entonces se me vino una idea.

—Cinco segundos de valentía —-decía para mí.

— ¿Qué? —preguntó Jaimie distraída y evidentemente aburrida.

—Es una expresión que uso para armarme de valor y hacer o decir algo que no haría si me pusiera a pensarlo por más de cinco segundos.

— ¿Y ahora para qué son?

Antes de explicarle me levanté a preguntarles a los chicos si aún conservaban con ellos una de las latas con pintura. Logré comprarles dos y sin preguntarme me las dieron para luego ir a comprarse algo de comer a una de las máquinas antes de que el supervisor regresara.

Regresé y me senté en la banca frente a la Jaimie mostrando mi adquisición mientras ella empezaba a comprender como si me hubiera leído el plan.




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