Capítulo III

A primera vista. Quizás en otra vida, dicen. Yo espero que seas en ésta. No necesito pedir más deseos, desde que vi tu sonrisa.

Nacarid Portal

Entonces cruzó el umbral de la vieja biblioteca, sentía como los ojos de los presentes se clavaban en ella, el corazón se me aceleraba a cada paso, debía ser fuerte, ya había llegado demasiado lejos como para salir huyendo. Cuando se le cruzaba por la mente el pensamiento de que no podía ser peor, se topó con aquellos ojos azules.

Aquel hombre de la melena dorada, ya lo había visto en la galería, Samara le comentó que él era el autor de aquellas obras, del motivo de su presencia en tierras lejanas. Intentó acercarse a él aquel día, pero, aquel brillo en sus ojos la obligaron a huir porque sabía que no la estaba viendo a ella, más bien veía el recuerdo de Amambay en ella.

No podía soportarlo, prácticamente poseían los mismos rasgos físicos, sin embargo, eran personas distintas; le hubiera encantado compartir una vida con ella, pero, la vida se encargó de lo contrario.

Tenía miedo, es más estaba temblando, no quería fallar; quería arrancar la verdad de un tajo, empero la verdad era como una rosa y para llegar a ella debía pasar por las espinas. Veía a su paso miradas entristecidas, su presencia conjuraba recuerdos de ella, cerró los puños fuertemente y siguió andando hasta llegar al círculo y ocupar el asiento frente a aquellos ojos azules que la miraban con estremecimiento.

Aquel era un grupo de ayuda y ella más que nunca la necesitaba, recogió todo el aire que pudo en sus pulmones, debía hablar, debía presentarse.

-Mi nombre es Arami, hace tres meses he llegado a Madrid, vengo de Paraguay y por lo que, notado en las expresiones de sus rostros, saben que soy pariente de Amambay, esto también es difícil para mí, es tremendamente duro ser el recuerdo andante de una persona querida, espero que puedan aceptarme aquí, hay mucho que decir, pero, ahora no encuentro las palabras para hacerlo, éstas se me escabullen de los labios.