-¿Por qué un vestido?- Seguía cuestionando, algo enfadada.
Al final había accedido a ir a la noche de películas de Iker, ya que mañana sería la segunda reunión de la cosecha. Muy en el fondo sabía que después me arrepentiría de lo que estaba a punto de hacer, pero ya no podía retractarme. Prometerle algo a Gaia, era peor que prometérselo al mismo diablo.
Según lo que me había dicho la peli negra, todos comenzarían a llegar después de las nueve de la noche y todo continuaría hasta el amanecer; había convencido a mis padres que me quedaría en la casa de Gaia.
Así según ella, podría arreglarme para ir "Más presentable" pero su palabra de ir más presentable era muy diferente a la mía.
-¿Cómo que porqué un vestido? –Me preguntó ella con el ceño ligeramente fruncido, mientras limaba una de sus largas uñas –Debes mostrar más esas piernas.
Traté de no rodar los ojos. No me pondría un vestido, y no era precisamente por pena a mostrar algo más de piel, pero estaba nevando, la noche estaba fría y quedaría muy obvia ir a su casa con un vestido que me llegaba justo hasta la mitad de las rodillas.
-Gaia, es una noche de películas –Me quejé, mientras tomaba asiento en su cama -Debería ir los más cómoda posible.
-¿Quién dijo que verías la película? –Me quedé mirándola hasta que estaba segura de que había bizqueado.
-¿Qué dices? –Ella me sonrió burlonamente.
-¿No escuchaste todo el plan? –Antes de que pudiera contestar, ella se me adelantó – En serio, tu falta de atención me hiere el corazón- Le regalé una mirada fulminante mientras ella soltaba una pequeña risita.
-Pensé que el plan era ir para que él me viera.
-Ese es solo el principio del plan, no es todo el plan –Su sonrisa se ensanchó más - No te preocupes, déjamelo todo a mí, además Gleen nos ayudará.
¿En qué te has metido? –Pensé mientras suspiraba, esto ya no pintaba bien, Glenn era el novio de Gaia, y mi mejor amigo del alma, pero cuando esos dos estaban juntos, todo era mucho peor de lo que ya se avecinaba.
***
Miré el reloj por enésima vez. Ya eran las nueve de la noche, pero habíamos decidido esperar algunos minutos para no ser las primeras en llegar.
Estaba de pie en la ventana del cuarto de Gaia, desde allí se veía el reflejo distorsionado de la montaña Celle; era la montaña más grande que rodeaba todo el pueblo. En los días soleados, era uno de los mejores paisajes que unos ojos pudiesen observar, sus extensos mantos de hierba y grandes faros de tierra que penetraban las nubes, hacían al lugar un buen partido para los turistas.
Un copo de nieve golpeó súbitamente contra el cristal, dejando un recorrido húmedo. Pronto la tormenta iniciaría, el frío ya era palpable en el aire.
Y los nervios corroboraban mis sentidos, no sabía muy bien porqué estaba tan nerviosa.
-Mientes- Me gritó mi subconsciente.
Y en realidad lo sabía. Mis nervios eran más que todo por saber que volvería a ver aquellos ojos marrones, que tenían la capacidad de quitarme la respiración con sólo regalarme una pequeña repasada.
-Lista- Canturreó Gaia mientras salía del cuarto de baño. Me quedé mirando por un momento su ropa y estuve tentada a cambiarme y ponerme el vestido, pero lo deseché rápidamente.
Un vestido de color negro que llegaba hasta sus rodillas, adornaba su esbelto cuerpo, mientras un pequeño suéter rosa le recogía bien sus hombros. Su cabello estaba recogido en su típica media cola, era en esos momentos donde no entendía como hacía para verse siempre tan bien.
Por mi parte, había decidido usar unos vaqueros grises algo ajustados, acompañados con unas botas negras hasta las rodillas que combinaban con una blusa azul de tirilla y una gran bufanda morada que cubría mis hombros.
-¿Nos vamos? –Cuestioné. Mi mejor amiga asintió mientras tomaba las llaves del auto. Habíamos decidido ir en auto por si la tormenta se desataba antes de lo previsto.
Iker vivía entre las casas que hacían parte del conjunto de la biblioteca, era donde estaba ubicadas la mayoría de casas más acomodadas y lindas de Suvermat.
Afuera, el frío era insufrible, sólo algunos copos caían aquí y allá, de forma espontánea.
Me retorcí más en mi bufanda mientas corría hacia el auto. Todo el camino, que en realidad solo fueron cinco minutos, nos la pasamos en silencio. Yo seguía nerviosa, y eso aparentemente le había hecho gracia a Gaia, y estaba segura de que si no se hubiese callado, habíamos empezado una discusión, donde el final sería, una Kay muy molesta, saliendo del coche y dirigiéndose a su casa.
Mientras el auto se desplazaba sobre el pavimento, la canción Helicopter llenaba el ambiente; la música siempre me relajaba, pero ni esa fragmentosa pieza, logró bajar mis nervios.