Siempre Cerca Nunca Juntos

Un corazón sin dueño.

El silencio era algo reconfortante.

No había mucho que decir.

O eso era lo que pensaba.

¿Qué era exactamente lo que se le decía a una persona cuando te dabas cuenta que era la dueña de tu corazón?...

Nada. No sabía qué decir, en absoluto.

El reloj marcaba su ritmo incesante contra mi muñeca. Aún tenía el corazón acelerado por la presencia de él, pero sabía que debía acostumbrarme, siempre sucedía.

Era como estar caminando en tierra firme y de repente verse arrojado a un manso y extenso vacío que hacía que mi corazón casi se parara.

Le miré de reojo y lo noté concentrado en la carretera que se extendía adelante. Estaba haciendo todo lo posible por parecer molesta con él por haber interrumpido mi charla con Dylan. Pero no lo estaba, ni en lo más mínimo.

Hace poco me había dado cuenta que cuando alguien está enamorado de una persona, lo sabe con solo mirarlo a los ojos, el brillo de estos jamás miente, y por esa razón lo sabía.

Iker Adams, se había adueñado de mi corazón sin permiso.

-¿Sigues molesta? -Preguntó él mientras giraba hacia la derecha y después subía una pequeña montañita de pavimento.

-No -Dije y seguí mirando por la ventana. Tenía miedo de que si me miraba a los ojos se diera cuenta de lo que acaba de descubrir.

-Sí lo estás -Aseguró -Pero tienes que saber que no te iba a dejar ir con ese idiota a ningún lado.

Mi cuerpo se tensó rápidamente.

¿Qué se estaba creyendo?

¿Desde qué punto él tenía derecho para decirme con quién salir?

-¿Qué? ¿ahora debo pedirte permiso? -Mi voz era cortante, sabía que debía pararlo. Estaba siendo estúpida.

-No se trata de eso -Le miré y vi su mandíbula apretada -Ni lo conoces.

-Pues lo quiero conocer -Siempre era testaruda.

Iker se quedó en silencio y siguió manejando el auto. No dijo nada, ni siquiera podía leer la expresión de su rostro, estaba totalmente neutra y era extraño en él.

Nos acercábamos a casa y supuse que esto iba a terminar como la última vez, yo saliendo del auto y él marchándose molesto.

Estaba tentada a decirle lo que sentía por él, pero...

¿Si me rechazaba? ¿O si le gustaba otra chica?

-¿Un libro por tus pensamientos? -Parpadeé varias veces para alejar la mirada atontada de mi rostro.

Ya habíamos llegado a casa, eso había sido demasiado rápido.

Alcé mi vista hacia Iker y me estaba mirando fijamente con sus intensos y hermosos ojos marrones. Sentí la necesidad de retorcerme, quería salir lo más rápido posible del coche antes de que se me ocurriera decir algo de lo que me podría arrepentir.

-Hmmm, gracias por traerme -Dije mirando hacia el volante -Y también se te agradece haber arruinado mi cita- No era precisamente una cita, pero él no tenía porqué saberlo.

Después de haber dicho lo que creí tener que decir, traté de salir del auto pero, vaya sorpresa, estaba con seguro.

-¿Quieres quitar el seguro? -Dije aun dándole la espalda.

-No -La diversión de su voz me irritó.

-¿Cómo que no? -Me giré con cara de pocos amigos.

-Me preguntaste si quería, ya sabes -Dijo mientras se rrecostaba en la silla- Y pues, no quiero.

-Iker, lo dije literalmente. No era nece...

-¿A qué le tienes miedo? -Preguntó de repente.

-¿A qué le tienes miedo tú? -Le devolví la pregunta sin saber muy bien qué decirle.

-Le tengo miedo a varias cosas, pero siempre hay algo que sobresale entre tus mayores temores -Sus ojos estaban en los míos -Cuando estaba pequeño creí que mi mayor miedo era la oscuridad, pero no, eso solo era una fobia. No le temía a la oscuridad, temía a lo que se suponía que estaba dentro de ella -No podía apartar mis ojos de él. Siempre que hablaba me envolvía completamente -Pero después, con el paso de los años, me di cuenta que a lo que más le temía era a la autodestrucción.

-¿A qué te refieres? -Mis nervios estaban en pique.

-Tú sabes cuando algo no va a ir bien, sabes cuando algo va a ser dañino, pero de tal manera sigues ahí con ello, sin importar las consecuencias. -Continuó él - Temo no saber hasta qué punto llegar con ello -Su mirada ahora era más oscura -No quiero verme destrozado por alguien que no está dispuesto a dejarse destrozar.

-¿Por qué me estás diciendo todo esto? -Mis manos temblaban ridículamente en mi regazo.

-Llevo mucho tiempo conviviendo con mis propios sentimientos, dejándolos fluir en control y de repente apareces tú -Suspiró -Y un día me miras como si fuese la cruz de tu existencia y al otro como si fuera tu salvación.

-No sé de qué hablas -Sabía que era cierto, pero no estaba preparada para sufrir de nuevo.

-Le temes a que te vuelvan a hacer daño -Dijo como si pudiese leer mi mente -Pero deberías saber, Kay, que a veces, lo único que nos hace sentir verdaderamente vivos, es un toque de sufrimiento.



#45555 en Novela romántica
#12323 en Joven Adulto

Editado: 10.06.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.