Siempre contigo...siempre en tí.

DON FERNANDO

A tres manzanas de allí...

Don Fernando permanece sentado en la butaca de la terraza de la residencia de la tercera edad del centro de la ciudad.

Mientras toma los últimos rayos de sol del atardecer piensa con tristeza en su vida pasada, en su mujer ya fallecida y en sus hijas ausentes. Se siente solo e impotente encerrado en ese lugar. Aunque es un sitio agradable y cómodo para vivir y ha hecho algún que otro amigo con el que juega al dómino después de la cena, echa de menos las palabras, las risas y convivencias con su familia.

Una ráfaga de viento le hace estremecerse y se levanta de la butaca en la que permanece sentado cada tarde a lo largo de los últimos dos años, desde que murió su Inés, para adentrarse al comedor del asilo.

Un papel choca contra su bata de felpa a cuadros rojos y azules, regalo de su hija pequeña, y con mano temblorosa lo despega con lentitud. Hace días que se nota cada vez más débil y cualquier gesto le supone un sobreesfuerzo agotador.

Unas palabras escritas con buena caligrafía llaman su atención.

Cierra sus cansados ojos pensando en su amada Inés y una lágrima resbala por su mejilla.

Aún con el pedazo de papel en la mano se gira y sus ojos se iluminan al ver a sus hijas con sus yernos y sus tres nietos parados en la entrada del patio sonriéndole. Los pequeños se abalanzan sobre él con la fuerza de un huracán y el orgulloso abuelo abre sus manos para acoger a aquellos que tanto había echado en falta.

El pedazo de papel se eleva arrastrado por la brisa mientras observa desde el cielo como este es arropado por los suyos.

Don Fernando mira hacia el cielo y con un murmullo ahogado da gracias a Dios por mandarle esas palabras y la oportunidad de poder despedirse de toda su familia antes de reunirse con su adorada Inés.




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