Siempre Fuiste Mía ... te lo aseguro

Capitulo 20

- ¿qué? Tú no irás a ningún lado- hace un sonido con el arma que tiene en la mano antes de guardarlo en su chaleco junto a los demás que ya están puestos.

- ¡pero… pero no te dejaré ir solo!

-Fernanda he hecho esto miles de veces, tú estarás segura en otro lugar. Ahí no te pasará nada.

-Jayden, te puede pasar cualquier cosa, puedes…- era imposible que lo deje ir solo.

- ¡Fernanda! – me hace saltar del susto. Exhala arrepentido encontrando nuevamente su calma. Toma con sus manos mi rostro –una vez casi te pierdo. La sensación de pensar en una vida donde no estás tú fue lo más traumante y horrible que he experimentado. Me asustaste como no tienes idea cuando agonizabas en mis brazos. Podía sentir tu respiración tan débil como su voz tan delirante que con solo mirarte sentía que podía hacerte daño. Fernanda, no pienso volver a sentir eso. Te cuidaré hasta que de mi último respiro y hoy… hoy no será la excepción- sus palabras tan seguras y determinadas me dejaron sin habla –Te dejaré al cuidado de unas personas que me deben un favor. Son de confianza, además te quedarás con ellos- señala con su cabeza a los dos hombres detrás de mí –y si me quieres ayudar, tendrás en todo momento esto- me entrega un dispositivo de alarma con un botón rojo, uno discreto –si estás en peligro, presionas esto y te prometo que iré por ti.

Antes de entregármelo presiona el botón demostrando que un sonido proveniente de su chaleco sonaba. Saca algo de uno de sus bolcillos –aunque no esté contigo, te estaré cuidado ¿ok? – lo apaga devolviéndolo en su lugar.

Agarro la pequeña alarma que me entrega dándome un tierno beso en la frente. Sentía miedo por él. No quería sentir el mismo miedo con Jayden. No sé si pueda soportarlo. Todos empiezan a salir de la habitación. Nos miramos en forma de despedida. Antes que se pueda ir lo detengo de la mano –si no me quieres ver sufrir- lo agarro de su chaqueta que ya tenía puesto acercándolo –cuídate ¿me oíste?

Su expresión cambia a una relajada – ¿si lo hago me darás la bienvenida a casa?

-Jayden, no estoy jugando.

-amo ver cómo te enojas- giña un ojo antes de besarme –disfruta de España cariño, es un país muy bonito.

-sí, gracias por el consejo. Lo haré una manada de personas cuidándome en cuatro paredes.

Lo escucho reír cambiando la dirección de su vista. –Cuídenla, si le pasa algo ustedes lo pagarán- su expresión divertida cambia a una intimidante. Hasta yo sentí miedo en esa faceta suya.

Me hecha una última mirada antes de irse, voltea la cabeza como si se lo estaría pensando. Sonríe –lo que haces- me besa con tanto deseo que hago el intento en detenerlo y que no vaya provocándolo con caricias. Detiene mis manos –no, Fernanda. De verdad tengo que ir.

Bajo la mirada con tristeza ¡¿por qué?! Regresaré lo más pronto posible ¿sí? – correspondo al abrazo antes que se vaya. Esta vez… sí lo hace.

Cierra la puerta dejándome sola con estos dos hombres.

-señorita debemos irnos- uno de ellos es quien rompe el silencio.

Asiento dirigiéndome a la puerta para salir del lugar. Seguía triste cuando ya llevábamos buen tiempo en el auto que lo conducían. De pronto me doy cuenta por el espejo de está delante que hay un carro del mismo diseño detrás de nosotros. También estaba bajo mi cuidado. Suspiro cansada. Ojalá esto se acabe pronto.  

El carro se detiene en una mansión igual o más grande que la de Sicilia. Estábamos en un lugar apartado. Donde el vecino más cercano está a unos 10 kilómetros de distancia.

-puede bajar, señorita- el que estaba en el asiento del copiloto me abre la puerta.

-por favor, llámame Fernanda- asiente estando de acuerdo. Lo sigo entrando a la mansión, una pareja nos recibe –tú debes ser Fernanda- su alegría resulta ser contagiosa. Apenas pude sacar un gesto de sonrisa –adelante siéntete en casa…- lo piensa –o mejor no, todo el mundo se aburre en su casa, mejor siéntete como en el lugar más seguro y divertido. Puedes disfrutar de la piscina que hay, el clima en España en estos momentos es muy apetente para estar en el agua.

-muchas gracias, pero prefiero algo tranquilo.

-déjala tranquila, Enzo. Seguro debe estar cansada por todo el viaje- la señora a su costado, muy comprensiva, tan amable como el señor me mira con cariño –acompáñame linda, te mostraré un lugar donde estarás cómoda.

Su manera tan amable y cariñosa de ser, me hace querer confiar en ella, me despido del señor siguiendo a la señora –Clark, debió estar enamoradísimo de ti para protegerte tanto- comenta.

-nos queremos demasiado- afirmo lo que piensa.

-jamás lo había visto tan serio en una relación.

-a qué se refiere.

-siempre tenía a toda mujercita que se le cruzara. Supongo que era falta de madurez. Pero al notarlo ir tan enserio contigo, me doy cuenta que ha cambiado mucho. Lo has cambiado Fernanda- una corriente eléctrica estremece mi cuerpo cuando dice mi nombre. Debe ser por todo lo que ha dicho de Jayden.

-a donde estamos yendo- pregunto cambiando de tema. Me siento un poco incomoda estando hablando de él sintiéndome de esta manera tan extraña.

-a una mini granja que tenemos- me abre la puerta de un corral –estos son conejos- carca a uno para entregármelo –puedes tomarlo- con mucha delicadeza se lo recibo.

-como supo que me gustaban los animales- acaricio al pequeño –a todos nos gustan los animales- no le da importancia –si quieres podemos pasar por los caballos, más allá están las gallinas, pero supongo que no te deben gustar- la miro al momento de preguntarle.

- ¿Cómo es que sabe usted de eso?

-no a todos nos gustan las gallinas, dan hasta miedo cuando te corretean, no crees- ríe conmigo por detrás.

-ni se imagina, la última vez que vi a una casi me quita un ojo su gallo por tener cargada a la gallina. Desde entonces esos animalitos me dan terror.




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