-Venus, ¡Venus!- su voz.
Abro los ojos de inmediato y Sean está frente a mí, miro alrededor y Evan no está, no hay sangre en el suelo, está conmigo. Y no hay un monitor cardiaco, solo una aguja clavada en mi antebrazo. Suero intravenoso.
-Sean- mi voz parece desvanecerse pero me es realmente necesario decir su nombre para percatarme de que esto sea real. Llevo mi mano a su rostro lentamente hasta su mejilla, me observa pero mi mente se concentra en verificar que todo sea real y no un sueño, su piel es cálida aunque un tanto pálida. -Eres real- añado en voz baja mientras me detengo en esos ojos que logran que mi corazón lata como si acabase de besarlo justamente como lo hicimos bajo ese enorme árbol mientras que todos estaban en busca de una bandera, la cual termine encontrando sin querer, por haberme perdido.
-Soy tan real como el amor que siento por ti- agrega al tiempo en que coloca su mano sobre la mía la cual continua en su mejilla.
-Gracias- solo soy capaz de decir eso ante lo que me ha dicho.
Mi corazón late precipitadamente y me cuesta trabajo respirar, o al menos así lo creí en mi sueño, me aferro a las mantas que cubren mi cuerpo como si intentara desquitar la furia y el miedo que permanecen en mí.
Respiro por la boca al no poder hacerlo de manera correcta. -¿Estás bien?- pregunto de inmediato recorriendo con la mirada cada parte de él, rogando que no haya ni un solo rasguño.
-¿Qué si estoy bien? Vamos, eres tú la que se ha desmayado. ¿Cómo te sientes? ¿Has tenido una pesadilla?- toma mis manos y niego con la cabeza sin poder encontrar las palabras correctas para describir lo que creí haber visto, inclina un poco la cabeza intentando verme mejor. –Entonces ¿Por qué lloras?- mi garganta arde, es extraño, siento como si mi cuerpo temblara de miedo pero una parte de mi está realmente tranquila al verlo aquí. Sin embargo, he presionado el botón rojo el cual fui advertida de no tocar.
-Porque estás a mi lado- respondo con toda la firmeza que puedo, se acerca un poco más y besa mi mano. La luz de la habitación es tenue y el ambiente cálido y en lo único que puedo pensar ahora es en salir de este lugar y quedarme con él lejos de todo por toda la eternidad como si no tuviese nada que dejar atrás. -¿Cuánto tiempo he estado aquí?-.
-Un par de horas. La tía Mila está siendo operada gracias a ti. Aunque, todos se preguntan la razón del porqué tú pudiste donar la sangre cuando solo la familia podía hacerlo, así que supongo que es una mentira por parte de los médicos tantos requerimientos si después de todo has podido hacerlo- la puerta de la habitación se abre, Caleb y su padre están allí, parados con expresión seria.
-¿Podemos hablar a solas con ella por favor?- pregunta Edward a Sean.
Sean me observa y luego a ellos.
-¿Pasa algo?-inquiere.
-Solo unos minutos por favor- vuelve a insistir así que Sean acepta y sale de la habitación sin decir nada más. Bajo la mirada un segundo incapaz de mirarlos, no sé exactamente qué tipo de visita es pero no quiero saberlo, aún.
-El médico nos dijo que gracias a ti mi madre pudo iniciar el proceso de operación- levanto la mirada, ambos me miran de una manera extraña y agradecida. –Hemos venido a agradecerte, y a preguntar si te encuentras bien o necesitas algo- se acerca un poco más pero Edward continua en le entrada.
-Estoy bien, gracias-.
-Es extraño. ¿Cómo es que pudiste donar la sangre?-.
-Suerte, quizás. Mi madre siempre decía que mi sangre era un tanto extraña así que creí que podría hacerlo, y fue así- respondo al hombre el cual su esposa continúa en una sala de operaciones sin noticias de su proceso.
-Tu madre ¿Jessica Helliwell? Tengo entendido que es tu madre adoptiva- continua como si intentara unir el rompecabezas que quizás ha formado en su mente.
-Así es-.
-Caleb, ¿Puedes dejarme un momento con ella?- Caleb frunce el ceño, parece extrañado de la petición de su padre pero aun así no discute y sale después de dedicarme una sonrisa. -Lo siento, es solo que… continuo imaginando que tal vez… solo tal vez mi hija esté viva- se voz se vuelve frágil, tiene la mirada gacha y no sé demonios decir. Y supongo que este cuestionamiento es porque quizás dentro de él imagina que yo pudiese ser su hija. –Lamento esto. Yo iré a ver si hay noticias de mi esposa- luce apenado, camina hacia la puerta rápido y hay una extraña carga en pecho.
-Estoy segura de que si ella estuviese aquí, le pediría que fuese fuerte, que todo saldrá bien. Que las cosas pronto van a tener un final feliz- gira la perilla de la puerta y vuelve la mirada hacia donde me encuentro.
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Editado: 25.12.2019