— Podría jugar toda la noche... Claro que con tu compañía sería aún más interesante — el Diablo esbozó una sonrisa maliciosa y burlona.
— Tranquilo, Diablito... Aunque me provoques no estoy dispuesta a caer, debo admitir que sabes jugar bien, es mejor que te esfuerces por hacer el bien — finalizó el ángel con una sonrisa tierna y cálida. Hani dió media vuelta para marcharse de aquel lugar, pero un golpe en la frente la detuvo, al parecer chocó con alguien o algo, así que lentamente levantó la mirada encontrándose con unos fríos ojos azulados que la observaba con enfado.
— Fíjate por dónde andas — se quejó el hombre con una mirada de odio que calaba hasta los huesos.
— Lo-Lo siento... ¿Eh? ¿Otra vez? — susurró Hani con el ceño fruncido al darse cuenta que se trataba de otro Diablo — ¿Cuántos Diablos más veré esta noche?
— Odio a las personas que hacen murmullos, ¿Que acaso no tienes el valor de decir las cosas claras? — la obligó a inclinar su cuerpo para atrás —. Tienes suerte de que hoy no esté de mal humor porque sino cometería un asesinato — finalizó el Diablo para dirigirse hacía donde estaba Sam.
— «Agradece que no estoy de mal humor... ¿Y esa cara qué? Dios en serio que no puedo lidiar con ellos, será mejor que me marche antes de que pase algo», pensó el ángel, pero antes de que pudiera dar algunos pasos fue detenida por una voz.
— ¡Espera, ángel! — Hani abrió los ojos y la boca de par en par, aunque no tendría por qué sorprenderse. Estaba segura de que Sam reveló su identidad.
— ¿Qué pasa? — respondió con total calma.
— Mi hermano piensa que te has perdido de camino al cielo — se burló Sam.
— Cállate Sam... ¿Por qué estás solo aquí? Bueno no me respondas, no es algo que quiera saber.
— Entonces no deberías preguntar, como si a mí también me interesa saber de ti.
— Este no es un lugar para alguien como tú — esta vez el Diablo se dirigió a Hani.
— Yo solo estoy de paso, lo que haga o no aquí no es de su incumbencia — los observó con una mirada amistosa.
— ¿Todos los ángeles tienen esa mirada estúpida? — preguntó con fastidio.
— ¿Todos los Diablos son así de amargados? En fin debo irme, adiós.
— ¿Qué? No, angelita espera... Aún tengo muchas cosas que decirte — Sam corrió detrás de ella y al no poder alcanzarla invocó a Baal.
— Señor Samyaza, ¿Cuáles son sus órdenes?
— Alcanza a aquella joven... — Baal acató la orden y voló veloz.
— ¡Baal, espera! — ordenó El otro Diablo — ¿Qué rayos haces, Samyaza? Estás conciente de que si Baal llega a tocarla el ángel quedará inconsciente, ¿Verdad?
— Creo que no, ja, ja, ja, ja... — sonrió ampliamente.
— ¿Qué demonios vas hacer con un ángel inconsciente? ¿Además, por qué quieres que Baal la siga?
— Esperar a que despierte para poder jugar. Respecto el por qué mandé a Baal, bueno no tengo ni idea. Ordené a Baal que solo la siguiera no que la tocara, así que tranquilízate. — después de unos segundos fueron interrumpidos por la voz asustada de Baal.
— Mi–Mi señor, lo siento pero creo que asesiné a la joven... Yo quise detenerla, pero ella me enfrentó y la golpee y... — sus palabras eran torpes.
Esto fue lo que pasó en realidad.
— «Espero que no me esté siguiendo, y no sé que hago caminando si bien podría desaparecer de este lugar... Que amargados son los Diablo, hoy podría decir que tuve una conversación con dos Diablos. ¡Ay! Debo concentrarme en mis metas y deberes», iba pensando tranquilamente.
— ¡Señorita, señorita espere! — se oyó una voz aguda, al girar, Hani se encontró con un pequeño demonio.
— AAHH — dió un pequeño grito, se tranquilizó al ver lo tierno que se veía el pequeño demonio — ¡Aaaa! Que tierno te vez pequeño.
— ¿Eh? No soy tierno, soy temible — mostró valentía.
— Pero si eres el primer demonio más tierno y hermoso que veo — trató de tocarlo.
— No me toque — Baal la golpeó en la mano sin estar consiente de las consecuencias que eso conllevaría. La pobre joven sucumbió a un estado de inconsciencia. Ahí fue que Baal recién cayó en cuenta del grave error que cometió; primero no debió de hablarle sólo seguirla como ordenó Samyaza, aunque el tampoco comprendía el propósito, quizás por eso le habló. Segundo no debió tocarla. Si una espada tocaba consciente o inconscientemente a un mortal podría llegar a matarlo, por el contrario si tocaba a un ángel lo desmayaba, ya que las espadas estaban malditas y esa maldición se transfiere en pequeñas cantidades al cuerpo de la víctima.
— ¡Ay no! Qué hice, el señor Samyaza me matará, bueno no puede hacerlo ya que... ¡Ahhh!... ¿Cómo diablos se me ocurrió hablarle? No es una demonio, pero¿Cómo rayos supo que soy un demonio? Debe ser una bruja... Concéntrate Baal — así fue como sucedieron las cosas.
— ¿Decías algo Sam? — preguntó irónicamente el Diablo, al saber lo que cometió el pequeño demonio.
— Eres torpe Baal, cómo se te ocurre tocarla, agradece que es un ángel y no una humana.
— Eso quiere decir que solo está desmayada, que alivio, ahora entiendo todo — se tranquilizó Baal.
— Puedes marcharte, Baal, ya no te necesitamos — ordenó.
— Sí, señor Azazyel.
— ¿Eh? ¿Ah? ¿Desde cuándo puedes darle órdenes tú a Baal? — habló Samyaza con molestia mientras observaba con ojos fríos a su hermano — ¿Y tú por qué le haces caso?
— Lo siento señor, pero...
— Está bien, está bien, puedes irte y no vuelvas a mirarme con esa cara.
— Nos vemos señor Azazyel — se despidió Baal para después desaparecer.
— ¿Ahora que hacemos? — preguntó Sam con algo de preocupación.
— ¿Hacemos? Perdona, pero el idiota que causó todo este lío eres tú, así que no me metas en tus problemas.
— Ya lo sé. Sin embargo, este idiota quiere que le ayudes... Prometo que la próxima vez pensaré bien las cosas y seré responsable de mis actos. Ayúdame — rogó Samyaza.
— Vale. Por esta vez, solo por esta vez te ayudaré, la próxima vez que pase una cosa así me marcharé sin decir ni una sola palabra — advirtió para luego llevarse a la joven a las afueras de la ciudad, hacía demasiado frío, pero para un Diablo no era nada. Cubrió al ángel con un hechizo de calor y esperó hasta que despierte.