Lex abrió los ojos y miró al techo, tratando de averiguar dónde estaba y cómo llegó aquí. A juzgar por el techo con frescos y la llamativa lámpara de araña sin estilo, entendió que no estuviera en su casa. Volvió la cabeza y notó una almohada arrugada cerca, que olía a perfume femenino. Realmente no entendía nada, porque era difícil pensar cuando su cabeza zumbaba como una locomotora y golpeaba con un martillo en la sien. Esforzando su cerebro, recordó algo de la noche de ayer.
Llegó a casa de Barton y le exigió a Tim, que echara a sus amigos, luego subió al dormitorio de invitados para darse una ducha y esperar la paz en la casa. Abrió el cubículo de la ducha, donde había una chica, acariciándose indecentemente, y luego simplemente se abalanzó sobre él, como un perro hambriento sobre un trozo de carne. Y luego un apagón. No importa cuánto lo intentaba, no era capaz de recordar nada más.
Lex se sentó en la cama y vio un condón usado tirado en el suelo. "¡Dios, gracias! El control del sexo es nuestro todo. ¿Y cómo pudo hacerlo? Espero que no fuera virgen. Maldita sea, no estoy pensando en lo razonable. ¿Cómo pude haber sido noqueado? ¿Cómo llegué a eso? ¿Por qué no recuerdo nada en absoluto?" - pasó por la cabeza enferma.
Se sintió como si hubiera vaciado todo el suministro de whisky en el bar de ayer, pero solo bebió dos chupitos con Gor. Sospechaba que todo eso era una trampa que le preparó el maldito Tim. Le costaba moverse, pero aún tenía que averiguar con quién pasó la noche. Vio una botella de agua mineral y bebió todo lo que quedaba.
Encontrando pantalones en la habitación de al lado, sacó su teléfono del bolsillo. Con los dedos temblorosos marcó el número de Max, el jefe de seguridad de “Northinvest”, a quien se le había pedido, que colocara cámaras discretamente en la casa de Barton. No tenía permiso, era ilegal, pero no podía pensar en nada más útil, para vigilar a este idiota.
- Hola Max, ¿tienes un video de esta noche en la casa de mi protegido? - preguntó, haciendo una mueca de dolor, cuando cada palabra pronunciada resonaba en su cerebro como un golpe del martillo.
- Dame cinco minutos, - respondió Max -, si mis muchachos han instalado cámaras, entonces el cien por ciento lo tengo, pero necesito encontrar en qué archivo se han descargado.
- Está bien, estaré contigo en una hora, - dijo Lex.
- De acuerdo.
Lex se vistió, fue al baño a lavarse la cara y vio un sostén blanco con hilos plateados debajo del lavabo. Lo recogió y miró por todos lados. " Victoria's Secret, no es una marca barata, y la segunda talla, mi favorita," – pensó, sonriendo y metiéndose el hallazgo en el bolsillo de pantalón. - "La Cenicienta dejó su zapato, y mi desconocida, se olvidó su sostén. Los tiempos están cambiando".
Salió de la habitación y solo encontró a Tim durmiendo en el sofá de la cocina. “Está bien, por lo menos me escuchó”, - pensó Lex, abrió la nevera y saco otra botella de agua mineral.
Entró en su coche y arrancó.
No le gustaba su estado, se sentía mareado, todo a su alrededor parecía sospechosamente vago y lento. “¿Quizás sea mejor pasar por la clínica?” – pensó Lex y desvió el auto hacia un lado, se le oscurecieron los ojos, inmediatamente redujo la velocidad y paró al borde de la carretera. Saco una botella de agua de la guantera. Se empapó con agua la cabeza y se sentó un buen rato, apoyado en el volante.
Lex sintió como el calor se subió a su cabeza y luego fue arrojado al frío. Incluso le temblaban las manos. Delante de sus ojos empezaba a aparecer cuadros excitantes de la noche. Esos que no recordaba al principio, que tampoco daban una imagen clara de lo que pasó. Eran como destellos: aquí la besa, aquí le pone las manos sobre la cabeza y ella se inclina, se retuerce ...
Necesitaba aclarar todo, tenía que encontrarla, pero primero tenía que deshacerse de esta basura en la sangre, cuya concentración, a juzgar por el estado, era palpable. Sacó su teléfono y encontró el contacto del amigo de su padre señor Kravchenko, el dueño del Centro Médico, la mejor clínica privada de la ciudad.
- Hola, señor Kravchenco, necesito ayuda. – pronunció Lex con dificultad.
- ¿Estas muy mal? - la voz del receptor se puso seria de inmediato, - ¿Qué tienes, Lex?
- La intoxicación, pérdida de coordinación, estoy en la carretera parado. - Lex trató de esbozar brevemente el problema.
- Entonces, quédate quieto, yo llamare a Max y enviaré gente, te ruego no apagues el teléfono y no intentes mover el coche. No tengas miedo, te limpiaremos, quedarás como nuevo.
El crossover con seguridad llegó lo antes posible, uno de los guardias que llegaban, se puso al volante del Ferrari de Lex y a él lo subieron en una ambulancia. El doctor Kravchenco lo recibió en la puerta y lo llevó a una habitación, donde le estaba esperando un equipo de enfermeras y un suero.
- Bueno, ten en cuenta, que te escapaste de la gravedad con un ligero susto, - Kravchenko estaba sentado al lado de Lex, - no todo está tan mal. Sabes, ¿qué bebiste hoy?
- Si, pero eso lo resolveré con Max. ¿Aún está aquí?
- No, ya marchó, pero te dejó un chofer y tu coche, - explicó el médico.
Ya no le quedaban dudas, que era el idiota de Tim, quien le echara algo en la bebida. Pensaba que de este tipo nada le podría sorprender, pero estaba equivocado. Cuando dos horas más tarde vio el video de la fiesta de ayer, se le pusieron los pelos de punta. No tenía idea de que ese cabrón pudiera llegar hasta ese punto. "Gor tiene razón, puedo meterme en líos gordos por ese idiota. Tengo que marchar de los Barton y renunciar a este trabajo", - decidió Lex, pero de repente vio la chica, mejor dicho, su mono plateado, con quien pasara la noche.
Ella se mantenía al margen todo el rato, jugueteando constantemente con su teléfono y esquivando los abrazos de Tim. No se le escapó, que ella no bebiera nada, excepto agua mineral, que tomó él. “Por Dios, la niña parece tener unos dieciséis años. ¿Para que vino a esa fiesta? ¿Qué estaba buscando?” – pensó Lex, enojado, - “¿En qué estaba pensando esa tonta? ¿Encontrar los problemas para su culo inquieto?”