– ¿Lo pensaste bien? – Gor miró inquisitivamente a Lex mientras tomaba una taza de café. – Galich no es un hombre fácil, todos los que lo han tratado lo confirmarán. Este hombre ganó su primer millón, incluso cuando tú y yo íbamos a la playa a comer arena, y lo hacía con métodos de mucha dureza. Si alguien no era bueno para él, la amistad a largo plazo no salvaba a nadie. ¿Recuerdas cómo se pelearon él y mi padre?
– Lo recuerdo, pero, ¿cuándo fue eso? Ahora es un caballero respetable, – respondió Lex.
Estaba acostumbrado a escuchar la opinión de su amigo y familiar. Gor, después de la repentina muerte de su padre, él mismo se puso al frente de su imperio y era bueno en eso, entendía a la gente mejor que él. Y ahora, en el caso de Simón Galich, tenía dudas sobre la firma de un acuerdo de colaboración.
– Vamos, la gente como él ni siquiera entra en un ataúd con respeto, – se rio Gor. – Te lo diré de nuevo, quédate conmigo. Tú mismo comprendes lo difícil que me resulta ahora dirigir la empresa. No hay nadie en quien confiar. Estas viejas hienas me violan en cada reunión de accionistas.
– No, Gor, lo siento, – se negó Lex, – solo por ti me quedé en la empresa dos años. Y los viejos “arpías” no te violan, te revisan, aparte, cuando marcho de la empresa, te confiaré los derechos de mi diez por ciento de las acciones y haz lo que quieras.
– Si, pero me hacía falta tu apoyo presencial.
Lex debía mucho a su amigo, incluido el hecho de que su trasero ahora mismo estaba sentado en el sofá de diseño del bar más popular de la capital, del que eran dueños. Al agradecer, o más bien por la amistad, apoyó a Gor durante dos años, los más duros. Ahora era el momento de hacer algo por sí mismo. Quería abrir un bufete de abogados.
– Entonces no por trabajo, sino por nuestra amistad, de todos modos, vas a visitar a tu hermana en Londres, puedes ir a hablar con Carter y averiguar, qué tiene allí con las minas de diamantes. Escuché, que se los da a su ex esposa, – dijo Gor, – necesito información de primera mano.
– ¿Sam Carter se divorció? – Lex se sorprendió.
– Sé que estaba en el proceso, pero terminado o no, me gustaría saber de primera mano, y sobre todo de las minas.
– Lo haré.
– Bueno, transmítele mis felicitaciones a tu hermana de mi parte. ¿Qué niña es esta? ¿La tercera?
– ¡Que va! La cuarta y otra vez una niña. Se reproducen como conejos. – Lex sonrió. – No sé, ¿si tengo darles una charla sobre métodos de contracepción?
– Pruébalo, Karina me echó de la casa por aconsejarles, que compraran un club de fútbol femenino, – se rio Gor.
Tres días después de esta conversación, Lex ya estaba entrando en la lujosa casa de su hermana mayor, ahora llamada Lady Dayton. Su esposo, Charles Dayton, el dueño de Dayton Bank, era un hombre de treinta y cinco años, pero calvo. Parece que la vida con un harén no era fácil para él. Charles lo abrazó con fuerza y lo condujo a la habitación de invitados.
– ¿Cuánto tiempo sin vernos, Lex? – le preguntó.
– Sí, el mismo que tiene tu segunda hija, – sonrió Norton.
– ¡No puede ser! – exclamó. – Por ahora, descansa y yo revisaré a las chicas. Karina sigue débil después de dar a luz, así que tengo que encargarme de todo.
En ese momento Bella, su hija mayor, de nueve años, entró corriendo a la habitación.
– ¡Tío Lex! ¡Qué bueno que hayas venido! – gritó alegremente la niña y salto encima de él. – Vamos a celebrar el Halloween, ven con nosotros a la fiesta de la escuela. Seré una princesa élfica y Becky será un caballero.
– ¿Por qué ella va de caballero? – Lex no entendió.
– No lo sé, quería hacerlo, – se encogió de hombros la niña.
Lex miró al padre de la niña, no le cabía en la cabeza cómo una niña de cuatro años iría a la fiesta del colegio con un disfraz de niño.
– Le explicaban en la escuela, que no había diferencia entre sexos. Entonces Becky decidió borrar este borde a su manera, – sonrió avergonzado su cuñado.
– ¡Están todos locos aquí!
– Los tiempos cambian, – suspiró Dayton y, recogiendo a su hija de los brazos de su tío, agregó, – Bella, vayamos a ver a tus hermanas, mientras el tío Lex se ducha.
Después de la ducha y cambiar la ropa, Lex bajó al primer piso, donde estaban los dormitorios de las niñas y en este momento también la habitación de su hermana, que dio a luz hacía tres días. Llamó y entró. Karina estaba acostada en la cama con un libro en sus manos. La portada decía "La educación de los hijos en los primeros meses de vida" en inglés, claro.
– Hola, hermana, ¿cómo estás? ¿Dónde está mi nueva sobrina? – dijo Lex, se inclinó y la besó en la mejilla.
– ¿Como ves? El parto no es un juego de billar, – sonrió y dejó el libro. – Y Mary traerá a Greta ahora cuando acabe de cambiarla.
– ¿Entonces tal vez os llegan las herederas que tenéis?
– No, le prometí a Charles un niño y se lo daré, – dijo la mujer con firmeza.
– Exactamente, ya que lo prometiste, entonces tenéis que seguir, – se rio Lex. – Mamá no pudo venir esta vez, ella y Margarita tienen un estreno en el Bolshoi.
– Por supuesto, el estreno es más importante que la nieta.
– Bueno, no te quejes. Ni siquiera te imaginas la suerte que tienes, de no vivir con ella, – exclamó su hermano. – Tuve que comprar un apartamento para tener al menos cinco minutos de silencio.
– Tienes razón, hermano, nuestra madre es demasiado metomentodo. – se rio. – ¿Entonces estas aquí solo para visitarnos o tienes algún otro asunto?
– Bueno, tengo un recado de Gor, me pidió hablar con Carter, por cierto, ¿no sabes si está divorciado o no?
– Qué va, la arpía de su mujer quiere sacar todos los jugos de él como sea, pobre Sam. – dijo Karina con simpatía. – ¿Y el segundo?
– Quería ver a mis chicos del grupo. – respondió Lex.
– ¡Oh si! Una vez quisiste convertirte en una estrella de rock. ¿Como se llamaba tu grupo "Ángeles y Demonios?" – su hermana sonrió.