Siete encuentros para entender

Capítulo 10.

Hoy en la “Cigüeña negra” la manzana no tenía donde caer, porque Halloween era sagrado para los londinenses. Música ensordecedora, ríos de diversión embriagadora y salvaje. Los necrófagos coqueteaban con las brujas, los payasos espeluznantes besaban a las monjas lujuriosas, los vampiros de ambos sexos sacudían los retretes. En general, fue un completo desastre, porque las máscaras y los disfraces escondían los rostros reales. Y era casi imposible reconocer a alguien de los viejos conocidos en esta fiesta diabólica.

Como resultado, no solo no encontraron a Marina, sino que ellas mismas se perdieron entre la multitud. Mas bien Eva se perdió en los brazos de un pirata. El resto de la tripulación del barco ilegal intentaban ligar con Cristi y, olvidando por completo un concepto, como el espacio personal, la empujaban con sus cuerpos, porque estaban borrachos. Su vestido corto podría acortarse aún más con estos movimientos, y una estúpida peluca negra, que Eva la obligó a llevar, tampoco contribuyeron al ambiente. Además del hecho de que su amiga la dejara aquí sola.

“¿Y por qué, me trajo aquí?” – preguntó Cristi a sí misma, cuando escuchó:

– ¿Bailamos? – sonó sobre su oído.

Ella dio la vuelta y vio una cara de payaso. Cristi asintió. Bueno, ¿qué más puedes hacer sino bailar? Pero el baile no le salió bien. El payaso, aparentemente, inconscientemente intentaba caer con su boca abajo en su escote y poner sus manos sobre su culo. Le golpeó en la cara con la mano y salió de la multitud. 

Cristi decidió salir fuera del club e intentar llamar por teléfono a Marina, porque Eva ya no estaba en este mundo. Aquí, en el porche, estaba relativamente tranquila, gracias por las puertas detrás de ella que amortiguaban la música, y lo más importante, que pudiera respirar el aire puro.

Varios tipos estaban parados cerca, fumando y discutiendo sobre algo, probablemente del fútbol. ¿De qué más podrían hablar? Ella se envolvió en la capa, porque empezó a tener frio y saco el teléfono del bolso.

– Hola Marina, ¿Dónde estás?

– En “Oveja negra” y vosotras?

– ¡Marina! ¡Es un circo con pingüinos! Acordamos ir a “Cigüeña negra”, no “oveja”. – estalló Cristi.

– Perdóname, me confundí, – se excusó la chica. – ¿Qué hacemos? ¿Voy yo a vosotras?

– No, aquí es un desastre, un montón de gente.

– Aquí también, – respondió Marina.

– Eva ya encontró su media naranja, por eso no saldrá de aquí ni atada, – dijo Cristi.

– Entonces ve a “Oveja negra”, tengo aquí un par de chicos guapos, – propuso su amiga.

– Bien, lo pensaré. – dijo Cristi y apagó el teléfono.

Ahora tenía tres posibles maneras de actuar. Volver al club y soportar la invasión pirata, ir junto a Marina a “Oveja negra”, o regresar a casa. Pensó bien y se decidió por la tercera. Llamo a un taxi y le dijeron, que debería esperar un rato, porque todos los coches estaban ocupados. ¡Como no! Era Halloween, parece que hoy salía toda la ciudad entera.

De repente Cristina escuchó el chirrido de unos frenos y un auto deportivo se detuvo en la puerta del club. Al ver lo que estaba pintado en su capó, ella se rio nerviosamente, apreciando la ironía de la situación.

Un fuego infernal y una cara diabólica estaba pintado sobre el brillo negro de un coche deportivo.

Aparentemente, esta bestia vino por su alma: ¡Diablo! ¡Como no! ¡La perfecta compañía para una bruja! Probablemente era mejor regresar al club, donde estaba su amiga. Pero ella no fue. Porque sus ojos estaban mirando el mejor espectáculo de la noche.

La puerta del coche se abrió por arriba y salió de ella ... bueno, claro, animal perfecto. Era alto, fuerte, insolente. Llevaba una chaqueta de cuero, debajo de la cual no había nada, excepto el mejor cuerpo masculino y los jeans que ajustaban su culo bien apretado. Con un cigarrillo humeante entre los dientes. Y con una sonrisa segura de sí mismo.

Los chicos, que estaban en la puerta lo rodearon, los escuchó hablar sobre el auto, que era genial, no podrías decir nada. Pero demasiado vistoso. Tenías que pensar en algo pervertido para poner, ¡un diablo en el capó!

Él hombre acariciaba el coche con cariño, demostraba la apertura inusual de las puertas, jugando con las llaves con indiferencia. Decía cuántos caballos tenía bajo el capó y cómo aceleraba de cero a cien en tres segundos.

Según todas las apariencias, este coche era el juguete favorito de un niño mimado. Cristi conocía en la universidad, unos personajes como este. Unos pijos, que estaban acostumbrados a gastar dinero y ligar con todo lo que se movía. Considerándose a sí mismos como unos machos geniales, a pesar de que toda su frialdad radicaba en tatuajes de moda, ropa de marca y un auto caro. ¡Papá paga!

En general, admiró el hermoso envoltorio. Ahora podría irse. Definitivamente no había nada interesante en el interior de ese cuerpo de escándalo. Pero no tuvo tiempo de irse. El “Lucifer” se dio la vuelta y la vio. Lanzó una mirada evaluadora, sonrió y en dos saltos estaba a su lado.

– Hola, Brujita. – Avanzaba y yo tenía que retroceder. – Soy muy buena compañía para ti. ¡Ven conmigo en mi carro de fuego! Te enseñare, que el infierno puede ser un paraíso.

– ¿Qué? – dije sorprendida.

“¡Qué descocado! ¿De verdad cree que estaré de acuerdo? Aparentemente, estaba acostumbrado al hecho de que todos se rendirán bajo su insolente presión.” – pensó Cristi´, pero en voz alta dijo:

– ¡Ahora mismo, solo cojo mi escoba!

El “Lucifer” iba hacia ella, era tan alto, que sus ojos se paraban en su pecho, perfecto dibujado con los músculos. Ella involuntariamente dio un paso atrás y chocó contra la pared. No había más sitio por donde retirarse.

– No, bueno, por supuesto, podemos ir por donde tú quieres, primero, – continuó. – Si quieres preludios fabulosos. Pero yo preferiría comer tu boca ahora mismo.



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En el texto hay: amor y odio maltentendidos, confuciones

Editado: 26.09.2021

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