Siete encuentros para entender

Capítulo 21.

Cristi quería ir a casa de Misi después del trabajo, pero el conejillo de indias número tres quería conocerla. Además de los autos geniales y los autos más geniales, el hombre no estaba interesado en nada. ¡A! ¿Cómo podía olvidarlo? Quería conocer a una atractiva jovencita de Hollywood, pero ¿con que? ¡Así es, con un auto genial!

Cristi esperó pacientemente a que el hombre respondiera a su humilde "Hola", porque sinceramente pensaba que su Audi 5 era un coche guay. A las siete de la tarde sonó un mensaje de él, cuando ya no sabía qué hacer con otros caballeros persistentes, que no solo la bombardearon con regalos virtuales (ojalá que todos fueran tan generosos en la vida), e incluso intentaron invitarla a algún lugar ...

– ¿Veámonos hoy? – decía el mensaje de un amante de los autos caros.

– Bien. Nos vemos, – respondió ella y decidió ceñirse a su método de comunicación: breve y claro.

– ¿Dónde?

Cristi no quería ir muy lejos, porque ya era demasiado tarde. Por lo tanto, ofreció como opción un pequeño café no lejos de su casa. Era muy acogedor y tranquilo, muy bueno para las citas. Bueno, y un dato importante fue que había seguridad en la cafetería, porque cualquier cosa podría pasar en la vida.

El amante de los coches escribió durante mucho tiempo. Aparentemente borraba y escribía el texto desde el principio. Probablemente no supo comunicar culturalmente que esta cafetería se encontraba en el quinto pino, y se tardaría muchísimo en llegar a ella. La respuesta llegó siete minutos después, cuando ya estaba pensando en enviarlo por el bosque.

– ¡Estaré allí en una hora!

Cristi miró su reloj y se dio cuenta de que era demasiado tarde para hablar con el psicólogo y pedirle consejo a Arina, decidió ir a esta cita bajo su propio riesgo. Así que fue a su habitación y sacó los vaqueros negros descoloridos, una camiseta de color blanco con un escote pequeño y mangas cortas, y una chaqueta de ante que compró en Londres. El cabello, sin embargo, lo puso en orden. Aplicó el maquillaje ligero, discreto. Con pesar, se quitó su amado reloj de oro, el regalo de su padre, no quería que brillara nada, especialmente frente a un extraño. Metió su teléfono y una billetera con dinero en un pequeño bolso y decidió poner las bailarinas en los pies.

Y así de "simple" fue en su tercera cita a ciegas. Sería interesante ver quién acudirá a ella hoy. Después de la segunda cita, ya no confiaba en las fotos del perfil. Puso su foto sin dudarlo, no tenía nada que ocultar. Su apariencia era buena, estaba orgullosa no solo de los ojos azules, sino también de las pestañas naturales, los labios normales y las cejas bien dibujadas. Pero el tipo que decidió conocerla obviamente estaba escondiendo algo.

Se sentó a una mesa en el centro de la cafetería y pidió un té. El tercer conejito llegaba tarde, cuando le trajeron su orden, en ese momento un hombre pequeño y algo regordete entró a la sala con un paso seguro, como de un macho alfa. El cabello ralo estaba peinado hacia atrás, revelando una frente ancha. El rostro, bueno, para la gente muy sofisticada: ojos pequeños, como los de un cerdo, nariz ligeramente achatada y labios muy regordetes. La foto era sorprendentemente diferente a la original. Cristi, incluso, exhaló aliviada, sabiendo muy bien que esta era la primera y última cita con este interesante amante de los autos.

El hombre se acercó, miró a Cristi con escepticismo, curvó las comisuras de los labios casi imperceptiblemente y se sentó enfrente.

– Ladislao, – se presentó secamente, tamborileando con los dedos sobre la mesa.

– Christina, – dijo, ocultando una sonrisa en su té.

– No estoy diciendo que sea un placer conocerte.

– ¿Por qué? – de tal descaro la chica se atragantó y tosió.

– No tiene pretensiones, – dijo el hombre, sin miedo en absoluto de que por tales palabras se le podría golpear entre los dientes, – y tampoco tienes un coche ...

Ella puso los ojos en blanco. Bueno, por supuesto, ¿cómo podría olvidarlo?

– Bueno, ¿de qué puedes presumir tú “Ratita presumida"? – No pudo resistir de decir estas palabras, lo intento, honestamente, y no pudo. – ¡Veo, que vas a pie, pero llegaste en el metro!

El hombre se resopló y comenzó a demostrar que tenía el auto más genial de toda la ciudad. Lo intentó con tanta fuerza, agitando los brazos, que se sonrojó de celo, su frente estaba cubierta de sudor, sus labios fruncidos para que cualquier pato le envidiara.

– No te molestes, – Cristi hizo un gesto con la mano. – No creo una sola palabra.

El hombre se levantó de un salto, la miró con el ceño fruncido y salió de la cafetería con pasos rápidos y amplios.

Dentro de ella, se regocijó una mujer, que logró callar a otro hombre feo y arrogante. Y estaba muy orgullosa de poder defenderse a sí misma, porque "sin pretensiones" no se trataba de ella, definitivamente. Incluso si estaba vestida de manera muy modesta hoy, ¿y qué? “Aparentemente, estaba esperando a una preciosa modelo, que le habría arrojado un llavero de Ferrari y le habría dicho lánguidamente: “¡Llévame en el a tu guarida! ”– Cristi se rio entre dientes.

Solo le quedaban cuatro candidatos que fueron seleccionados por el psicólogo, y si los primeros tres no eran hombres en absoluto, entonces comenzó a sospechar que el psicólogo estaba equivocado o, que no estaban los hombres decentes en este sitio.

Mirando al reloj de la pared de la cafetería, se dio cuenta de que era demasiado tarde para ir a ver a su amiga y decidió posponer la conversación conciliadora hasta mañana, olvidándose por completo que ella y sus compañeros tenían que ir a la granja de vacas a hacer un reportaje.

Fue interesante e incluso se les ofreció comprar productos orgánicos de su propia producción. Por lo tanto, compró algo para Misi, arrancando naturalmente todas las etiquetas del precio.

Decidió que valía la pena pedirle perdón a Misi por su intemperancia y no comprender sus sentimientos, porque le echaba de menos. "¡Maldita sea! ¡Cómo pude decirle eso! Yo misma tampoco quería ver cosas obvias, no quería escuchar a mi madre ni a mis amigos. ¡Estaba tan ciega y sorda como Misi ahora! ¡El amor nos vuelve idiotas!" – pensó Cristi al acercarse a la cafetería de la universidad y se encontró con Misi.



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En el texto hay: amor y odio maltentendidos, confuciones

Editado: 26.09.2021

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