Siete Imperfecciones [completa]

Capítulo 2

Orgullo despertó confundido. Tenía frío, estaba empapado en lluvia y estaba solo; Se levantó con rapidez, casi tropezando y mareándose un poco, deslizó su mirada por el callejón y no vio ni a Lujuria, Ira ni a Codicia. Comprendiendo que había sucedido gritó con ira y con el odio recorriendo sus venas.

Camino hacia la camioneta y se subió, la encendió, pero al intentar pisar el acelerador coordinó mal y el motor del auto se apagó. Empezó a golpear el manubrio con rabia, era un inútil. No pudo salvar a Lujuria y los malditos guardianes ni siquiera lo consideraban lo suficientemente bueno como para llevarlo con ellos.

Habían sido unas cuantas las veces que los guardianes los habían capturado a los siete, pero siempre se llevaban a todos y nos torturaban o lo intentaban, hasta que lográbamos salir; La excepción fue hace unas décadas cuando mataron a la antigua portadora de Ira, todos la apreciábamos, era como la madre del grupo siempre velando por todos; Codicia se llevó a Envidia del lugar y nos dejó la matanza a nosotros, después de eso nunca dejábamos a nadie vivo, los guardianes eran como garrapatas se prendían a nosotros y nunca se acababan, dejabas a uno y aparecían cien.

Todos aceptábamos la política de no dejar guardianes vivos, hasta que hace unos veinticinco años cuando los guardianes nos atraparon a los seis una noche que Envidia salió a tomar, la misma Envidia encontró a un niño de uno cuatro años, escondido atrás de una habitación secreta, el niño estaba temblando y manchado de sangre, pero sus ojos brillaban con valentía, sostenía una espada con una pésima postura, llena de aperturas y apenas podía sostener el peso de la espada; Él era solo uno, nosotros seis lo superábamos en altura, número y fuerza, pero nunca se acobardó e intentó apuñalar a Envidia.

Obviamente no lo había logrado, el peso de la espada lo empujó hacia el suelo y se cortó el antebrazo. Sorprendiendo a todos, Envidia paró a Codicia quien estaba listo para destrozar al pequeño, ella se arrodilló ante el niño, empujando la espada lejos de él y se acercó al niño, él la alejó de un manotazo, pero ella tomó su brazo y lo acercó a su rostro, con cuidado lamió la herida del niño, este gritó cuando la herida empezó a quemarse como si la saliva de Envidia fuera ácida.

Ella se alejó y dejó al niño retorciéndose de dolor, cuando se dejó de mover vimos su brazo sin más que una pequeña cicatriz. Nadie cuestionó su decisión, caminamos fuera del edificio dejando por primera vez en muchos años a un guardián vivo, no importaba que fuese un mocoso, seguía siendo un guardián y ellos eran criados para odiarlos. Orgullo estaba seguro que ese niño iba a regresar dentro de unos años a patearles el trasero, o a intentarlo, olvidando la misericordia que tuvimos.

Orgullo no entendía que cambió está vez por qué no buscaron capturarlos a todos como la vez anterior ¿Qué planeaba el nuevo líder de los guardianes? Era extraño que se limitaran a unos cuantos ataques en estos veinticinco años, pero supusimos que era porque acabamos con su base y el nuevo líder no estaría listo, pero al fin actuaba, el líder escondido en las sombras, debían haber supuesto que cambiarían de estrategia, nunca les dio resultados ¿los estaban planeando matar por separado? ¿Dónde está Lujuria? ¿Cómo iba a decirle a Envidia que se llevaron a Codicia?

“Eh, Envidia. Disculpa por lo de antes. ¿Qué porqué estoy solo? Pues cuando fuimos a buscar a Lujuria estaba tirada en un charco de sangre, nos acercamos a ver, nos golpearon, me tomé una siesta del impacto y cuando desperté estaba solo, quizás se los llevaron… Envidia, ¿Qué haces con el hacha? Envidia, baja el hacha por favor. ¡En la cara no!”

—Soy un inútil, no pude hacer nada. Es como en roma, soy un general digno de la muerte. ¿No aprendo, aunque pasen más de dos mil años? Envidia debería haberme dejado morir en aquella esquina, bajo los cadáveres de todos mis hombres, tal vez habría encontrado a otro portador más capaz. –murmuro para sí mismo mientras se apoyaba en el manubrio, debería estar manejando a la cueva, pero no encontraba ni la motivación, ni las fuerzas para hacerlo.

No quería ver la cara de decepción de Envidia y los demás, hace unas horas le estaba gritando inútil a Envidia y ahora llegaría con la cola entre las patas. Pasó unos minutos más odiándose, escuchando a su demonio gritar en su mente, retorcerse y arañar sus entrañas, consumiéndolo.

Cuando ambos se calmaron un poco puso en marcha el auto y tuvo que evitar seguir el impulso de estrellarse contra cada poste de luz que veía, eso no lo mataría. Era inmortal o eso había creído hasta que mataron a Jess, la antigua portadora de Ira. Desde ese día supo que los arcángeles habían prestado su espada de fuego a los líderes de los guardianes, los querían muertos y ya no soportaban a los inútiles guardianes, pero, aun así, por alguna razón no querían ensuciarse las manos.

¿Temían por la ira de Lucifer? Lo dudaba Lucifer los ignoraba la mayoría del tiempo; El único ser que los amaba era una bruja, siendo específicos de Envidia, los demás eran cuidadosos de no molestarla, cosa que no era muy difícil. No es que no pudieran contra ella, pero Dría era de temer aun estando condenada al infierno, tenía fuertes poderes en la tierra.

Orgullo se bajó de la camioneta y se apresuró a entrar a la mansión, abriendo las puertas de golpe, Pereza que dormitaba en el sillón, se levantó de golpe y lo apuntó con rapidez con una daga. Orgullo se quedó quieto esperando, Pereza se relajó hasta que lo reconoció

—Hombre, me diste un susto. ¿Por qué estás hecho una furia? –pregunta Pereza bajando la daga y colocándola en el su bolsillo– Déjame adivinar, Lujuria te está ignorando.




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