Orgullo comprendió que decirlo era más fácil que hacerlo, habían estado dos horas en el callejón examinando hasta la última gota de sangre y no encontraron una pista de donde podrían estar, Envidia estaba en el asiento de atrás murmurando que le trajéramos a su Codicia, Gula se estaba comiendo las provisiones para el viaje y Pereza estaba dormido en el volante.
Su demonio no paraba de dar vueltas y molestarlo, no tenían pistas y estaba amaneciendo, su equipo apestaba. Él apestaba, ninguno aquí era líder y él estaba demasiado cansado para pensar con claridad.
— ¿Orgullo?
—¿Qué, Gula? –preguntó Orgullo, Gula lo miró mal por el tono que él empleo, pero en estos momentos a él no le importaba.
—¿Por qué no vamos a la base de Marloes, Haverfordwest? —propuso Gula.
Pereza quien se acababa de despertar se acercó para integrarse en la conversación.
—¿No es ese el lugar donde nos capturaron hace unos veinte años? –pregunto Orgullo con curiosidad por la idea— ¿Por qué los llevarían ahí? La vez pasada sus escudos no sirvieron para nada y dudo los mejoraran luego que Codicia terminó haciendo una matanza, me arrepiento de no haberlos matado a todos.
—Sabes que es imposible, hay cientos de guardianes esparcidos en todo el mundo, son una plaga que no nos quitaremos nunca, es un castigo divino y lo sabes. —murmuró Pereza— Concuerdo con Gula, creo que deberíamos de ir ahí, Envidia dejó ir y sanó a un cachorro, estoy seguro que ese niño ha crecido con odio par ser un asesino en sus veintes.
Sin ninguna otra idea nos metimos en la camioneta y comenzamos el viaje de seis horas, era una desgracia que no pudiéramos teletransportarnos, pero aparte de Lujuria, ninguno tenía poderes y la mayoría tenía maldiciones o necesidades.
El demonio de Orgullo le pedía constantemente aprender nuevas cosas y ser bueno en ellas, de no ser así, era como si se lo comiera por dentro. Envidia, deseaba tener cosas ajenas, Codicia siempre quería lo mejor, Pereza debía dormir al menos doce horas o todos a su alrededor caían en coma, sin excepción. Ira debía estar en constante irritación, Lujuria debía inducir a las personas a tener fantasías o a desearla y Gula debía comer algo cada dos horas.
Envidia pasó todo el camino con su cantico, pidiendo que le diéramos a Codicia. Al pasar de las horas Gula se empezó a preocupar y Orgullo se planteaba amordazarla.
—Oigan, ¿alguno sabe qué sucede con Envidia cuando no le dan lo que quiere? –preguntó Gula con sus rasgos tensos– Nunca vi que Codicia no le diera algo que ella quisiera, me pregunto si hay alguna razón.
—¿Qué podría hacer Envidia? ¿Llorar todo el camino? Ya ha hecho eso, deberíamos haberla dejado –bufe molesto, aunque inquieto. Ciertamente nunca vi a Codicia no conceder alguno de sus deseos, pero Envidia le huía a la guerra y siempre era la miel del grupo– Envidia es inofensiva, deja de preocuparte.
Todos estuvieron de acuerdo y dejaron que Envidia pasara murmurando todo el viaje, los tres tomaban turnos para conducir y descansar, pero llegó un momento en que ya no pudieron más, en especial Pereza y decidieron aparcar a un lado de la carretera y adentrarse un poco al bosque para poner los sacos y dormir.
Envidia no durmió, pasó la noche murmurando, nadie realmente era muy consiente de estos a excepción de Orgullo, a quien realmente le irritaban tanto sus murmullos. Pasaron los minutos y Envidia calló, pero Orgullo había logrado conciliar el sueño, después de tantas emociones fuertes y violentas, Orgullo estaba agotado tanto física como mentalmente, se había sumido en el reino de Orfeo tan profundamente que el silencio repentino, no lo alertó, tampoco el sueva sonido del roce de la ropa cuando alguien se mueve, ni los ligeros pasos descalzos sobre el césped, ni siquiera lo despertó la sombra se cernió sobre él o el sonido del hacha arrastrándose y siendo desenfundada. Lo que si escuchó fue el momento en el que el hacha golpeo el suelo con fuerza, cerca de su garganta, cortando un poco.
Entonces abrió los ojos con sobresalto e intentó apartarse, pero Envidia tenía un pie descalzo sobre su pecho, empujándole hacia abajo, Orgullo sería incapaz de olvidar el terror que lo invadió, fue de tal magnitud que no pudo producir ningún sonido.
Solo se dedicó a ver, a sentir la suave tela del saco en su espalda, el helado y arenoso pie de Envidia en su pecho, la cortada en su cuello y el brillo del hacha cerca de su rostro.
Orgullo observaba como la luz de la luna perfilaba el cuerpo que lo apresaba, el cabello desordenado de Envidia bailaba con los rayos de la luna y parecía que se derretía y mezclaba con ellos, sus ojos parecían lava ardiente, luces chisporroteaban en ellos cual fogata, sus labios estaban entreabiertos y el aliento escapa por ellos en pesados jadeos, habían heridas en sus labios, ella los había reventado con sus dientes y gotas de sangre brotaban de las heridas, pero eso no fue lo que hizo que Orgullo sintiera la agridulce presencia de la angustia en su cuerpo y apretarlo con fuerza, no, lo que lo sorprendió fue la sonrisa de ella. Envidia lucía una sonrisa cínica y macabra, sus manos parecían garras y Orgullo podía sentir su sed de sangre.
Orgullo comprendió con terror que no era Envidia quien se cernía sobre él, al menos no mentalmente, ella era una asesina y él era su objetivo; Además no podía moverse sin cortarse el cuello con el hacha, incluso si pudiese temía que no lo hubiera hecho, no cuando Envidia se veía tan… Inestable… Peligrosa.