Siglo del Amor

Ella

Me había preguntado cuál era la función del dispositivo y ahora que lo presencié, hubiera deseado saberlo nunca.

Mientras la explosión se desarrollaba, mi cuerpo se calentó. Una corriente de energía externa me atrapó.

«¿Qué me pasa?», me dije, con la certeza de que algo raro me acontecía.

Bajé mi mirada en medio del blanco incandescente y alcancé a percibir una variación de color, uno verde.

«¡¿El dispositivo?!». Podría haber jurado que me lo habían quitado los Impactos, ya que no lo vi desde que recuperé mi conciencia.

Al son de mi proceso de pensamiento, la explosión concluyó. Pronto, la luz se apagó y la habitación se visualizó.

Anonadado por el hecho de que aún vivía, enfoqué a la primera persona que me interesaba: Louis.

—¡Santo cielo! —expresé.

El lunático, o lo que quedaba de él, estaba tirado justo al lado mío. De su cuerpo solo existían algunas pequeñas partes chamuscadas y negras, el resto desapareció.

Fue inevitable que mirara hacia los presidentes con el interés de verificar si tuvieron un desenlace igual de malo que mi compañero.

Mi boca se abrió en un estado de estupor. Muy bien podrían meterse moscas y seguro ni me daría cuenta.

A mi alrededor yacían los cadáveres de la mayoría de los gobernantes más poderosos del mundo. Si se realizaba una comparativa con Louis, ellos estaban mejor conservados, quizá por la constitución de su raza.

—¡Qué desgracia!

Temblé, y cómo no, si uno de los eventos más impactantes, trágicos y de mayor revuelo para la humanidad era captado por mis ojos.

Fue gracias a un pequeño dolor en mi brazo que me dio una pizca de estabilidad. Bajé la cabeza y noté al dispositivo verde, el cual estaba encendido y luminoso, sin embargo, este efecto desapareció y luego chispas salieron de ahí y produjo una pequeña explosión, dañándose. Además de ello, las esposas en mis brazos se desactivaron. Por otro lado, creí percibir algo parecido a chispas en una esquina de la habitación.

—¡Maldito gusano! —La voz del Rey Impacto tronó.

Sí, él fue el único sobreviviente. Su estado era lamentable, pero poseía la fuerza suficiente para maldecir y ponerse de pie.

—¡Tú…! —dije.

Y por extraño e inaudito que me pareciera, dentro de mí brotaron pensamientos tan malvados y retorcidos que iban en contra de mi moralidad. Sabía el error que quería cometer, no obstante, verlo herido trajo en mí el deseo de mi amada esposa.

«Tengo… tengo que matarlo».

Ignorando mi conciencia, la cual suplicaba que la escuchara y detuviera el acto cruel que pretendía realizar, me puse de pie.

Había miedo, abiertamente me declaro un cobarde, pero no era que dicha sensación se me hubiera ido de la nada, no. Era porque adquirí una valentía que sobrepasó mis temores.

—No permitiré que des un paso más —gruñó, rechinando los dientes de odio.

De sus manos, rayos pequeños se elevaban por montones. Las levantó y posteriormente me cayó una descarga eléctrica desde arriba, mágicamente, debido a que allí solo había un techo de acero.

—¡¡Aahhh!! —Qué sufrimiento tan agonizante.

El presidente de Argento frunció el ceño, al parecer porque algo indeseado salió. Yo supuse que se trataba porque sobreviví, con mis piernas débiles, pero sí.

—Estoy casi sin fuerzas —lo escuché murmurar de mala gana.

—Lucía te quería muerto, todos los que he conocido recientemente también —pronuncié, despacio y dando pasos hacia él—. Con tus palabras comprendí el motivo.

—Imbécil —me insultó, junto con una sonrisa de desprecio, no obstante, a pesar de que no percibía temor en su tono, él daba pasos lentamente hacia atrás—. Tú eres un mero peón en este asunto, así como lo fue tu lunático compañero.

—¿Sí? No me digas —fueron las palabras sarcásticas más serias que he dicho. Mi cara era incompatible con la frase.

El Rey Impacto ignoró mi respuesta y continuó dando pasos hacia atrás con dificultad. Pronto se detuvo en el espacio donde vi las chispas con anterioridad.

—Permíteme iluminar tu vacía mente.

Gastando más energía, lanzó un rayo allí y provocó que muchos de ellos aparecieran. Rápidamente descubrí que en ese lugar había algo invisible. Tal cosa se fue materializando hasta darse a conocer.

«¡Una cámara criogénica!»

En dicha cámara se apreciaba flotando la silueta de una mujer desnuda; pero las cosas no culminaron ahí, había más.

Cuando fue eliminado el factor de invisibilidad, sentí una ola tremenda de luz cálida que se desbordaba de la mujer. Fue tan poderosa que aún no lograba saber quién era, por el halo de luz adherido a su ser, como si fuera un mismísimo ángel.

Asimismo, de la luz, una hebra de hilo se conectaba al Rey Impacto e iba absorbiendo parte del halo y que se concentraba en su cerebro.

Fue semejante a que un velo se me quitara de los ojos.

—Concéntrate —él me dijo, sospechosamente.

Fruncí el sueño e intenté observar a la persona metida en la cámara. Al rato tuve éxito y mi corazón se detuvo.

—¡¡No puede ser cierto!!

—Lo es.

La mujer flotando dormida en esa cámara tenía el rostro y el cuerpo idéntico al de Lucía, sin embargo, podría jurar que ella era diferente, más hermosa y más majestuosa.

—La Lucía que conociste era un fragmento de su espíritu que escapó antes de atraparla aquí y trabajar para robarle los poderes. Fue difícil, pero detecté su localización y sin pensarlo dos veces, eliminé su remanente espíritu. Después me entero sobre tu existencia y la aberración que cometió. Ahora sé que había sido un plan para detenerme, en conjunto con su cuidadora Mole, que les entregó el explosivo y el escudo. Eres una marioneta —sentenció con desprecio y señaló su cerebro—. Y si me matas, la matarás a ella también, por ende, harás desaparecer la divinidad que habita en cada uno de ustedes, devolviendo a la humanidad a los monstruos que siempre han sido, trayendo un infierno para tu planeta. ¿Crees que tiene la potestad para tomar esta decisión?

La avalancha de información atoró los engranajes de mi cerebro. Pensar me dolía. Me mantuve paralizado mirando a la supuesta versión original de Lucía, la Reina Impacto. La primera pregunta fue si todo se trató de un engaño, de si en verdad había sido utilizado para sus propósitos.

—¡No! ¡¡Noo!! ¡¡¡Nooo!!! —agarré mi cabeza y la ladeé de un lado a otro, luego miré hacia Rudolf con los ojos rojos.

Sabía que si le creía, estaría a su merced, no obstante, mi cabeza no paraba de acosarme con la posibilidad de haber sido engañado. Impotente, lloré, lloré de la misma manera que un niño.

—Muere, aberración —sentenció, antes de cerrar sus ojos y crear rayos de su cuerpo. La descarga aseguraba ser mucho peor que antes.

Como un estúpido, ni reaccioné, continué llorando. De un momento a otro la vida me pareció irrelevante, no había consuelo alguno.

Fue entonces cuando, sin previo aviso, aquella mujer abrió los ojos y me vio con indiferencia, para un instante siguiente, cerrarlos.

Habitó una contradicción en mí, donde no había entendido nada y había entendido todo. Recuerdos hermosos vividos con mi amaba los evoqué. De inmediato entendí que eran reales, no un lamentable engaño. Reproduje también sus últimas palabras y el sentimiento con que me las dijo. Ahí caí en cuenta lo estúpido que había sido.

—¡¡¡Te mataréé!!! —rugí cuál bestia salvaje.

Me inyecté determinación en medio de la ira y una fuerza que jamás creí poseer me impulsó hacia Rudolf y me ayudó a perforar su corazón con las uñas de mi mano derecha, condenándolo a morir.



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En el texto hay: relato corto, accion, amor

Editado: 07.07.2023

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