Sigueme

2. Compañeros de cosecha

2

Compañeros de Cosecha

------->

 

El camión de la Gezza  que nos llevaría al sembradío, se tomaba en una plataforma que estaba frente  a un árbol enorme con frutos negros que no eran comestibles. Extendía  sus ramas largas por el cielo, y se entre lazaba en los primeros rayos de sol, a excepción de una rama que llovía sus hojas  hacia el piso impidiendo el paso. Aun así, la gente se habría camino entre ellas y se quedaba debajo esperando en una enorme fila.

Esa mañana era como cualquier otra, sin embargo había algo distinto en mi rostro, una marca, una marca  de una herida no tan profunda; pero tampoco tan insignificante cómo para haber desaparecido en una semana, por lo demás podría decirse que todo seguía igual. Mis botas negras de cuero se veían normales, el viento flameaba chispas de césped verde sobre ellas, y los cabellos rebeldes que se salían de mi pulcro peinado atado en una cola se revolvían entre ellos.

 

— ¿Así que tendrás una jornada de castigo con los de  Esteridrakon?—. Levanté la mirada y  reconocí sus ojos, eran los mismos que me observan a la hora del relevo. Sin embargo era la primera vez que los veía  tan de cerca. Si no fuera porque Ivvo estaba debajo de la plataforma no tendría la posibilidad de mirarlo  de frente.

— ¿Te comió la lengua un dragón?

Intenté decir algo, pero olvide todas las palabras existentes en el diccionario, excepto dos que escupí después de un lapso de tres segundos.

 

—Sí, claro.

Ni siquiera reconocí mi voz, creo que estaba intentando ser más dulce. Aunque a juzgar por su expresión se había dado cuenta de que esa no era mi voz normal.

— ¡Mira, si hablas!—dijo exageradamente—. Pensé que realmente te había comido la lengua un dragón.

Ivvo lucia muy bien a primera hora de la mañana, a menudo para mí era difícil; pero él se veía demasiado pulcro, era como en las películas cuando el actor despierta perfectamente peinado, sin ningún rastro de imperfecciones.

—Si me hubiera comida la lengua no hubiera podido contestarte.

Intenté hacer sonar mi voz normal nuevamente. Pero no lo logré, además ¿Por qué tenía que ser tan antipática?

—En teoría un dragón no comería la lengua de una chica tan, despeinada—. Se refirió a un mechón de pelo que salía de mi coleta.

— ¿Según la teoría de quién?

—Según mi teoría—. Tomó el mechón de cabello entre sus dedos y lo observó detenidamente.

¿Realmente se había atrevido a insinuar que estaba despeinada?, bueno quizá si  lo estaba un poco. Pero no estaba siendo participe de una pasarela de modas, o alguno de esos eventos que pasaban en la televisión.

—Escarlgas verdes.

— ¿Escarlagas verdes? —. Le arrebaté de un tirón el mechón que sostenía cuidadosamente entre su dedo índice y pulgar, y busqué en el piso aquellas hojas silvestres que crecían alrededor del bosque. Pero no encontré rastro de ellas.

—Para tus puntas abiertas. Tienes que aplastarlas y aplicarlas por las noches.

Me preguntaba  si era lo que usaba para que su cabello brillara tanto; pero no me atreví a preguntárselo directamente.

—yo no lo uso, si eso es lo que estás pensando, mi hermana sí—dijo mientras se revolvía el rubio cabello.

Había visto algunas veces a su hermana, Tani Milliam, una chica timida de mi edad. Se parecía mucho a Ivvo; pero con facciones más finas. Tani nunca había tenido que trabajar ni en la Gezza, ni en ningún otro equipo de recolección. De hecho no trabajaba.

—Gracias por el consejo—volteé la mirada.

—¿No te preguntas porqué estoy aquí?

—La verdad, no me interesa—dije, aunque sí que quería saber porque estaba esperando el camión de la Gezza junto a nosotros.

—Ah, bueno—respondió.

—¿Por qué? —pregunté, pero fue demasiado tarde.

 Lo observé mientras se marchaba hasta el final de la fila. Estaba segura de que pudo escuchar mi pregunta, pero siguió caminando con las manos en los bolsillos y sin voltear la mirada. Aunque no podía verlo, y aunque no era una chica perspicaz, sabía por el movimiento de su caminar y por la forma de ignorar mi pregunta que se había enojado.

Él, el muchacho lindo se había ofendido. «La ofendida debería ser yo», pensé. Es decir, se acercó a mí para insultar mi peinado. ¡Solo para eso!, para molestarme.

No me parecía que fuera tan agradable como las demás decían, me parecía bastante fastidioso; pero aún tenía una duda. ¿Por qué estaba en la Gezza? Su turno debería comenzar al medio día, a esa hora en el que el sol está en ese punto, en el que sus ojos se ven más azules.

Me percaté del saludo de Denessi,  que parecía venir persiguiendo a Guian por alguna razón. Entonces se detuvieron  a mi lado.

 

—¿Dónde se habían metido?—pregunté fingiendo furia. La verdad es que no me podía enojar con ninguno de los dos—. El camión está por llegar, no necesitamos darle otro motivo a George.

Con cierta inquietud, Guian se detuvo agitado a mi lado, su cara estaba sudada por lo que intuí que habían corrido demasiado.

—Guian insistió —jadeó Denessi, secándose la frente con la manga.

—Conseguí algo para tus horas extra—dijo Guian entusiasmado mientras sacaba una bolsa de lo que aparecer eran bombones cubiertos de chocolate—. Tus favoritos.

—¿De dónde los sacaste? —pregunté sorprendida  y se los arrebaté.

Guian apartó la vista. Sabía de antemano que tenía que darme una explicación lo bastante creíble, para que pudiera aceptar que tuviera en su posesión, una bolsa de golosinas que no podíamos comprar con los gastos que teníamos en medicinas y cosas necesarias. Lo primero que me vino a la mente fue que Dennesi había contribuido, pero se veía tan sorprendida como yo.

—Un momento, me dijiste que Hemmi estaba enterada—respiró profundamente con los puños cerrados




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.