Tenía que ser una maldita broma.
Con mi pesada mochila cargando sobre mi hombro mire con mis brazos cruzados al hombre o mejor dicho anciano enfrente de mi que me esperaba impaciente en la entrada de mi hogar.
- Lo siento pequeña pero tú madre me lo pidió- dijo mi padre montado sobre su motocicleta a la cual le había invertido tantos años. Rodee los ojos y camine de mala gana hasta colocarme a un lado de el. Se quitó el casco que portaba y lo estiró en mi dirección.
- ¿Porque no compras un auto? - respingué molesta mientras me colocaba el casco. Una ronca risa salió de sus labios y me observo divertido.
- Cariño, soy el jodido presiente de las Calaveras del sur. No puedo usar un maldito auto ¿Donde quedaría mi maldito estatus? -
Sip, había sido un producto de una loca noche que mis padres en un pasado tuvieron.
Obviamente no fui alguien que ellos planeaban, demonios, mi madre y mi padre son personas completamente diferentes incluso aveces me preguntas que sucedió con mamá para que llegara a aquel punto de acostarse con Gael Bonson, un maldito italiano de bajos recursos que llegó a Londres para dejar a su maldita familia atrás y crear un club de morteros arrogantes y asquerosos.
Mi padre era guapo y cuando yo apenas estaba siendo fabricada estaba segura que mamá había caído rendida bajo su encanto. Sus penetrantes ojos azules casi eléctricos te intimidaban. Yo por suerte heredé los cafés de mi madre. Solo la piel blanca como la nieve había sido gracias a mi padre junto mi cabello castaño casi rojo
- Muy bien chiquilla. Vamos a esa maldita escuela tuya - me sujete con fuerza a su cintura apretando mi mejilla sobre el chaleco de cuero negro distintivo de su club.
Mi padre no era malo simplemente era muy mal visto por lo que hacía. Ellos simplemente tenían un taller de autos y hacían festivales para recaudar a quienes más necesitaban. No eran la clase de club que trafica como todos los tachan.
Mi padre arrancó provocando que mi cuerpo se sacudiera por el movimiento y me llevo a clases como todos los miércoles cuando mamá no podía llevarme debido a que tenían junta en su empresa muy temprano.
- Sana y salva - dijo mi padre cuando me baje de la motocicleta y le entregue su casco. - Dile a esa madre tuya que esta noche necesito hablar con ella.
- ¿Sobre que? - pregunte un poco molesta. Amaba a mi padre pero no quería verlo cerca de mamá. Cada vez que ellos tenían una de sus reuniones nunca terminaba bien. Mamá llora bastante y se gritan mutuamente hasta que alguien llama a la policía.
- Simplemente dile mocosa - replicó con el ceño fruncido. Mi padre era tóxico incluso quiero creer que trataron de ser algo antes pero el lo arruinó. Rompió el corazón de mamá.
- Será mejor que esta vez no lo hagas llorar. No lo permitiré.
- ¿Desde cuando te has vuelto tan contestona? -
- Desde que decidí que no quiero ver a mamá sufrir más por ti cada vez que tienen una de sus reuniones. Déjala en paz papá. - negó con la cabeza observando el casco que sostenía en sus manos.
- No lo entiendes peque, yo no quiero lastimar a tu madre solo que ella es muy terca.
- Y tu muy gruñón.
- Si - asintió despacio -. Solo dile que la veré más tarde. Esta vez me portaré bien.
- Más te vale - le advertí antes de girarme sin siquiera despedirme. Escuche una ronca risa detrás de mi pero lo ignoré y no entre a clases hasta que escuche el famoso rugir de su motocicleta que dejaba impresionado a cualquier imbecil.
Las clases transcurrieron como siempre. Monótonas y aburridas, hasta que fue turno de Álgebra. La odiaba esos malditos números y letras hacían que mi cabeza palpitara a tal punto de querer arrogar todo y mandar al demonio a la maestra con sus explicaciones.
Era una estupida para los números. Incluso mama trató de ayudarme una vez pero fue fatal, ella una gerente de finanzas había tenido a una hija completamente contrario a ella. Creía que tenía dislexia en los números ya que era la única explicación del porqué no podía ni con una simple suma de primer grado.
Pero no, era simplemente estupida con un cerebro de un bebé de cinco meses.
Por suerte la clase termino y guarde mis cosas en cuanto el timbre sonó. Cuando estaba a punto de salir escuché a la profesora llamarme. Bufé acercándome.
- No me has entregado ningún trabajo, Alisha - fue lo primero que me dijo en cuanto todos salieron del salón y nos quedamos solas.
No tenía palabras. Simplemente no tenía idea de como explicarle a mi maestra que los números no me entraban a la cabeza ni explicando con piedritas, pero en su lugar respondí.
- No he tenido tiempo.
- Pues espero que deje de desperdiciar su tiempo de lo que sea que haga y realice su tarea o el director verá sus calificaciones y no tendrá otra opción más que repetir el año. De nuevo.
Asentí - ¿Es todo? - la mujer enfrente de mi asintió de igual forma y me dejo ir.
- ¿Que demonios? - grite cuando vi aún chico tratando de abrir mi casillero. Lo empuje una vez que estuve a su lado y este se tropezó pero sin caer al suelo como deseé. - ¿Que haces tratando de abrir mi casillero?
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Editado: 27.01.2019