Narrador en tercera persona:
Pasaron unos días después de la dolorosa despedida, Adara sufría cada noche, sufría recordando cada cosa de Luzbel, sus caricias, su besos, sus abrazos, sus palabras, todo, lloraba cada noche con el temor de no volverlo a ver, estaba aterrada por lo que podría ser su futura y triste vida.
Por otro lado, Luzbel se dirigía a su hogar en busca de ayuda, los Mitchel no son buenos enemigos y menos en estos tiempos que existe una mayor rivalidad entre ambas familias. Luzbel viajaba junto a dos hombres contratados para vigilarlo hasta llegar a su destino.
―Necesito hacer una llamada ―informa Luzbel, esperando que los hombres le dejaran el camino libre para salir.
―Que sea rápido ―dice el hombre a su derecha, dándole paso para que salga.
Luzbel cruza el pasillo del tren y saca su teléfono, marcando el número de su padre para avisarle de su llegada.
―Hola ―su padre responde, animado.
―Tuvimos un percance ―informa Luzbel, sin soltar la bomba aún.
―¿A qué te refieres? ―la voz de su padre ahora se escucha algo preocupada
―En una hora llegaré a la estación, necesito que me recojas, los hombres de Mitchel me están escoltando, te hablaré de todo en persona ―Luzbel no espera que su padre responda, simplemente cuelga el teléfono.
Pero al otro lado de la línea, el padre de Luzbel se encontraba preocupado, sabía que esto no era bueno, sabía que se acercaba algo. De inmediato les habló a sus hombres más confiables.
―Luzbel se ha metido en problemas ―le informa a sus hombres, Leo y Dan.
―Sabía que algo saldría mal, eso pasa por enviar a un niño sin experiencia ―exclama Dan.
―En primer lugar, ese niño sin experiencia es mi hijo ―mira severamente a sus hombres―. en segundo lugar, Luzbel no es parte del negocio, no sabe cómo manejar las cosas de este negocio
―¿Y por qué lo envió? ―pregunta Leo―. Sabía lo riesgoso y aun así lo envió.
―Él tenía que estar ahí, estaba planeado, él traería una chica, una chica muy valiosa ―mira al vacío como pensando en un plan―. no teníamos planeado la llegada de los Mitchel al pueblo.
―¿Cree que alguien le informó? ―pregunta Dan
―¿Qué insinúas?
―Que hay un topo entre nosotros ―Leo suelta la bomba―. no es la primera vez que nuestros planes se ven frustrados
―No hablaremos de esto ahora, vamos a recoger a mi hijo ―ordena.
―Muero por ver a ese tonto ―exclama Leo.
Leo y Luzbel han sido muy grandes amigos por años, aunque Leo se haya metido en un negocio peligroso, su amistad nunca se vio afectada, son como hermanos.
Al llegar a la estación, Luzbel lo esperaba junto a esos dos hombres, estaba incómodo, no tuvo que esperar mucho pues vio a su padre junto a Leo y Dan.
―Que bueno verte hijo ―el padre se acerca a su hijo.
―Nos veremos muy pronto ―los hombres se despiden con una sonrisa burlona en su rostro.
―Maldito tonto ―Leo se acerca a Luzbel con alegría.
―Me alegra verte ―los amigos se abrazan.
―Vamos a casa, tenemos mucho de que hablar ―su padre lo guía hasta el auto que los llevaría a casa.
Al llegar, apenas les da tiempo de comer pues había temas muy importantes de los que hablar, Luzbel le habla a su padre de todo, sobre los Mitchel y sobre Melany.
―Sabía que esa bruja no se quedaría tranquila.
―Padre, quiero hacerte una pregunta ―Luzbel quería hacerlo desde que llegó, pues necesita una respuesta.
―Dime hijo ―su padre se acomoda en su lugar para escuchar a su hijo.
―¿Por qué querías que trajera a Adara? ―toma aire intentando seguir cuerdo―. Y ¿Dónde está su padre?
***
Adara se encontraba en su habitación, haciendo sus maletas, no ha dejado de llorar, su vida iba a ser arruinada, iba a casarse con un hombre que no amaba, debía vivir con ese hombre. Adara temía mucho por la boda, no había recibido noticias de Luzbel, no sabía nada de él, temía que no regresase. No había día que no pensara en él, día que no lo llorara o noche que no durmiera con lágrimas mojando su almohada y ese hermoso rostro en su mente. Adara también temía por su vida, no entendía muy bien lo que pasaba, su vida no era lo que ella creía, su vida era una mentira, no sabía quién era, no sabía en quien confiar.
―Debes comer ―Emily entra a su habitación con una bandeja en la mano.
―No tengo hambre ―dice Adara simplemente.
―Llevas días sin comer Adara ―le da una mirada triste―. temo por tu salud, con todo lo que has pasado, necesitas recuperarte, no me perdonaría si algo malo te sucede.
―Ja ―Adara la mira molesta―. que curioso, porque eres tú la cómplice de todo esto, lo que me pase será también tu culpa.
―Lo lamento Adara ―Emily la mira suplicante―. no sé cuántas veces debo decirlo para que me perdones.
―Nunca ―Adara le sostiene la mirada―. nunca será suficiente, jamás te perdonaré esto.
―Te estoy protegiendo.
―Que bien lo haces ―Adara se voltea sintiéndose un poco mareada al hacerlo―. solo vete, eres la última persona que quiero ver.
―Por favor come ―pide Emily antes de abandonar la habitación.
Adara se sienta en su cama, destrozada por dentro, con el alma en pedazos. No ha querido comer nada desde hace días, a penas toca la comida, todos temen por su salud, pero Adara no está bien, mental y físicamente está destrozada. Hace días intentó escapar, la castigaron de la peor forma posible, su cuerpo ahora tenía cicatrices al igual que su alma, ella estaba débil.
Pasaron horas y Adara sentía algo extraño en ella, se dirigía por los pasillos muy mareada, apoyándose de las paredes, salió de su habitación al oír voces abajo, entre susurros pedía ayuda, ella sudaba y su cabeza le dolía demasiado, todo lo veía mareado, de un milagro pudo bajar las escaleras sin matarse, al llegar al comedor no pudo ver mucho, todo lo veía muy borroso, con su último aliento pidió ayuda y segundo después se desmayó.