En el ocaso del dia todos los arreglos quedaban listos, cortinas rojas y negras cubrían las grandes ventanas, las paredes repletas de antorchas, velas y lámparas iluminaban cada rincón de una mansión cuya altura al cielo rozaba. El conde de un lado a otro bailaba, mientras al son del vals sus pies con rítmica torpeza andaban.
En un inmenso salón la escena se desempeñaba, aquel desquiciado a su más grande ilusión esperaba.
<<No falta mucho>> pensaba. El conde habia esperado toda su vida para aquel encuentro, el se acordaba perfectamente de ella, una mujer blanca cubierta por un hermoso vestido negro, sus rostro el más bello que varios han tenido la dicha de ver pero nadie ha podido disfrutar más de unos cuantos segundos. Era una cruel realidad, pero él... Si él, tuvo la dicha apreciar cada pequeño detalle de tan hermosa mujer. Unos labios delgados pero seductores, una sonrisa que enloquece a cualquier insensato que osé mirar por mas de tres segundos aquella perfecta curva en la que resaltan dientes mas brillantes que el mismo sol, sus ojos oscuros y claros a la vez, que crean intriga en el alma con gran fascinación. El cabello que al igual que los ojos era imposible de discernir un tono exacto, sin embargo, aquellos detalles es lo que le hacían única, perfecta.
El conde no podia dejar de pensar en ella, sus ser se alteraba con solo recordarla, no olvidaba el día que la conoció, apenas un niño era cuando ella apareció y con una gran sonrisa lo enamoró, él cautivado ante ella con atención escucho su suave y melodiosa voz.
<<Vamos>> le dijo con una sonrisa tierna <<Ven conmigo>> terminó ella mientras le estiraba su mano. El conde cautivado con lento avance estuvo a punto de tomar la mano de aquella hermosa dama, cuando de pronto faltando un centímetro ¡apenas un centímetro! La bellas dama de negro su mano retiro y con una mirada triste, apagada, pero aun manteniendo la sonrisa, le dijo:
<<Hoy no vas a poder venir conmigo>> le dijo <<pero no te preocupes que en algun otro momento te vengo a ver y asi nos podremos ir>> mencionó con más emoción.
Desde ese momento el conde la esperó día y noche, pensando en aquella preciosa dama que un día le visitó.
Hoy por fin habia llegado el momento de volver a verla, una copa seria la que la llame una vez más, esperar no podia.
Ya eran las 11:59, un minuto, en un minuto la vería de nuevo, la emoción era inmensa y bebió de la copa hasta dejarla vacía. El conde vestido de gala empezó a moverse por la pista de baile del gran salón ya estaba cerca, él la podia sentir, a lo lejos sus pasos resonaban en la fria y densa oscuridad.
Habian transcurrido unos segundos desde que el conde bebió de la copa, cuando de repente una mujer apareció. Vestida de negro y con la misma sonrisa que hace varios años le miro fijamente al conde. Él encantado por lo que veía se acerco rápidamente a ella y le dijo:
<<Por fin, por fin te vuelvo a ver, no sabes cuanto espere este momento>>
La dama al oír eso lanzó una mirada coqueta y divertida. El conde la invito a bailar y ella fascinada por aquel hombre aceptó.
Asi ambos empezaron a bailar al ritmo de un vals mortal, al frente y atras a la izquierda y la derecha mientras la musica sonaba, fuerte al principio, pero lentamente la musica desaparecía a oídos del conde, hasta que a las doce en punto con la ultima campanada de un reloj, el desquiciado un suspiro dio y su alma de su cuerpo escapó.
<<Gracias por la velada, me encanto>> dijo la dama con la misma sonrisa con la que arribó. Antes de irse, la dama con una palmada sumió toda la mansión. Y asi ella se retiró, sumida en la inmensa oscuridad en la que vaga desde el inicio y vagará hasta el fin.