-Cuatro estaciones de servicio, dos panaderías y cinco restaurantes. De alguno me van a llamar –dijo Nico pasándome la bandeja llenas de cafés con crema –es para los del fondo, son los del centro de estudiantes –rodó los ojos.
-Los estirados –dije tomando con cuidado la bandeja -¡Claro que de alguno te van a llamar! Voy a imitarte y llevar curriculum a los restó. Sé que es un trabajo arduo, pero me gusta.
-Cóbrales ahora, la semana pasada se fueron sin pagar porque se disgustaron entre ellos –susurró Nico en mis oídos.
-Voy a extrañar estas cosas –confesé sin pensarlo. Nico se giró y me miró un momento extrañado.
-¡Hasta que lo confesaste Nina! ¡Yo sabía que en el fondo querías un poquito el bar!
Me giré y fui derecho a entregar los cafés. Entonces pasé por al lado de la oficina de Mirko. La puerta estaba curiosamente abierta, lo que me llamó la atención. Dejé los cafés a los estudiantes, que como siempre, discutían sobre temas que ya todos en el Moscú conocíamos. Tomé la plata y la bandeja y me acerqué a la puerta de la oficina. No había nadie adentro, ningún cliente se había metido, porque lo hubiésemos visto, la tarde estaba tranquila como para arriesgarse a algo así. Además nunca había sucedido. De todos modos aquello era extraño.
Puse un pie adentro y me dió miedo. Nadie podía entrar en la oficina de Mirko a menos que él lo autorizara o estuviese presente. De todos modos lo hice. Él se había ido en la mañana y no se había molestado en regresar. La ventana que daba al patio interno estaba abierta y posiblemente había provocado que la puerta se abriera. La oficina estaba helada. Cerré la ventana y me encaminé a la salida. Entonces vi sobre la mesa el “Gran Libro” de recetas del fundador Dimitri. Nunca había podido tenerlo entre mis manos, y ahora que el Moscú estaba pronto al cierre, no me perdería aquella oportunidad.
-Nina –llamó Nico -¿Todo bien?
-Ya voy dije –mientras levantaba del escritorio el libro. Pesaba muchísimo. Lo volví a dejar sobre el escritorio y lo abrí. Estaba escrito en ruso en su mayoría, solo las recetas que luego había agregado Mirko estaban en español. Ojeé hasta la mitad del libro, y entonces en el reverso de una página apareció un sobre gordo que tenía escrito con rotulador negro la palabra “empleados”. No pude conmigo y lo tomé entre mis manos. Miré hacía el bar. Nico seguía preparando café. Giré el sobre y no estaba sellado, asiqué me tomé el atrevimiento de abrirlo. Dentro hallé algo que me congeló la respiración. Ordenadas alfabéticamente estaban dispuestas nuestras liquidaciones del sueldo.
¡Gracias por leer!
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