Estábamos solos, François y yo. Sabía que reaccioné infantilmente, y que hasta me eché sola en la boca del lobo. Pero esa llama se parecía tanto a la de un sueño… pero mejor ni pensarlo.
François se inclinó hacia mí, su mirada reflejaba la profundidad de la misma hoguera, contrastando con su fina y elegante mano acariciando mi cabello suavemente, hasta presionar su agarre con firmeza.
—Se puede saber, ¿a dónde pensabas ir?
—Suéltame, todavía no eres el Patriarca.
—¿Estás segura, Valentina? Ya está hecho, lo que viste es un espectáculo. Ya he vencido a tu querido abuelo. Los jefes me han elegido a mí. Y tú me debes obediencia. Soy tu Patriarca, ¡y me obedecerás! Nadie jamás ha logrado desafiar al Patriarca, ¿por qué tú piensas que puedes hacerlo sin sufrir las consecuencias?
—No te debo nada, no eres nada para mí y no lo serás nunca —conteste enfadada.
—No seré nada para ti, pero yo decido del futuro de todos aquí, inclusive él de tus abuelos, y del tuyo. ¿Entiendes lo que te explico? Eres un diamante en bruto Valentina, y tengo la firme intención de pulirte yo mismo, a mi manera, y cuando termine contigo estarás perfecta… para mí. Pero tú escoges, no te puedo obligar, tú o tu familia.
—¿Los dejarías ir?
—No, pero puedo hacer que su muerte sea rápida y sin dolor.
—Chantaje es obligar a una persona —le corregí.
—Sí, pero al final sigue siendo tu decisión, no la mía.
Cerré los ojos tratando de calmarme, no sabía si llorar, reír, enojarme, pegarle, hasta que lo supe. Solamente había una manera de librarme de François. Podría liberar mi familia y yo al mismo tiempo.
—Lo haré si me juras de no matarlos y dejarlos ir del palacio indemne.
—Está bien, pero sin restricciones. Si los quieres vivos tendrás que casarte conmigo —dijo François pensando matar a sus abuelos frente a ella de todas maneras. Encontraría un pretexto, cualquiera, y lo haría. La quebraría por dentro. Valentina era suya.
—¿Por qué quieres estar conmigo?
—Porque eres del linaje más poderoso y quiero que mi descendencia sea única.
—¡¿Descendencia?! —Ahora sí estaba decidida a llevar a cabo mi plan. Primero muerta.
—¿Trato, entonces?
—Sí —dije finalmente.
—¿No pareces segura? —decidió François. Valentina parecía demasiado tranquila para ser cierto. Solamente había una manera de obligarla… y a él también. A regañadientes cumpliría su promesa.
—Lo hago—dije pensando en mi plan B.
Inesperadamente François me liberó y encarándome tomo mis manos con las suyas, poniendo mis palmas arriba.
—Júralo —me ordenó acercando su rostro hacia el mío—, ahora. Valentina… —me advirtió.
—Lo juro —dije susurrando en ese instante la sonrisa de François nunca estuvo más que satisfecha. Mirando nuestras manos un ardor intolerable recorrió mis manos mientras una línea de sangre en cada palma comenzó a sangrar con las de François. Repulsivamente François unió su sangre con la mía hasta que mi corazón paró. Sin aire François parecía estar igual que yo. De pronto, inhalé profundo al sentir de nuevo el bombeo en de mi pecho activar mi respiración.
Finalmente me soltó. El pacto sellado. Una pacto de sangre. Estaba sentenciada por su sangre. Pero yo no podía creer en esas cosas. Esta noche liberaría a mis abuelos y yo me iría de este mundo.
—Liberaré a tus abuelos, Valentina. Y tú te casaras conmigo después de tu Iniciación. Nuestro pacto está sellado con nuestra sangre. Sí incumples morirás.
Para mis adentros no pude reprimir una sonrisa, no lo veía de otra manera. Mi muerte era mi única salida. François se equivocaba conmigo. Él honoraba su vida, su vida valía más que nada en ese mundo. Pero mi vida, para mí, era simplemente el encierro de mi alma que ya había probado la libertad, un alma que anhelaba ser libre nuevamente.
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Sin estar consciente Julien me llevó a mi habitación.
— ¿Estás bien? —preguntó preocupado.
Sin mirarlo, en trance asentí. Solamente me concentraba en recobrar mi libertad.
—No estarás pensando en hacer ninguna tontería, ¿verdad? —me acusó Julien conociéndome mejor de lo que creía.
—¿Cómo podría? —dije riéndome.
Sospechando, Julien dejo dos guardias al frente de mi cuarto, clausuró mi ventana, quito cualquier objeto susceptible de causarme el mínimo daño.
—¡¿Por qué haces eso?! —dije finalmente perdiendo la compostura.
—Porque lo prometí. Y siempre cumplo mis promesas. Además Lily te necesitará.
—¿Ahora te importa Lily también?
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Editado: 09.12.2018